Cada vez que la lucha contra el delito violento se sale de control en Río de Janeiro, como ha ocurrido con frecuencia, el público mira hacia la asolada fuerza policial.
Las abrumadas fuerzas del orden responden que "la policía no es omnipresente", un deslindamiento de responsabilidades que también servía de reclamo laboral. La única manera de lidiar con los delincuentes de la ciudad, rezaba el argumento, era que las autoridades desplegaran más fuerzas y permitieran que la policía se armara más para contrarrestar el arsenal cada vez más sofisticado de los bandidos.
Ahora, gracias a los largamente esperados avances en prácticas policiales basados en tecnología, los tediosos temas recurrentes acerca de la seguridad pública pronto podrían quedar en el pasado.
Recientemente, autoridades de Río se aliaron con expertos en delito y líderes empresariales para lanzar una importante herramienta de monitoreo de delito: ISPGeo.
Si se usa adecuadamente, dicen los expertos, identificar los sitios de delito ayudará a las autoridades a comprender mejor los patrones de actividad ilícita y, por ende, optimizar los escasos recursos de seguridad.
¿Por qué tardó tanto Río? Después de todo, los beneficios de trazar los mapas del crimen son muy conocidos. En 1994, Nueva York lanzó CompStat, su plataforma, que desplegaba el fichero policial en mapas satelitales computarizados. Muchas ciudades del mundo han seguido esa iniciativa y la mayoría ha visto reducciones significativas del delito callejero, según Spencer Chainey, de la University College London, quien estudia la actividad de la policía en Latinoamérica y el Caribe.
"Constantemente oigo que la policía dice que no hay nada que se pueda hacer, porque el robo se debe a la crisis política o al desempleo", dijo. "Pero la policía puede hacer algo".
Lo que sobresale en Río no es la tecnología de avanzada, sino un cambio cultural. Una nueva generación de policías, ingenieros versados en tecnología y expertos de seguridad han unido fuerzas para minar macrodatos y concentrarse en variables puntos urbanos atribulados, permitiendo a estrategas de la policía desplegar patrullas en distritos que rara vez compartían información o coordinaban la vigilancia policial.
Tan solo actualizar el sistema computarizado requirió de cierto trabajo de limpieza burocrática: modernizar desactualizados mapas, evangelizar a la policía y poner fin a restricciones gubernamentales a contratos temporarios tercerizando la programación informática.
"Todo en el servicio público es un obstáculo", dijo Joana Monteiro, jefa del Instituto de Seguridad Pública de Río. Con ayuda de un centro de estudios independiente, el Instituto Igarape, y capital inicial del sector privado, Monteiro perseveró, y la fuerza policial de 78 mil integrantes del estado de Río, incluso vigilantes e investigadores, pueden usar datos de 40 crímenes diferentes, actualizados a diario.
Si bien el experimento en Río apenas comenzó, los resultados iniciales son reveladores: la mitad de los robos en el distrito metropolitano ocurrió en apenas 2 por ciento de la superficie de la ciudad en 2016.
Ello pone en entredicho algunas presunciones comunes acerca de la seguridad pública y podría servir para desbaratar camarillas burocráticas cuyas pujas sectoriales han frustrado la lucha contra el delito.
Un ejemplo clásico en Río es la rivalidad de larga data entre la policía militar, que patrulla las calles, y la policía civil, encargada de la investigación del delito.
Es un problema que Leonardo Graciano, capitán de la policía militar de Río, conoce muy bien. Graciano procesa datos de Baixada Fluminense, un dilatado distrito de la zona metropolitana del Gran Río con casi medio millón de residentes y unos 3 mil crímenes denunciados por mes.
Hasta hace poco, la policía anotaba los delitos en formularios de papel y un equipo de seis oficiales los ingresaba en planillas de computadora, finalmente cartografiando los datos con la ayuda de Google Maps.
"Podía tomarnos semanas rastrear la actividad criminal, y para entonces los criminales habían migrado", dijo Graciano. "Ahora puedo actualizar los mapas yo mismo, entrecruzando una serie de crímenes, y toma sólo unas horas".
La nueva herramienta cartográfica ayudó a Graciano a detectar y cerrar pasillos de delito no vistos, como el usado por una banda de ladrones que robaba automóviles en un vecindario y los enviaba a chatarrerías a varios kilómetros.
"Los mapas del delito son como encender un reflector sobre la ciudad", dijo Claudio Beato, secretario de Seguridad Pública para Belo Horizonte, la capital de Minas Gerais, el estado pionero en Brasil para el análisis del crimen basado en datos.
"Por increíble que parezca, la policía a menudo no sabe dónde están los distritos problemáticos del crimen hasta que los ven cartografiados".