Samuel Aguilar Solis

¿Hacia dónde va la alternancia?

Samuel Aguilar cuestiona qué sigue ahora que la sociedad le otorgó a Morena el poder para llevar a cabo la transformación ofrecida.

La alternancia política que la ciudadanía de manera mayoritaria demandó ejerciendo su soberanía el pasado 1º de julio en México no sólo significó la sustitución de un grupo gobernante por otro, sino marcó un claro cambio de rumbo, incluso un cambio de régimen. Dicha alternancia es producto no sólo de la voluntad ciudadana, sino de una democracia que optó por un profundo cambio institucional, de la mano de quienes ofrecieron acabar con privilegios, gobernar con austeridad, combatir con el ejemplo la inseguridad y se convirtieron indudablemente, en una alternativa impulsada por las interminables reformas electorales, que esperaban una elección cerrada y gobiernos divididos.

Esta alternancia abanderó una profunda transformación institucional, de programas y de ideologías, que se aglutinó en torno al cumplimiento de las promesas de campaña que debieron estar acompañadas de un profundo análisis no sólo del descontento social haciendo una excelente comunicación política y mercadotecnia, sino de un mayor análisis de la viabilidad de las promesas ofrecidas.

Esta larga y anticipada transición ha anunciado austeridad y reformas profundas, pero también ha empezado a toparse con una realidad que ha obligado al grupo triunfador a reconsiderar la posibilidad de cumplir con lo ofrecido durante la campaña, así como a enfrentar las consecuencias de algunas contradicciones en la selección de funcionarios de primer nivel y en la actuación de quienes ya están empezando la difícil tarea de gobernar: el Congreso de la Unión.

La alternancia en el poder implica remoción pacífica de los gobernantes en turno, y hasta hoy, la comunicación no se ha roto a pesar de que México tiene hoy dos presidentes que parecen estar en funciones, con visiones distintas y con un margen de diferencia de popularidad abismal.

La alternancia que se ha hecho llamar la cuarta transformación por el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, ha estado marcada por una prisa sin precedentes que hasta hoy, ha puesto a la sociedad dividida ya desde la elección en un enfrentamiento en redes sin afectar hasta hoy la aprobación del presidente electo. Sin embargo; resulta preocupante atestiguar la falta de argumentos y el cambio de rumbo que parecía tener claro el gobierno que está a casi 10 semanas de tomar posesión, generando incertidumbre en un contexto ya incierto con variables exógenas que generan incertidumbre, como la negociación del Tratado de Libre Comercio con América del Norte, el impacto en los mercados financieros de la implementación de las medidas anunciadas desde mucho tiempo antes de poderse implementar, así como algunas endógenas como el futuro de la reforma energética.

Además, a pesar de un cambio institucional con una mayoría abrumante, propone puntos de acuerdo para exhortar al gobierno federal a vulnerar nuestra Carta Magna, suspendiendo las evaluaciones a docentes, por ejemplo, en lugar de ejercer su facultad legislativa y proponer iniciativas para reformar las leyes que conforman la reforma educativa. Especial mención merece el acuerdo alcanzado para modificar la Ley de Remuneraciones de los Servidores Públicos, frente a la falta de acuerdo para reducir el sueldo a legisladores.

Sí, la sociedad le otorgó a Morena el poder para llevar a cabo la transformación ofrecida, la oposición rota y desgastada aún no ha alcanzado a entender su papel en esta transición, pero la sociedad no dará tregua en sus demandas y la moneda aún está en el aire ¿Hacia dónde va esta transición?

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