CIUDAD DE MÉXICO. Ya tirado en el Periférico, Anthar Sosa escuchó que el acompañante del microbusero, que le cerró el paso y lo hizo caer de la motocicleta, gritó desde el vestíbulo del autobús "¡Ya te cargó la calaca!". Sintió la llanta del camión en su abdomen, se desmayó y 12 días después despertó entubado en el hospital de Traumatología de Villa Coapa, tras salir del coma.
Esa tarde del martes 19 de noviembre de 2013, el vehículo con placas 0460070, que circula por colonias populares de la delegación Álvaro Obregón, aplastó al joven de 22 años que escalaba en su carrera boxística. "Me pasó por encima del estómago", recuerda, sentado en su departamento, en la colonia Mixcoac, del que rara vez sale, después de que por su rutina deportiva, casi nunca estaba ahí más que para dormir.
En la entrada de su edificio, permanece la motocicleta destrozada, con un sello de la Procuraduría de Justicia del DF, la cual, según le han informado a la familia, está en el procedimiento del peritaje de tránsito para determinar la culpabilidad del chofer. "Todo va muy lento", dice Gilberto Sosa, su padre.
Consultada al respecto, la Secretaría de Transportes y Vialidad (Setravi) del DF se deslindó de la responsabilidad. Informó que las placas están en su poder y que por ahora, a más de cuatro meses del percance, el caso sigue en manos de la Procuraduría de Justicia, en la averiguación previa 5BJ/BJ1T1/2694/1311, la cual determinará si habrá sanción y cuál será.
Mientras, el conductor, Daniel González Calderón, está libre y sigue manejando un autobús de pasajeros. Con ayuda de los líderes de la Ruta 46, dos días después pagó 50 mil pesos de fianza para seguir el proceso en libertad.
Sin que Anthar despertara del coma y sin haber rendido su declaración, el Ministerio Público decidió calificar como delito culposo las lesiones y soltó al chofer. "Eso no fue un accidente, fue un intento de homicidio", reclama el padre de Anthar. La Comisión Nacional de Derechos Humanos concluyó que ni el actuar de la autoridad ni el del chofer constituyen una violación a los derechos humanos, pues el conductor no abandonó a la víctima en el lugar del "accidente".
Sueños truncados
Alejandro Anthar quería ser campeón mundial de boxeo. Todos los días corría 10 kilómetros. Ya era profesional. Peleaba a ocho rounds y se alzó con los Guantes de Oro en 2010 y el subcampeonato del Cinturón de Oro en 2011.