PUEBLA.- Un total de 14 "jicaritas" acomodadas en dos líneas sobre el suelo muestran la mercancía que Carmen ofrece en su pequeño espacio del Tianguis de Tepeaca. Ya han pasado cuatro horas desde que llegó con su hija –desde las 6 de la mañana- después de un viaje de casi 50 minutos antes de que el sol apareciera, y aún le restan otras seis horas de trabajo.
Es viernes, y la actividad de los comerciantes inunda los sonidos de la plaza. En medio de costales de maíz y verduras de varios tipos, Carmen despacha a una clienta con la que intercambió dos "tantos" de huaxquelite –una planta de hojas tiernas que se come en tacos o como ingrediente para las salsas- por media jícara de maíz.
"La media jicarita es de medio kilo. Yo cambio mis verduras por maíz blanco o azul, que ocupo para mis animalitos, porque tengo pollos. Pero en lo que va de la mañana, ya también he conseguido hojas de elote para tamales, chiles en vinagre caseros y hasta una vasijita de barro".
Carmen Robles lleva dos años como comerciante de la sección de trueque del tianguis del municipio de Tepeaca, Puebla, que se instala sólo un día a la semana. Aunque este centro de comercio es uno de los más antiguos y grandes de México, los mercaderes de intercambio sólo ocupan un pequeño espacio de forma triangular hasta la parte final, donde se ponen de acuerdo para instalar sus 200 puestos.
En esta parte de Puebla, localizada a 35 kilómetros de la capital del estado, la gente se olvida de pesos y centavos, porque se comercia principalmente con base en medidas de jícaras (1 kg aproximadamente) o vasos pequeños de yogur (1/4 de kg). También se hacen tratos por "tantos de varitas" o por número de piezas, según el tipo de mercancía. A cada unidad establecida se le denomina "cambios", y se establece un número de ellos como el precio de cada objeto que será canjeado.
"Supongamos un zapato bueno, que no está gastado de la suela. Ustedes me piden 10 cambios y yo les ofrezco cinco, porque están buenos; pero si sus zapatos ya están gastado, yo sólo les voy a ofrecer dos o tres cambios de cualquiera de las verduras que se quieran llevar", explica Carmen, quien con este tipo de tratos ha conseguido juguetes para sus dos hijos pequeños.
En este mercado de trueque el maíz y el frijol son los productos centrales de intercambio, pero también se comercia con semillas, chiles, calabazas, limones, tomates, chayotes, nopales, guajalotes, gallinas, algunos alimentos preparados, y hasta ropa de segunda mano.
"Una vez me trajeron una pijama, y pues yo nunca había visto una, pero no la quise cambiar porque, digo, eso es como ropa interior y no se cambia. Pero las camisas, blusas o pantalones, por ejemplo, sí sirven".
Mejor que en un mercado convencional
Entre los puestos donde reposan algunos guajalotes que serán intercambiados en el transcurso del día, aparece Ruth Solís -62 años-. Lleva el mismo sombrero blanco de motivos negros que utiliza cada viernes para visitar el tianguis de trueque, y soportar el intenso sol de mediodía. En una mano, carga una bolsa con semillas de calabaza que intercambiará por su despensa semanal de verduras, tal y como lo aprendió de su madre: - Desde que me acuerdo, siempre venía con mi mamá al tianguis cuando era yo chiquita; y ahora vengo yo solita.
-¿Y es mejor que comprar en un mercado convencional?
-Sí, porque, por ejemplo, yo compro las semillas en 70 pesos, pero por esa cantidad no llevaría todo lo que me llevo. Hoy necesito cilantro, lechuga, chilitos verdes, tomates, verdolagas, cebollas y quintoniles –planta comestible- para preparar sopa. Si lo comprara, serían como 150 pesos, y no me llevo todo eso.
El tianguis se encuentra a 20 minutos del zócalo del municipio de Tepeaca, Ha variado de ubicación, tamaño y días de la semana en que se instala a lo largo de los años. Los habitantes estiman que el intercambio de productos es una costumbre que ha prevalecido por más de 5 siglos, sin importar la modernidad, las nuevas generaciones, los avances tecnológicos ni los nuevos sistemas de mercadeo.
Por eso es que el trueque en Tepeaca sigue aún con vida. Clientes y comerciantes entienden el mecanismo para duplicar sus ganancias sin dinero de por medio, tal y como se hacía en este mismo sitio desde la época prehispánica. Y desde aquellos tiempos, el tianguis se instala como si fuera un pedazo de pasado que no se deja consumir por el paso del tiempo.