Salvador Nava Gomar

A una semana

Curiosamente la tranquilidad poselectoral depende más de los que pierdan, que de los que ganen.

El domingo por la noche sabremos quién ganó la elección y muy probablemente quién será nuestro próximo presidente. Subrayo 'probablemente' porque el tenso ambiente electoral y la violación sistemática de partidos y contendientes a la normativa electoral, deja abierta la puerta a la anulación de los comicios.

Para el lunes sabremos quiénes serán los nuevos gobernadores en Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán y el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, la composición del Congreso de la Unión (500 diputados y 128 senadores), de los congresos de los estados y cómo se recompondrá la mayoría de las alcaldías a lo largo y ancho del país.

Con excepción de Coahuila, Quintana Roo y Tamaulipas, todas las entidades del país celebraran comicios para la elección de diputados. En total, por mayoría relativa se elegirán a 585 representantes populares y por representación proporcional serán 387 los funcionarios electos. En 25 estados se elegirán mil 596 representantes para ayuntamientos y en Campeche se disputan 24 cargos para la Junta Municipal. Por primera vez en la Ciudad de México se votarán alcaldías y concejales.

Comenzará también el reacomodo de los partidos y la valoración jurídico-política para ver qué elecciones se impugnan y cuáles no. Se harán cuentas para cuadrar lo reportado con lo gastado y poner en marcha los mecanismos de fiscalización.

Estamos a una semana de tener otro escenario nacional. Esperemos que los ánimos bajen tras los resultados, que la violencia haya zanjado con los últimos asesinatos y que se acepten los resultados por todos, lo que nunca ha sucedido, pues en la perinola de nuestra democracia todos suelen ganar.

Llegamos cansados y desgastados. El escenario es grave: la violación de derechos humanos a los niños separados de sus padres por las locuras de Trump, la incertidumbre por las negociaciones del Tratado de Libre Comercio, el dólar al alza, el bajísimo nivel de aceptación del gobierno federal y una retahíla de declaraciones de los candidatos y sus huestes que nos hace pensar que cada uno vive en su mundo.

La violencia es el foco rojo. Que Janine Otálora, presidenta del Tribunal Electoral, haya salido a denunciar los asesinatos y a llamar a las autoridades de todo el país para que actúen al respecto, muestra la gravedad del asunto. La presidenta, mujer sobria y mesurada que bien hace en no salir de su sitio más allá de lo que le corresponde en la República –a diferencia de otros que no se resisten a los reflectores y micrófonos en descuido de su papel neutral–, puso el acento en la grave situación; por ello las declaraciones de la máxima autoridad nacional en la materia refleja la pus y preocupación del tema.

Veremos desbandadas, primero en el ánimo de 'sálvese quien pueda', como el delegado de Magdalena Contreras, el candidato al Senado por Puebla que declinó al Verde en pleno debate para, como el camaleónico senador Mayans en Tabasco, irse con Morena; después vendrá el ajuste de tránsfugas en las bancadas parlamentarias.

Saldrán los últimos escándalos, como la denuncia por trata de blancas al coordinador de campaña de Claudia Sheinbaum, los terrenos de Anaya o las propiedades de Romero Deschamps.

Los partidos cambiarán sus dinámicas. Primero declarando más votos de los que obtuvieron, después calculando si demandan nulidad de algún comicio en particular y al final sumergiéndose en los cambios de dirigencias y grupos cupulares.

Pase lo que pase, Morena seguirá bajo las órdenes de Andrés Manuel, el PRI romperá con el peñanietismo el 1 de diciembre y los panistas verán la forma de deshacer la triste priisación que le infundió Anaya.

Al margen de la elección presidencial tendremos un nuevo sistema de balances con lo que parece será una mayoría aplastante de Morena. Habrá nuevas mayorías y nueva oposición. El discurso del tabasqueño que amaga contra las reformas del sexenio que termina dará sustento a las posiciones de origen de la mayoría y la oposición. El nuevo Ejecutivo tendrá además el arma administrativa para paralizar el desarrollo de aquello con lo que no esté de acuerdo.

Los mercados estarán a la expectativa, los delincuentes agazapados, los altos burócratas con el nervio de la entrega al adversario. Seguirán las llamadas publicitarias y los candidatos y medios intensificarán su presencia. Las redes confundirán, el dólar subirá y todos hablarán de posibles victorias, cuando en realidad son más los contendientes que perderán en las 30 entidades en las que habrá elecciones, y por lo mismo, curiosamente, la tranquilidad depende más, en primera instancia, de los que pierdan, que de los que ganen.

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