Salvador Nava Gomar

Las barbas del vecino

Igual que Trump, López Obrador disfruta enormemente de paladear su poder con los anuncios que salen de su boca, aunque debe recordar que gobernar es un equilibrio delicado entre organismos públicos y privados.

Trump fue trasquilado. Lo rasuraron a pelo como respuesta a sus llamados constantes, groseros y altisonantes desde que estaba en campaña. Perdió a pulso la mayoría en la Cámara de Representantes, algo así como el gobierno de Peña Nieto gestó la escandalosa caída de su partido.

Ahora amenaza a los demócratas, por si osaren investigarlo desde la Cámara baja (facultades que tienen en su estatuto constitucional); revirando con la promesa quid pro quo de que el Senado, con mayoría republicana, investigaría a su vez a los demócratas que lo hicieran. Cualquiera pensaría que es sólo un bravucón, pero no, preside el país más poderoso del mundo.

Se burló de candidatos de su partido que perdieron en las pasadas elecciones, porque no eran afines a su causa. Autócrata intolerante a la menor crítica. Vaya paradoja para quien lidera el país que, dicen ellos mismos, encabeza al mundo libre.

Acusó también a periodistas de la CNN de hacerle preguntas racistas, tachándolos de mal educados y de ser personas terribles (en inglés suena más fuerte y tiene una connotación mucho más grave). La paradoja se extiende: el país que se jacta de enarbolar la libertad de expresión limita y castiga desde el centro del poder a quien sólo cuestiona. ¿Es posible una democracia sin deliberación? ¿Puede deliberarse sin cuestionar? ¿Qué no el Estado debe garantizar esa libertad para todos y ser más tolerante con quienes lo critican y cuestionan? Pues parece que no; la Casa Blanca, por órdenes de Trump, retiró la credencial de Jim Acosta como acreditado permanente de prensa.

El mismo día, el fiscal general Jeff Sessions renunció. El mismo que ha sido señalado por Trump por dejar que avanzara la investigación del Rusiagate. Es decir, contra él nadie, contra él nunca.

Esto último es parecido a la bancada de Morena en el Senado, que pretende posponer el cambio de PGR a Fiscalía hasta 2027, con ello el Ejecutivo controlaría orgánicamente la procuración de justicia. Una contradicción con lo que siempre han postulado.

AMLO abre flancos delicados. Tan sólo esta semana, tras apaciguar a algunos de los empresarios viudos de Texcoco, el solo rumor de la iniciativa para disminuir comisiones bancarias tiró la bolsa de valores. El efecto llegó a la bolsa española por la pérdida que ello supone para sus principales bancos (BBVA Bancomer y Santander). Pero Andrés Manuel salió al día siguiente y los mercados reaccionaron.

Igual que Trump, López Obrador enfrenta el riesgo de traspasar la frontera de la división de poderes: dice que es respetuoso del Legislativo (refiriéndose a la iniciativa del senador Monreal), pero Yeidckol Polevnsky lo contradijo señalando que es inaceptable que se presente una iniciativa sin el visto bueno del de Macuspana. A final de cuentas, el pre-presidente hizo un rescate bancario con su solo dicho, algo que disfruta enormemente Trump: paladear su poder con los anuncios que salen de su boca.

Es verdad que México es el país en el que más ganan los bancos por el cobro excesivo de comisiones, pero de nuevo encontramos ideas aisladas y falta de estrategia. Si se va a reducir por vía de legislación –lo que no parece malo–, el Estado debería tener acercamiento con los mercados, etapas definidas, rumbo trazado en lugar de contradicciones mediáticas y sobresalto de las monedas y las bolsas por falta de comunicación interna.

Con la prensa, como a Trump, pareciera que tampoco le gusta estar en paz: siempre hace algún señalamiento, se queja de las críticas, desvía los cuestionamientos (el discurso extraviado cuando le preguntaron por el hospedaje de su hijo en Madrid fue todo un galimatías) y califica a los periodistas de fifís cuando lo critican; supongo que nunca leyó a Krause cuando refiere que "la absoluta asimetría de poder entre la Presidencia y la prensa implica para aquella la máxima tolerancia y para esta la máxima libertad".

Correligionarios, adversarios del pasado, división de poderes, oposición, prensa, banca y empresariado. Gobernar es cosa de un equilibrio delicado entre varios centro orgánicos públicos y privados que conforman una interrelación que cualquier presidente puede poner en peligro con bravuconearías, imprudencia, soberbia o ignorancia. Lo ha hecho Trump. López Obrador se alejó de todo ello en su primer mensaje tras ganar la elección, pero el aeropuerto, el vaivén de las comisiones bancarias, el calificativo de fifís y algunos de sus correligionarios y nuevos aliados, hacen sombra de boxeo antes del primer round. Debería de poner sus barbas a remojar.

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