Econokafka

Epitafio peñista

Hoy termina el sexenio de Peña Nieto y el balance es negativo; el peor en varios sexenios, donde uno de los asuntos más graves fue la corrupción.

Una lástima Enrique, el desperdicio de tu sexenio. Los 2 mil 191 días concluyen hoy, y el balance ya es claro. Pudiste ser un gran presidente, en cambio fuiste el peor en varios sexenios. Lograste lo impensable, vigorizar a un PRI herido, solo para enterrarlo en definitiva. Buscaste modernizar al país y convenciste al electorado de votar masivamente por quien ofrecía meter reversa. Durante los meses de transición te ha correspondido el triste papel de ser mudo testigo del funeral adelantado de tu legado, sin siquiera atreverte a meter las manos, acomodaticio para no incomodar al enterrador.

Leíste mal al pueblo que votó por ti, o más bien entendiste lo que te convenía. Tu aplastante derrota se explica porque pensaste que un jefe de Estado debe ofrecer boato, elegancia, un aire de opulencia. Del inicio hasta el fin del sexenio, la revista ¡Hola! parecía tener tanta relevancia como el Diario Oficial de la Federación. Validaste ser un candidato que parecía salido de una telenovela con un gobierno que pretendió seguir con la feliz narrativa. Si los pobres seguían ávidos en la pantalla chica los capítulos de una familia rica en su mansión, imaginaste que se deleitarían de tener a un residente joven, con porte, reproduciendo el guion. El pueblo mexicano, con millones en pobreza, en cambio compró la oferta de otro político que, por el contrario, presumía de traer 200 pesos en la cartera.

Más grave fue la corrupción. Si no tuya, de muchos que te rodearon, y que descaradamente solapaste. Si no mataste a la vaca, le agarraste con firmeza la pata. Odebrecht ha sido un huracán en América Latina mostrando la podredumbre de las clases gobernantes. En tu gobierno no pasó de una tenue brisa.

En ocasiones, pocas, fuiste el presidente Peña Nieto que debió ser: un procurador federal del Consumidor cesado fulminantemente porque un familiar usó inspectores para mostrar su desagrado con un restaurante; el encargado de la Comisión Nacional del Agua igualmente renunciado porque usaba los helicópteros de la entidad como taxis. Pero cuando se trató de escándalos graves, tren México-Querétaro, Odebrecht, Paso Express de Cuernavaca, esas casas de ensueño, los gobernadores rapaces con uñas largas, entonces la corrupción era "algo cultural". Sin duda, le rindieron culto muchos de aquellos que te rodearon, con total impunidad. Ideológicamente contraria a la de López Portillo, tu administración es equiparable en la podredumbre asociada al quehacer público.

Reformas transformacionales, sin duda, hoy en entredicho, o por convertirse en letra muerta. Tu gobierno no solo se mostró a los ojos de la ciudadanía como un palo de gallinero, sino que dicha suciedad contaminó las ideas. Por años se habló de las necesarias 'reformas estructurales'. Ahora es una expresión tóxica que cualquier político evita. Abriste la puerta para que tu sucesor se regodee en proclamarse como 'antineoliberal'.

El epitafio de tu sexenio es simple: ofreció servir, prefirió servirse.

COLUMNAS ANTERIORES

El Plan H de Claudia Sheinbaum
No son iguales, fueron peores

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.