La Feria

México: 2009-2019

AMLO, el más protagonista de todos los protagonistas de este decenio, día con día redefine el poder desde la cima del mismo, escribe Salvador Camarena.

En 2009 Carlos Romero Deschamps era el mandamás en el poderoso sindicato petrolero. En 2019 lo sigue siendo.

En 2009 Elba Esther Gordillo estaba en la plenitud del poder. En 2019 la maestra alista su retorno a la cumbre del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.

En 2009 Eduardo Medina Mora era procurador general de la República. En 2019, Medina Mora tiene un apoltronado asiento en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

¿Cuánto ha cambiado México entre 2009 y 2019? ¿Qué le ha pasado al rostro de la nación en ese decenio? ¿Qué tan deteriorado, o tan bien conservado, está el cuero patrio tras estos años?

Las redes sociales luego ponen temas de moda. Por estos días la gente publica fotos para que veamos quiénes eran y quiénes son luego de 3 mil 650 días. ¿Y si la guasa la llevamos al plano de la política y sus consecuencias? ¿Qué pasa si ponemos el retrovisor a nivel nacional para el Challenge 2009-2019? ¿Qué Méxicos podemos contrastar?

El México de 2009 era gobernado por Felipe Calderón, un gobierno que por entonces había perdido en un avionazo a Juan Camilo Mouriño, no sólo el secretario de Gobernación sino el articulador del equipo del presidente. Nunca sabremos si con él vivo, esa administración habría sido menos atrabancada.

Ese año nos sacudieron los efectos de la crisis global por las hipotecas en Estados Unidos, para nada un catarrito, como dijo Carstens, sino una pulmonía global que en nuestro país llevó a la subida del IVA del 15 por ciento al 16 por ciento, y del ISR del 28 por ciento al 30 por ciento. Y del incremento gradual al precio de las gasolinas. Los panistas de entonces defendieron esa medida. Esos panistas perderían el Congreso en las legislativas, Germán Martínez renunció a la dirigencia nacional del PAN, y ya luego el panismo y el perredismo comenzarían a negociar alianzas electorales para Puebla y Oaxaca.

El 2009 fueron los tiempos de la influenza AH1N1, años de Ciudad Juárez y Chihuahua en la puerta del infierno de inseguridad a punto de estallar en toda su dimensión. Tamaulipas estaba perdido. Michoacán vivía bajo el yugo de esos criminales autollamados Caballeros Templarios. Jalisco incubaba el huevo de la serpiente, ahí hubo narcobloqueos y lo mismo ocurría en Nuevo León, escenario de matanzas terribles como las del Casino Royale.

Los llamados partidos del Trabajo y Verde se aliaban sin pudor con quien mejor conviniera a sus amorfos principios. Arturo Escobar y Manuel Velasco se cobraban de la política sin que nadie supiera nunca bien a bien qué aportan.

El PRI tenía un grupo de gobernadores poderosos: Humberto Moreira, Miguel Ángel Osorio Chong, Enrique Peña Nieto, que andaba de novio con Angélica Rivera. Esa camada, con el mandatario del Estado de México al frente, comenzó a incidir en la Cámara de Diputados que acostumbró a los legisladores a etiquetar obras, mecanismo del que derivaron los 'moches'. César y Javier Duarte eran legisladores, Roberto Borge apenas si era conocido a nivel nacional… el resto es historia.

Marcelo Ebrard tenía al Distrito Federal enamorado de sí mismo, Andrés Manuel López Obrador, que acababa de publicar La gran tentación: el petróleo de México, le daba la vuelta al país enfundado en los colores del PRD denunciando "a la mafia del poder que le había robado la presidencia…".

En 2019 el PRI está diezmado. A un desdibujado PAN una nueva tragedia le ha arrebatado a un líder que parecía llamado a crecer dentro y fuera del partido. El PRD no es ni sombra de lo que llegó a ser cuando López Obrador les ayudaba a crecer en votos.

En 2019 todo es incierto. La inseguridad está igual o peor que en 2009, y la solución, creen los gobernantes de turno, es, como hace diez años, más uniformados a las calles. El nuevo régimen tampoco entiende.

Y mientras las habituales figuras políticas de las últimas décadas se desdibujan, AMLO, el más protagonista de todos los protagonistas de este decenio, día con día redefine el poder desde la cima del mismo.

Me corrijo. No todo resulta incierto. Así como Romero Deschamps, entre 2009 y 2019 los poderes fácticos parecen haber envejecido bien: ni los televisos ni los aztecos ni los de Imagen muestran congoja en medio de las turbulencias que provoca López Obrador. Los que siempre ganaban con "la mafia prianista" parecen no haber perdido nada con el cisma del 1 de julio. A esos gallos sí que no les han quitado ni una sola pluma: el cambio les hace lo que el viento al oaxaqueño. Bien raro el cambio.

Lo mismo se puede decir de otros grandes capitales. Mucha guerra sucia y periodicazos contra AMLO en 2006 y años subsecuentes… para llegar a 2019 en medio de abrazos y promesas de negociazos. Gracias presidente por Santa Lucía.

Hay cosas en las que la cara del país ha cambiado nada en este decenio. Con lo cual me surge la duda, ¿será que en 2009 estábamos bien, pero íbamos mal? O será lo contrario: ¿en 2019 estamos mal, pero vamos bien? Ay, pinches redes sociales, los enigmas qué provocan.

COLUMNAS ANTERIORES

Las pensiones, pecados de forma y fondo
INE, árbitro que hace mosca

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.