¿Qué tienen en común una app diseñada para detectar el estado de deterioro de las plantas y una plataforma E-learning para aprender idiomas? A priori, parecería difícil encontrar aspectos comunes a estos desarrollos. Sin embargo, nuestra percepción puede cambiar si tenemos en cuenta un elemento esencial: ambos nacieron de una idea. Las ideas tienen poder. Muchas de ellas, como Internet y los dispositivos telefónicos, han cambiado la forma en la que nos relacionamos, no sólo entre nosotros mismos, sino también la manera en la que lo hacemos con el conocimiento y la información que recibimos.
Estas iniciativas que parecen ser cotidianas en nuestro contexto, requieren de todo un proceso que marque su evolución de proyecto a herramienta accesible. Si resumiera ligeramente ese desarrollo, diría que el primer paso está en identificar la necesidad, luego hay que investigar para potenciar el uso de la tecnología, proponer y compartir. Todo esto sin omitir un pilar transversal a todas estas etapas que es la innovación y, en términos sencillos, es ese componente que agrega mayor valor a nuestro desarrollo.
Mi experiencia me lleva a la conclusión de que la innovación y la tecnología nos empoderan, ofreciéndonos la posibilidad de resolver los problemas más grandes que se presentan en nuestro entorno. Pero eso no llega solo. La realidad es que, para contar con grandes desarrollos, necesitamos apoyar las ideas de grandes mentes que ya están pensando en soluciones a través de las cuales podemos contribuir al desarrollo de la región.
Bajo esta premisa, y hace poco más de seis años, nació en Google la iniciativa de premiar los mejores trabajos de investigación en América Latina -LARA (Latin America Research Awards)-. Desde ese momento, año tras año, otorgamos becas y contribuimos a financiar todos esos proyectos que tienen como propósito impulsar la innovación y la investigación en nuestra región. Es importante reconocer que las investigaciones que aportan soluciones innovadoras a los problemas de la vida real son aquellas que proceden de un proceso estructurado y diligente, orientado a expandir las fronteras del conocimiento. Para esta edición 2018, premiamos con 535 mil dólares entre 26 proyectos de investigadores provenientes de Argentina (2), Brasil (17), Colombia (5), México (1) y Perú (1), a quienes extendemos nuestro reconocimiento por desarrollar trabajos de alto impacto dedicados a resolver problemas complejos en materia de educación, salud, infraestructura y facilitando la interacción entre los dispositivos tecnológicos y las personas. Las investigaciones y las propuestas que recibimos se complejizan cada vez más, lo que es indicativo de los grandes esfuerzos que se están realizando en América Latina para avanzar en estos temas. Hoy contamos, por ejemplo, con proyectos que privilegian el uso de tecnologías de aprendizaje automático (ML) que pueden ser aplicados en distintos campos y ofrecen modelos de solución sostenibles y escalables.
Cuando leo todas esas propuestas de investigación, me convenzo de que tenemos potencial como región. A pesar de que aún tenemos un largo camino para recorrer, estamos haciendo lo posible por seguir avanzando. Lo veo todos los días a través de iniciativas como LARA y en cada espacio destinado a impulsar el talento latinoamericano dedicado a innovar y ofrecer mejores soluciones.
La clave para seguir progresando está en desarrollar un trabajo articulado, conjuntamente con la academia, que promueva el diálogo, el intercambio de conocimiento y amplíe los espacios de participación para impulsar todas esas ideas y proyectos que tengan como propósito transformar la sociedad. No existe solución innovadora que no nazca de una cultura que la promueva y donde la generación de conocimiento no sea posible. Teniendo esto en mente, la invitación es a trabajar. De esa manera seremos capaces de aprovechar todo el potencial que tenemos en América Latina.