Salvador Nava Gomar

Síndrome de abstinencia

El columnista hace una analogía del Mundial de Rusia 2018 con la situación del país y las elecciones.

MOSCÚ.- Ansiosos por la emoción y preocupación que provoca la incertidumbre; divertidos y expectantes por el futbol, y saturados y nerviosos por las elecciones pasadas. Así estuvimos por largas semanas. Ahora padecemos algo parecido al conjunto de alteraciones (psíquicas y físicas) del sistema nervioso central, que aparecen en una persona cuando de manera brusca deja de consumir una sustancia a la cual está habituada o es adicta (especialmente una droga), y nos atacará a muchos tras el espectacular Mundial de futbol y la vasta victoria de Andrés Manuel López Obrador. "¿Y ahora que naranjas vendemos?", diría la marchanta del chiste, tras vender todos sus cítricos.

Andrés Manuel nos cautivó con gusto y disgusto desde hace 18 años, cuando llegó como jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal y ya se llevaba las notas matutinas con sus conferencias de prensa tempraneras, madrugando diario, literalmente, al presidente Fox. Nunca paró. Pocas ideas que a fuerza de repetición lo llevaron a la Presidencia, que asumirá tan pronto pase la lenta transición de los 5 meses que ya transcurren.

Se convirtió de declaración en declaración en el candidato opositor oficial. Deja huérfanos a analistas, politólogos y opinadores. Fue tal el sismo de su victoria que aún no hay quien le supla cómo líder oposicionista. Aún no se dibuja su gobierno, no se sabe el rumbo de su partido-movimiento y los derrotados no se han levantado tras las heridas en la batalla.

Así como no sabemos quién tomará las riendas de la selección de futbol, ignoramos quién conducirá al PAN, al PRI y al PRD. A diferencia del equipo nacional, donde jamás hemos tenido continuidad y el técnico Osorio podría ofrecerla con una perspectiva realista de futuro, tanto Acción Nacional como el Revolucionario Institucional y el de la Revolución Democrática necesitan cambiar de aires. Los azules deben volver a las tradiciones democráticas y deliberativas que destrozó Anaya; los tricolores deberían intentar dejar el parque jurásico de una vez y tratar de conciliar sus postulados revolucionarios con sus juventudes, si es que eso es posible; y los amarillos definir cómo ser oposición de izquierda moderada y moderna frente a un carro completo más rojo que sus rancios apotegmas progresistas.

Habremos de seguir al presidente López Obrador desde la perspectiva de la contención democrática, pues sus números le permitirán conducirse sin contrapesos reales. Bien dice Hannah Arendt que "fundamentalmente, entre los factores estabilizadores más resistentes que las costumbres, los usos y las tradiciones, son los sistemas legales los que regulan nuestra vida y nuestros asuntos cotidianos con los demás". Veremos sin AMLO cede o no a la tentación del modelo priista premoderno del que tanto se quejó. Veremos si el partido puede conducirse ajeno al dedo del presidente. Veremos si Morena tiene la capacidad de escuchar a las minorías parlamentarias en los congresos federal y locales aunque no necesite de sus votaciones. Veremos si habrá soberanía estatal y autonomía municipal más allá del líder supremo, o si volverán las fatídicas facultades metaconstitucionales de las que se quejaba Jorge Carpizo.

Veremos si la selección nacional puede continuar el impulso dado por el técnico que logró una estrategia para vencer al entonces campeón Alemania; y lo más importante, veremos también si podemos superar el síndrome de abstinencia y trabajar sin hacernos el espacio que encontrábamos para ver los partidos de Rusia, sumarnos al esfuerzo nacional que se requerirá frente al masivo despido de tantos funcionarios que inflaban los lujos de otros funcionarios fifís; e invertir y ahorrar frente a la probable desaceleración económica que generarán algunas políticas económicas que aún no se ven con claridad.

Habrá que ser pacientes para observar sin el morbo que trae consigo la curiosidad del "quién ganará", tanto en las elecciones como en el futbol. Entraremos a una calma expectante. La algidez se fue, los spots por fin se callaron y las noticias serán más aburridas. Entrará el ansia propia de la abstinencia.

El ímpetu de los chicos de Croacia, que de la infancia rota por la trágica historia de su política llegaron a jugar con una garra descomunal una final del mundo (que tuve el privilegio de presenciar con mi hijo Mateo y cuyo desenlace es posterior al correr de esta tinta), me da esperanza en la generación de mis hijos, para que del narco y la corrupción puedan vivir en una época en la que no se ansíe un cambio provocado por el hastío de la derrota, en el que la tranquilidad, tanto pública como deportiva, no genere síndrome de abstinencia.

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