Salvador Nava Gomar

Victorias transferidas

El columnista escribe de los números que dan a Morena, PT y PES una mayoría sin igual en la historia reciente de los gobiernos divididos en México.

El arrastre de votos con que inundó al país Morena, equipo y colaboradores de Andrés Manuel López Obrador no sólo obedeció a la persistencia, aprendizaje y táctica del tabasqueño, así como al hartazgo de la ciudadanía del gobierno y su partido, sino que hubo además una estrategia calculada para arrasar en el Congreso de la Unión.

Los números que componen la integración en las cámaras de Diputados y de Senadores, de acuerdo con las constancias de legisladores que entregó el INE, da a Morena y sus aliados PT y PES una mayoría sin igual en la historia reciente de los gobiernos divididos en México.

El tema fue impugnado por los partidos de oposición y, cosa rarísima, según lo anunció el propio PT en la sesión de Consejo General, también por ese partido que contendió palmo a palmo con AMLO, consiguiendo sobrevivir una vez más a la prueba de las urnas, que le exige un porcentaje mínimo del 3 por ciento para mantener el registro y las prerrogativas que ello supone.

Los legisladores de representación proporcional (plurinominales) permiten pluralidad en las cámaras (no sólo acceden a ellas quienes ganan las elecciones de forma directa en cada distrito o entidad) y acercan, lo más posible, el porcentaje de votos recibidos con la conformación de legisladores. Por ejemplo, supongamos que sólo compiten dos partidos y uno gana en todos los distritos, pero sólo con el 51 por ciento de los votos contra el 49 por ciento del partido perdedor. Si no existieran los plurinominales, el partido ganador tendría el 100 por ciento de los escaños y el 49 por ciento de la población que votó por el segundo lugar no tendría a un solo representante. Lo que permite la fórmula de asignación es, repito, acercar en la medida de lo posible la votación con los representantes efectivos.

La fórmula es compleja y tiene varios componentes, entre ellos que ningún partido puede tener más o menos del 8 por ciento de sobre o subrepresentación. Pues bien, Morena diseñó una estrategia para enviar a competir a candidatos de sus filas postulados por otros partidos (PT y PES) y con ello logró tres cosas: no rebasar el tope de triunfos que imposibilitaría alcanzar más legisladores de representación proporcional; conseguir que sus bancadas parlamentarias se ensanchen con legisladores de su partido (que llegaron postulados por otro), y que sus aliados mantengan el registro (el PES no pudo).

Lo denuncian por fraude a la ley, y al margen de lo que decida el Tribunal Electoral, hay algunos datos que no pasan desapercibidos en la atípica transferencia de victorias. El PT, por ejemplo, en 2012 logró 2,288,894 votos, la mejor votación de su historia, votos que le consiguieron 4 curules de mayoría relativa; mientras que en el actual proceso obtuvo menos votos: 2,210,998 y ¡58 curules! de mayoría relativa, ninguno de ellos con votación mayoritaria porque los ganadores fueron militantes de Morena. El caso del PES es igualmente extraño: obtuvo 56 curules de mayoría relativa cuando no consiguió ni el 3 por ciento de la votación en ninguna de las elecciones federales.

Compare los resultados históricos en la Cámara de Diputados: el PAN obtuvo alrededor de 58 curules con 8,323,529 votos, en 2015, y 12,895,902, en 2012. Es clara la distorsión del sistema.

Hoy las cifras arrojan una diferencia del 17.42 por ciento entre el porcentaje de votación recibido por la coalición "Juntos Haremos Historia" (43.58 por ciento) y el porcentaje que, de quedar las cosas como están, representarán en la Cámara de Diputados sus legisladores: el 61 por ciento la cámara con 307 diputados.

La coalición "Por México al Frente" (PAN, PRD) está subrepresentada por -1.7 por ciento, lo que es permitido en la fórmula de asignación; no así el caso de la coalición conformada por el PRI, el PVEM y Panal, con una subrepresentación de 11 por ciento: obtuvo el 23.6 por ciento de los votos, y representa, con 63 diputados, sólo el 12.6 por ciento de la Cámara.

Cuando fui magistrado de la Sala Superior voté, junto con mis colegas, una jurisprudencia para permitir la libre configuración de candidatos entre los partidos coaligados (los llamados diputados sandía: verdes por fuera y rojos –PRI– por dentro). Creo en la libertad y sus expresiones, pero con este tipo de estrategias ya dudo de la realización de los principios que dieron vida a la representación proporcional. La ley no lo prohíbe, así que el Tribunal definirá el rumbo: apego a las reglas o a los principios. Su decisión fijará la composición geopolítica nacional y la posibilidad para reformar la Constitución e interponer acciones de inconstitucionalidad por las minorías parlamentarias; es decir, la única probabilidad de limitar, con controles jurídicos, la avasallante victoria –también transferida– de Morena.

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