La Feria

Muertos ambulantes: el autoengaño

Salvador Camarena escribe que Jalisco nos mostró lo que ocurre con un gobierno incapaz, pero también lo que sucede cuando otros factores de poderes no pasan del 'ay qué barbaridad'.

En la glorieta de los Niños Héroes en Guadalajara se dio en estos años una de las pocas transformaciones urbanas que delatan que en Jalisco pasa algo extraordinario.

Hoy en esa glorieta, ubicada en una de las zonas más transitadas de la capital, se exhiben los retratos y los nombres de algunos de los desaparecidos en Jalisco. El monumento patrio ha sido apropiado por una ciudadanía agraviada, resignificado por deudos de la tragedia humanitaria que padece México.

Si no fuera por esos pendones colgados en la glorieta, a simple vista nada delataría que en Jalisco cunde una violencia rampante. Pero el desengaño, por supuesto, surgirá de vez en vez: con un atentado a un exfiscal del estado a pocas cuadras de la glorieta, o con el hallazgo macabro de un tráiler lleno de cuerpos que se le perdió a la Fiscalía del estado y durante días deambuló por la zona metropolitana.

No voy a abundar en el horror de lo que vimos la semana pasada en Jalisco. El recuento hecho por Darwin Franco en http://zonadocs.com/fosasitinerantes/4/ titulado "Fosas Itinerantes: una estampa de la violencia en Jalisco", pone en su justa dimensión el problema: no sólo recupera detalladamente lo ocurrido la semana pasada, sino que nos muestra que esas 322 personas no identificadas que están en dos tráileres forman parte de un universo de dos mil 949 de cuerpos sin identidad en manos del gobierno.

¿La crisis ya pasó? Quizá la del gobierno saliente sí, pero la de la ciudadanía no.

La respuesta a la crisis es parcial e insuficiente. Un estado con tal presencia política y económica ha querido acallar la indignación de las víctimas y de los críticos con el cese de dos funcionarios y el anuncio de contratación de personal forense y espacios en panteones.

Como si cavar más tumbas solucionara la incapacidad oficial para gestionar las pilas de cuerpos que cada día produce el crimen organizado. Como si no se tratara de identificar para investigar y para entregar esos restos a las familias que les buscan.

Jalisco nos mostró la semana pasada lo que ocurre con un gobierno incapaz, es cierto, pero también nos mostró lo que sucede con un estado donde otros factores de poder no pasan del "ay, qué barbaridad". ¿Dónde están en medio de esta crisis la Universidad de Guadalajara, el gobernador electo y su mayoría en el Congreso local, los Kumas…?

Si ante un evento como el macabro descubrimiento de los tráileres mortuorios en una entidad como Jalisco la sociedad y el gobierno no pueden encontrar no sólo un mecanismo para no acumular cadáveres, sino uno para que se entregue pronto a la investigación cada caso, y a las familias cada cuerpo identificado. Si todo va a consistir en cavar pozos, les va a faltar territorio. Si se trata de que sólo el gobierno estatal (el actual o el que viene) lo resuelva, va a ser imposible.

Jalisco termina el sexenio de la única manera posible. A pesar de los esfuerzos por cambiar la narrativa, por hacer que de esa entidad se hable de su economía, de sus destinos o de su folclor, la fuerza de su realidad oscura se impone. Nada prevalecerá si el crimen no es arrinconado. Todo se puede hacer o intentar, pero si no se resuelve lo esencial, si no se abate la impunidad, el autoengaño en que vivimos –en Jalisco y en México– será evidenciado una y otra vez por la muerte.

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