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El mesías empecinado

El titular del Ejecutivo construye un mundo paralelo, y cuando se estrella contra la realidad, culpa a otros o presenta pretextos; pero sigue su camino, estrellándose.

La larguísima campaña se caracterizó por la infinidad de promesas imposibles. Por inercia o incapacidad de ver la realidad, esos ofrecimientos siguen, ya desde Palacio Nacional. Todo indica que es lo segundo: el titular del Ejecutivo construye un mundo paralelo, y cuando se estrella contra la realidad culpa a otros o presenta pretextos, pero sigue su camino, estrellándose. El golpe contra la pared no le afecta, se obstina en decir que no hay pared, o que ésta habrá eventualmente de derrumbarse ante su fuerza y empuje.

Si algo muestra el desabasto de gasolina es al mesías empecinado: la estrategia no se cambia porque va a funcionar o porque, aunque no lo parezca, está funcionando. Los costos de paralizar parte del país no cuentan porque no se registran en su balance mental. Lo que cuenta es que las acciones contra el huachicoleo ahorraron 2 mil 500 millones de pesos. Hubo ahorro porque se recortaron salarios. Se pagan bonos del aeropuerto con dinero proveniente de esos mismos bonos y por tanto no hay deuda. Los costos del desabasto (imposibles de estimar), las renuncias o despidos de personal altamente especializado, el impacto de tirar a la basura un aeropuerto de talla internacional con un avance importante en construcción no existen. Cuando cuenta el dinero, solo considera el que aparece en el cajón.

Ese empecinamiento es lo preocupante cuando se derrumben los numerosos castillos de naipes que está construyendo López Obrador. Porque en dos años México no tendrá un sistema de salud como el inglés, danés o canadiense. Quizá en papel, claro, con acceso universal gratuito a la infraestructura de salud existente en todo el país, pero sin médicos, enfermeras, aparatos o medicinas ni siquiera remotamente suficientes. Porque en tres años no estará funcionando la refinería de Dos Bocas, y muchos menos México habrá dejado de importar gasolina. Porque Santa Lucía tampoco estará terminado como aeropuerto civil en tres años, y menos existirá el sueño guajiro de un Sistema Aeroportuario Metropolitano que sería superior al destruido hub internacional de Texcoco.

¿Cuál será la defensa, los pretextos, a esgrimir cuando el mesías se estrelle contra la realidad de que sus castillos de arena no resistieron las olas de la realidad? Imposible de saber, pero el desabasto de combustibles muestra que lo que se carece en conocimiento se suple con imaginación, y que los funcionarios del gobierno estarán listos para secundar a su jefe. Los inteligentes y preparados, no abundan pero los hay, han mostrado lo que se necesita para el cargo: obedecer y justificar.

Algunos mesías empecinados no dañan, o tienen escaso impacto, entre aquellos seguidores que encuentran. Eso cuando la falta de poder no les permite concretar sus fantasías sin cimiento financiero o técnico. Pero en ocasiones se les otorga un mandato democrático, en el caso mexicano masivo. A diferencia de los cuentos de hadas o aquellos encabezados por mesías, esas fantasías no tienen finales felices.

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