Victor Manuel Perez Valera

E. Kübler-Ross: más allá de la muerte

El columnista aborda los aportes de la doctora Kübler-Ross, pionera de la tanatología, que estableció las siete etapas de los moribundos.

La pregunta por el sentido de la muerte surge en todo ser humano, y en toda época de manera apremiante e ineludible. Al presentar la muerte como lo último y fin de la vida le da a ésta el sentido y la finalidad última. En otras palabras, la vida tiene sentido, si la muerte tiene sentido. La muerte nos impulsa a vivir una existencia más auténtica, a aceptar nuestra finitud, a relativizar la acumulación de bienes y las funciones sociales pero, sobre todo, a abrirnos al principio esperanza que está en el fondo y en lo más profundo del corazón humano.

Al final de la década de los 50 surge una nueva ciencia, la tanatología, o tratado sobre la muerte. Es una ciencia multidisciplinaria que es enriquecida con los aportes de la antropología, la sociología, la filosofía, la teología y la psicología.

La psicología, en particular, ha descubierto una veta muy interesante al tratar de investigar las etapas por las que pasa el moribundo. En este campo es pionera la Dra. Elisabeth Kübler-Ross, la cual codificó varios cientos de entrevistas. Ni en la selección de pacientes, ni en la entrevista y en la codificación se respetan los cánones clásicos de la encuesta sociológica pero no obstante eso, es notable la objetividad de su trabajo: respeto a la persona, preguntas no directivas.

Se puede decir que a grandes rasgos todos los moribundos pasan por siete estados: shock, negación, enojo, depresión, regateo, aceptación y esperanza. Las últimas etapas suelen coexistir con la esperanza.

La primera etapa es de choque, de sorpresa: "¿Yo?", como dice M. Buber, "el orden humano del ser es desmantelado"; luego viene la fase de negación: "No, yo no";. Enseguida surge la reacción de ira: "¿Por qué yo?" (Primero la negación de la realidad, luego la sublevación ante ella); la cuarta etapa, de depresión generalmente, es la más larga: "Sí, yo". La quinta fase es de regateo: "Sí, yo, pero…", se hacen pactos consigo mismo, con Dios, con la muerte, se hacen promesas y juramentos. A continuación el moribundo entra en una zona de paz al aceptar su situación: "Ya llegó la hora, está bien".

No se trata de una aceptación pasiva de brazos caídos, sino que se empieza a vislumbrar otro horizonte, se comienza a aceptar otro modo de vida. Aquí, con la decatexis, que pone fin a la comunicación y aun antes de ella, se constata un hecho admirable, la esperanza: "Sí, está bien, sin embargo…". De múltiples maneras se percibe, suavemente, tenuemente, un cierto tipo de victoria… el descubrimiento de una medicina… una curación milagrosa… la conciencia de que la muerte no es el fin de todo.

A grandes rasgos, el descubrimiento de la Dra. Kübler-Ross ha sido confirmado por otros estudios psicológicos y por el análisis de los diarios de algunos moribundos. La misma doctora admite que no necesariamente todos pasan por estas etapas, ni todos las padecen en el mismo orden, y mucho menos de la misma manera. No existe una muerte igual a otra, ella es como las huellas digitales: cada uno lleva dentro de sí su propia muerte.

Al final de su vida la Dra. Kübler-Ross destacó tres etapas al momento de la muerte. La primera: ante la muerte del cuerpo, el alma percibe todo lo que le rodea: gestos, actitudes, palabras, llanto; en segundo lugar, el cuerpo se siente completamente sano, libre de todas las carencias que tuvo en vida: parálisis, sordera, ceguera, etcétera; en tercer lugar, se cruza un umbral, puente o túnel en el que se encuentra una luz blanca que invade a la persona de bondad y amor. En segundos toda la vida pasa por la mente, esa que debimos aprovechar mientras la teníamos.

Estas ideas nos las transmite esta gran tanatóloga en su testamento espiritual. "¡No creáis en la utopía científica de que mediante la técnica y las píldoras se pueden arreglar las cosas! La técnica y las píldoras son inhumanas cuando no se alían con el espíritu del amor. ¡No apostéis por el moderno sacerdocio de psicólogos y psicoterapeutas, ni en sus promesas curativas! No están en disposición de cumplirlos. ¡No os dejéis llevar por la ilusión de que los líderes políticos, sectarios, cuando no sagaces, arreglarán vuestros problemas! Os utilizarán únicamente para fines egoístas. Sin embargo, ¡no caigáis en la resignación de aceptar que no hay esperanza! La verdadera esperanza supera lo alcanzable y lo inalcanzable de este mundo".

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