Peras y Manzanas

Pensando el futuro

En la llaman cuarta revolución industrial hay materiales que pueden cambiar de forma, pero sobre todo, de función, de modo autónomo.

Materiales inteligentes que se adaptan a diferentes condiciones y cambian de forma con el paso del tiempo. Impresión en 3D desde casas hasta órganos que pueden reemplazar a los humanos. Impresión con biotinta de células vivas. Drones que mapean la selva y ayudan a combatir depredadores. Para algunos aún usamos papel y lápiz para escribir y nuestro gran dominio de la tecnología consiste en saber usar Excel y algunas apps en los teléfonos, ver de primera mano esos avances obliga a repensar el ritmo y los alcances de la llamada cuarta revolución industrial.

Las revoluciones industriales cambian la forma de producir. La disrupción en la forma en la que los factores de producción se organizan, o los cambios en los propios factores de producción, da oportunidades a quien es capaz de aprovecharlas, pero deja fuera a los que no están listos para asumir el cambio.

The Economist utiliza un ejemplo interesante. Cuando Thomas Edison construyó los primeros generadores de electricidad en Nueva York y Londres, a finales del siglo XIX, la mayoría de las fábricas reaccionó con lentitud y algunas con franca oposición porque su línea de producción giraba en torno a las máquinas de vapor (que habían sido disruptivas a su vez un siglo antes). Para poder aprovechar las ventajas que traía la electricidad, los empresarios tuvieron que aprender a pensar de una forma distinta y quienes fueron capaces adaptarse a la nueva tecnología obtuvieron sus beneficios. No se trató de un asunto de ingeniería o de mecánica, fue un tema de mentalidad y de capacidad de adaptarse al cambio.

La semana pasada tuvo lugar en Montreal un foro de negocios enfocado en el futuro. Pero no en un futuro de ciencia ficción, sino en ese futuro que se está construyendo hoy, con tecnología que ya existe y cuyas aplicaciones rebasan la imaginación de muchos. En C2 Montreal se presentaron ideas que en otro momento hubieran pertenecido a una película.

En una de las conferencias, Skylar Tibbits, del Laboratorio de Autoensamblaje del MIT, habló de materiales inteligentes, materiales cuya composición puede ser alterada de tal forma que cambien con el tiempo en el sentido para el que sean programados. Le llaman impresión en 4D. Pueden cambiar de forma, pero sobre todo, pueden cambiar de función. Son materiales que responden al tiempo, que se pueden reconstruir ellos mismos y adaptarse a diferentes ambientes y usuarios. No es un proyecto ni es un plan. Es una realidad. Los usos pueden variar desde materiales para construcción o para abrigo hasta aplicaciones médicas. ¿Las empresas constructoras, maquiladoras, de instrumental médico tendrán claro lo que viene?

Si bien la idea de los materiales inteligentes ya sonaba futurista, la presentación de Eric Gatenholm resultó más espectacular. Para el CEO de Cellink, la impresión en 3D de narices o de orejas es prácticamente algo del pasado. En su laboratorio se enfocan en la impresión de células vivas que pueden ser trasplantadas a otros seres vivos. Fusionan materiales como el colágeno con células vivas de órganos que pueden ser replicadas. Fue el padre de Eric quien lo introdujo al mundo de las ciencias, pero él mismo reconoce que él es únicamente fundador y CEO de esta empresa sueca profundamente disruptiva. El cofundador de Cellink y la mente maestra detrás de todos estos desarrollos es Héctor Martínez, mexicano por nacimiento, quien emigró a Texas con su familia a los 13 años, donde estudió ingeniería mecánica. Años después fue a estudiar a la Universidad Tecnológica Chalmers, en Suecia, ingeniería biomédica. Ahí conoció a Gatenholm y hoy es líder en esta nueva industria.

Más allá de la impresión de orejas o riñones, con lo maravilloso que suena, los avances en la tecnología cambiarán la forma de producir. El mercado laboral será distinto al que hoy conocemos. En el mercado laboral mexicano aparentemente existe una discrepancia entre lo que los empleadores necesitan y lo que la población puede ofrecer.

Probablemente ni siquiera nos imaginamos los choques que el mercado laboral sufrirá cuando veamos estos cambios tecnológicos más de cerca. ¿Será entonces cuando queramos resolver de fondo el tema educativo?

Escucho en algunas propuestas de los candidatos a la presidencia hablar de hacer el campo más eficiente, de dar fertilizantes para hacer las parcelas de los pequeños agricultores más productivas. Oigo propuestas de transferencias aquí y allá, salarios rosas, apoyos a estudiantes y a no estudiantes, a adultos mayores, a amas de casa, subsidios a la gasolina, precios de garantía, autosuficiencia alimentaria. Pero no ven lo que viene.

Hace bien The Economist al señalar que la aversión al cambio no proviene de un tema de ingeniería o de mecánica. En los periodos electorales queda más claro que nunca que el problema es no querer aceptar la realidad y la cercanía del cambio.

COLUMNAS ANTERIORES

La polarización como estrategia
Las palabras no se las lleva el viento

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.