Ana Teresa Carpizo enviudó a los 29 años. Su marido falleció en un accidente de aviación. Tenía seis hijos que mantener, así que empacó y partió a Inglaterra en búsqueda de distancia, oportunidades y, sobre todo, autonomía. Lavó ropa y auxilió familias en sus tareas domésticas durante dos años en los que sus criaturas se formaron en internados. Para su madre, la educación era prioridad.
Trabajadora y emprendedora, Ana Tersa Carpizo fundó, muchos años después, una comercializadora de equipos médicos. Pero antes de eso contrajo matrimonio por segunda vez con Felipe Pardinas Illanes, un sacerdote jesuita que dejó el oficio por ella. Tuvieron un único hijo, al que llamaron Juan.
Pardinas Illanes era un extraordinario profesor universitario. El edificio de arquitectura de la Ibero fue bautizado en su honor. También dio clases en la UNAM, donde fue un pionero en el estudio de estadística. "Conozco pocas personas con mayor nivel de curiosidad intelectual que mi papá. No solo quería saber; sentía un verdadero gusto por aprender".
Ana Teresa Carpizo y Felipe Pardinas no prosperaron como pareja, pero Juan iba contento a casa de su papá la mitad de la semana. Miraba con curiosidad las revistas que llegaban ahí: unas especializadas en finanzas, otras en estadística y sus favoritas, las de naturaleza. El niño pidió las suyas –National Geographic y alguna otra sobre animales– y padre e hijo se sentaban juntos a leer. "Las pasiones se contagian", dice Juan Pardinas.
El muchacho no recibió una educación religiosa rígida y formal. Sin embargo, su padre le leía historias bíblicas y mitológicas, como el Rey Mono. Estaba obsesionado con la cultura china. "Fue el primer país que visité con él, a los nueve años. Mi padre le tenía admiración a China por haber pasado del feudalismo medieval a un comunismo que se acabó transformando también".
Su vida académica también fue influenciada por la pasión de su padre por Asia, aunque un momento trascendental fue su paso por la Facultad de Ciencias Políticas. "Soy hijo, nieto, hermano y sobrino de profesores de la UNAM. Estudiar en la UNAM era una ruta, un destino familiar".
La experiencia del campus universitario lo impactó. "La mitad del aprendizaje en la UNAM ocurre afuera de las aulas. La vitalidad política de la universidad y la controversia permanente con muchos estudiantes con los que no compartes la visión del mundo forman tu educación política. La UNAM me dio un aprendizaje sobre la complejidad política en México que atesoro muchísimo".
Pardinas estudió la maestría en Economía, en Japón, donde vivió tres años y donde se fogueó como corresponsal de la CNN en español. Cubrió, entre otros eventos, las elecciones en Filipinas y en la India y la muerte de la Madre Teresa de Calcuta.
Quiso ser periodista. Empezó a forjarse a los dieciocho en El Nacional, de José Carreño Carlón, pero desechó la idea porque Lourdes Quintanilla, una maestra que tenía una gran influencia sobre él, insistía en que el rigor del que carece el periodismo mexicano sólo lo encontraría en la academia. También entendió que los problemas que enfrentaba el gobierno de un país están más enfocados en la economía que en la política, aunque asociados a ambos, y entonces surgió la oportunidad de tomar una beca y "de enfrentar mis curiosidades familiares derivadas de Asia".
El director del Instituto Mexicano para la Competitividad ahora puede hacer las dos cosas. El trabajo de investigación que realiza el instituto y su creciente participación en el debate público le permite combinar ambas venas, la de periodista y la de investigador.
Tras una pausa en México, completó sus estudios con el doctorado en la London School of Economics. A pesar de los distractores propios de la ciudad y la universidad, donde continuamente están pasando jefes de estado e intelectuales de primera a dar conferencias, se tituló.
El año próximo, Pardinas cumplirá diez años en el IMCO. Primero fue encargado del área de finanzas públicas y más adelante concursó para encabezarlo tras ser postulado por el consejo. La mitad de esos años ha sido el director, después de Roberto Newell, su mentor. En los primeros meses de la renovación de su segundo periodo, labora en el sitio ideal: aquel en el que se utilizan evidencias, datos y argumentos para enriquecer y participar de una manera más activa en la arena pública.
En ese tiempo el IMCO se ha convertido en un actor relevante. "La estrategia es garantizar, primero, investigación muy rigurosa. Cada dato y cada frase que publicamos es revisada por seis pares de ojos para asegurarnos de que nuestra información está blindada. La mitad de la chamba de las gallinas es poner el huevo, la otra mitad es cacarearlo. Esa es nuestra filosofía. Y participar en el mercado de ideas del país y tratar de llegar a la mayor cantidad de gente con nuestra evidencia, nuestros argumentos y puntos de vista".
El IMCO cobró mayor visibilidad y relevancia en 2014, cuando hizo públicas las nóminas magisteriales, y su manejo desordenado y corrupto. "De un golpe logramos enfurecer al SNTE, a la CNTE, a una decena de gobernadores, a la SEP y al gobierno federal".
-¿Cómo construyen su agenda?
-Tenemos muchos carriles para la selección de proyectos; hace tres años entramos en el debate de la reforma energética a partir de un artículo que publicó el presidente Peña Nieto en el New York Times afirmando que ésta era una de sus prioridades de gobierno. Encontramos que teníamos un sector energético más cerrado a la inversión privada que el de Corea del Norte o el de Cuba. El tema de la corrupción desgraciadamente se impuso. También nos metemos en temas que no están en el debate público, como lo era hace diez años la falta de transparencia en los presupuestos y el gasto público estatal. Ahora estamos investigando el asunto del uso de efectivo en la economía mexicana. Deberíamos dejar de usarlo, los gobiernos estatales no deberían hacer ningún pago en efectivo porque es dinero que no se puede fiscalizar. Es como de ciencia ficción… Y no me preguntes qué viene después. No tengo visión de futuro. Vivo al día. Vivo en tiempo presente.