Viajes

Hospédate como rey en esta casona colonial de Puebla

En lo que fueran tres casas de los siglos XVIII y XIX hoy se erige una nueva opción de hotelería en Puebla

L a riqueza colonial de Puebla atesora joyas arquitectónicas que se habitan. La ciudad fundada en 1531 no sólo presume monumentos religiosos -como su Catedral- o históricos -como la primera biblioteca pública de América, la Palafoxiana, que abrió en 1646-. También es epicentro de hoteles boutique, que ofrecen comodidad, privacidad y lujo en casonas que se levantaron, por lo menos, 100 años atrás.

El valor del pasado con el confort del presente es la constante en los hospedajes que se caracterizan por incluir experiencias personalizadas. A la oferta existente se suma Casona de los Sapos, que se ubica en la esquina de la Plazuela de los Sapos, a media calle del callejón del mismo nombre, en el Centro Histórico de la capital poblana.

Su principal diferencia del resto reside en la suma de opciones en un mismo espacio. Tiene tres restaurantes de especialidad, panadería, alberca climatizada, gimnasio, spa y galería de arte, que además de exposición y venta de obras de pintores y escultores nacionales ofrece obra gráfica certificada de artistas como Pablo Picasso, Joan Miró y Marc Chagall, que oscilan entre los 2 mil 300 y 3 mil dólares. Del autor del Guernica se pueden comprar las litografías Long Fine Peace, Bull Fight y Matador and Bull; de Joan Miró, Abstract, y del francés hay tres títulos: Lovers with Floral Bouquet, The Birthday y una más sin nombre.

"Son impresiones póstumas seriadas, únicamente es obra gráfica, que reprodujeron familiares o apoderados de los pintores, todas están certificadas y provienen de piezas originales, pero son de reproducción múltiple", explica la consultora de arte y encargada de la galería, Alma Cardoso, sobre las piezas que venden de los pintores europeos. De igual manera hay óleos y escultura de Leonardo Nierman, Fidel García y Francisco Toledo.

Bajo la supervisión del INAH, el predio tardó tres años en ser acondicionado como hotel. Son tres casas juntas que se levantaron entre los siglos XVIII y XIX. Por ahí pasaba el Río San Francisco, donde la permanencia de batracios era habitual, por ello su nombre. Esos muros alojaron la primera talabartería poblana. Aún conservan tres fosas que servían para curtir las pieles, ahora cubiertas con un cristal sobre el que se puede caminar, las cuales son parte del piso de uno de los restaurantes, al mismo tiempo que un atractivo para el visitante, así como las vasijas, platos de cerámica y un metate que decoran las paredes.

"La suite presidencial tiene un comedor exclusivo para ocho comensales en el que se aprecia la restauración de dibujos originales en las paredes. Todo el hotel está catalogado como patrimonio histórico de la ciudad, la arquitectura colonial se respetó, sólo se le agregó funcionalidad y lujo", asegura Adrián López, gerente de ventas del lugar.

Tiene 16 habitaciones y tres suites decoradas con obra de arte en las paredes, mobiliario europeo y mexicano, textiles y amenidades de marcas como Salvatore Ferragamo, L'Occitane y Noit Schüller. Cada espacio está protegido contra el ruido, puertas y ventanas se sellan para ofrecer privacidad. Madera, cristal, ónix y vidrio armonizan en formas contemporáneas para entregar espacios amplios y cálidos.

Un plus es su alberca climatizada, que está en lo alto de la construcción, desde donde se ven caminos de colores formados por la distribución de las casas y las cúpulas de talavera de las construcciones aledañas, a lo lejos se distinguen los volcanes, el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl.

La experiencia gastronómica de los tres restaurantes y la panadería corre a cargo del cocinero francés Patrick Louis, con más de 30 años de experiencia en el oficio, mismo que ejerció en Francia, Estados Unidos, Londres y Canadá. Su curriculum cuenta con Estrellas Michelin, pero para el cocinero lo más importante es ofrecer una experiencia disfrutable al comensal. En Le Crapaud sirve cocina francesa, como la sopa de cebolla de Borgoña o la mantarraya pochada en court bouillon, mientras que el italiano, Ostería del Rospo, incluye sopa coze y linguine de langosta.

Los fines de semana el hotel ofrece un atractivo más: en la calle en la que se ubica se monta un bazar de antigüedades al que concurren locales y foráneos en busca de piezas únicas. A tan sólo dos horas de la Ciudad de México, Casona de los Sapos también apuesta por la experiencia única. El precio por ocupación por noche va de 4 mil 700 a 40 mil pesos por la suite presidencial.

Recorrido en pocos pasos

E l paseo se completa entre calles adoquinadas, casas multicolor con balcones de hierro forjado y puertas de madera talladas el siglo pasado. El Centro Histórico de Puebla se distingue por albergar más de 2 mil 600 construcciones catalogadas como monumentos históricos que fueron levantados principalmente entre los siglos XVII y XVIII. Las calles aledañas al Palacio de Gobierno y la Catedral son parte de un andador, que da muestra de su esplendor colonial.

Por la cercanía con la Ciudad de México y su ubicación en el centro del país, Puebla no ha perdido la esencia desde su fundación. "Continua como una ciudad en la que vale la pena detenerse para admirar, sobre todo, las reliquias que permanecen en pie y que ya están restauradas tras los temblores del año pasado", explica Alfredo Torres, cronista del estado.

El 11 de diciembre de 1987 el Centro Histórico recibió la declaratoria como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Hay mucho qué ver, pero el guía recomienda una caminata de menos de dos horas, en la que por la mañana o tarde se conocen sitios emblemáticos de arquitectura barroca y neoclásica principalmente.

Catedral

La Basílica poblana es uno de los edificios más importantes por su riqueza arquitectónica y el arte sacro que exhibe. "Tiene 14 capillas, altar mayor y 124 ventanas que la convierten en punta de lanza en la época, porque la mayoría del tiempo permanece iluminada", resalta Alfredo Torres.

Su construcción inició en 1575 y se consagró en 1649 por el entonces obispo Juan de Palafox y Mendoza. En su interior se admiran obras de orfebrería, cancelería, tallado en madera, pintura y escultura. La fachada renacentista está enmarcada por dos torres; la izquierda tiene campanas y la derecha no.

Calle de los Dulces

De la esquina del Templo de Santo Domingo a la derecha está la calle 6 oriente, conocida como la Calle de los Dulces o Calle de Santa Clara, donde varios establecimientos venden dulces regionales y piezas de talavera. En la ciudad floreció la gastronomía conventual, en la que los postres tienen un sitio principal. Camotes, muéganos, borrachitos, gallitos y tortitas de Santa Clara son ideales para paliar el antojo. Pepita y azúcar son la base para la mayoría de ellos; los muéganos son suaves y están hechos de dulce de leche; los gallitos imitan la forma de ese animal y se obsequian a los niños, su cuerpo está construido de dulce de pepita, el mismo ingrediente de las tortitas de Santa Clara, galleta rellena de dulce de pepita de calabaza.

Templo de Santo Domingo

Situado a tres calles de la Catedral, el templo que la orden dominica erigió en honor a Santo Domingo de Guzmán contrasta con una fachada austera y un interior para perderse en sus recovecos. Tiene una capilla dedicada a la virgen del Rosario. "Es expresión del barroco novohispano, toda está decorada con estuco sobredorado con láminas de 24 quilates", comenta el guía.

También lee: