Salvador Nava Gomar

Críticos enmudecidos

Meter en la bolsa de 'enemigos de su movimiento' a empresarios, ministros, legisladores y comisionados es peligroso maniqueísmo por parte de López Obrador.

Hay pocos cuestionamientos sobre el fondo de las propuestas en campaña. Dar dinero, bajar impuestos, parar obras, criticar, desaparecer o modificar instituciones de un plumazo, pareciera cosa sencilla, cuando en realidad la Constitución, las disposiciones presupuestales y los lineamientos normativos implican procesos complejos.

Preocupan las declaraciones de Andrés Manuel López Obrador respecto a que según su dicho la Corte no ha hecho nada por México; que hay que bajar el sueldo a diputados y desaparecer el INAI. Todo lo enlaza con la enorme desigualdad económica y arrastra animadversiones de sus futuros votantes en un enfrentamiento anímico contra las instituciones. Cierto que muchos de sus postulados en materia de justicia social son legítimos, se antojan justos y conforman la columna vertebral de su movimiento, pero no debería dar propuestas cuyo cumplimiento no depende del presidente de la República.

Pone la agenda y genera círculos concéntricos alrededor de sus dichos, pero no enfrenta el menor análisis. Buena parte de los críticos se han rendido a las posibilidades que reflejan las encuestas. Andrés Manuel arranca vítores, señala con su dedo al nuevo perverso y forja adhesión frenética en busca de venganza como compensación a las desgracias populares. Claro que la desigualdad tiende a acentuar sus distintivos si no hay acciones que la mitiguen, pero de ello a encontrar el eco de su malestar en el sitio donde señale hay mucha diferencia.

Cuestionó: "¿Saben de algo que hayan hecho los de la Suprema Corte en beneficio de México, se han enterado de algo que hayan resuelto a favor del pueblo? Nada", respondió.

La Corte resuelve en última instancia las controversias de orden constitucional y define el cauce jurídico de los asuntos torales del país. Sus integrantes –me consta– son juristas probados, estudiosos y responsables. Cualquiera que haya leído una de sus sentencias lo sabe, esté o no a favor de su sentido. Descalificar sus fallos por el frenesí que le provocó la masa en el bastión priista de Atlacomulco, lo llevó de nuevo a afirmar sin sustento, a picar a la población y a situarse por impulso propio en el calificativo de 'peligro para México', en el que le gusta jugar.

Su postura es contradictoria. Olga Sánchez Cordero, a quien postuló al Senado y anunció como secretaria de Gobernación, amén de otras importantes credenciales (es notaria pública destacada y una importante líder en la lucha por la igualdad de la mujer), es una muy notable ministra en retiro. Si la Corte no hubiera hecho tanto por los mexicanos, doña Olga no ocuparía ese lugar en sus filas.

Si no se respetan las reglas del juego es difícil ofrecer certidumbre, y el candidato se envalentona contra los poderes de la Unión. Arremetió contra el sueldo de los legisladores, y olvida, por ejemplo, su añeja práctica partidista de cobrar un porcentaje del sueldo a los legisladores de su partido. AMLO criticó que los ministros perciban un salario de 650 mil pesos mensuales, los senadores 500 mil y los diputados 400 mil, cifras que no son ciertas pero más que suficientes para indignar a los más desfavorecidos. Afianza su voto aumentando la irritación.

Aún más que las propias declaraciones del candidato, sorprende el silencio sobre sus alardes. ¿Cuántos han salido en defensa de la Corte? ¿Quién habla de sus importantes fallos? ¿Quién menciona la autonomía del Poder Legislativo o la normativa presupuestal prevista en la Constitución? Buscar adeptos a partir de la denostación institucional es irresponsable.

Lo mismo ha dicho del INAI ¡Lo que ha costado al país tener un sistema nacional de transparencia! El importante cúmulo de resoluciones que solventan y estudian sus comisionados son tirados a la borda al decir también que no sirven al país, sólo porque no coincide con alguna de sus miles de resoluciones; el argumento, si lo hubiere, es simplón y delicado. Es la misma ruta para mandar al diablo a las instituciones. Cuidado.

Los empresarios entraron también al quite. Diversos dueños de importantes grupos se han dirigido a sus empleados para orientarlos en contra de López Obrador ¿Puede un empresario andar ese camino? Sí. Hay libertad de expresión (legislada por los legisladores y defendida en innumerables ocasiones por la Corte, por cierto) y cada quien puede opinar lo que quiera y tratar de convencer a quien lo escuche.

Meter en la bolsa de 'enemigos de su movimiento' a empresarios, ministros, legisladores y comisionados es peligroso maniqueísmo. La población se enardece y encuentra causa y resonancia de sus problemas en esos culpables. Polarización estéril, crítica muda de razones.

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