After Office

36 horas en Lisboa

La capital portuguesa posee un valor arquitectónico, artístico, económico y turístico sin igual. Sin embargo, lo mejor de este lugar es, sin duda, la vida nocturna. 

Todo lo viejo es nuevo otra vez en la capital portuguesa. Espacios y estructuras decaídas están renaciendo elegantemente en toda la accidentada metrópolis del río Tajo. Mercados de vecindarios otrora abandonados han sufrido ambiciosas renovaciones y actualmente forman los lugares más nuevos de la ciudad para cenar y beber.

Viviendas urbanas anteriormente decrépitas ahora albergan los centros de compras indie más chic de Lisboa y las alguna vez sospechosas zonas portuarias florecen con vida nocturna emergente en múltiples disfraces.

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Viernes

4 p.m.

Vistas y espuma

Durante años, la plaza monumental del siglo XVIII llamada Praça do Comércio estuvo rodeada por aburridas oficinas gubernamentales y plagada por sitios de construcción de proyectos de cloacas y transporte. Sin embargo, durante los últimos años los iconos de la plaza (un arco del triunfo de ornato y una estatua del rey Dom José I) han sido renovados, y un número de cafeterías, bares y boutiques nuevas se han mudado al lugar. La terraza al aire libre del Museu da Cerveja, un museo de cerveza (intrascendente) y bar (vale la pena), tiene vistas encantadoras además de cervezas de Portugal, Brasil, Mozambique y otras tierras de habla portuguesa. La Templarium, una cerveza seca con sabor a levadura ofrece una ventana a otro desarrollo apremiante: la tendencia en evolución de cervecerías artesanales portuguesas.

5 p.m.

Renacimiento ribereño

Sórdida, apestosa y cubierta de basura, la vecina franja costera languideció durante años. Gracias a una limpieza municipal reciente, la costa ahora es frecuentada por gente que corre o pasea, ciclistas y personas que van de día de campo para aprovechar el nuevo camino alineado con árboles, escalones de piedra suavemente pronunciados y las cafeterías tipo kioscos que están sobre la orilla. Los ciudadanos del mundo del arte quizás reconozcan el colorido barco que se llama Trafaria Praia. Cubierto con azulejo tradicional azul y blanco y lleno de instalaciones destellantes que evocan al mar, el ferry fue concebido por la artista Joana Vasconcelos y formó el pabellón portugués en la Bienal de Venecia 2013. Entre marzo y octubre, la embarcación ofrece un paseo panorámico de una hora a las 11 a.m., 3 p.m. y 6 p.m.

8 p.m.

Patio de comida

¿Hay un lugar en Lisboa donde se pueda comer ternera cruda, carne enlatada de pulpo, rebanadas de jamón, almejas guisadas, helado de mango y licor de ginja? Pues sí, en el Mercado da Ribeira, con certeza. La mitad de la estructura del siglo XIX fue ocupada en 2014 por la revista Time Out y elevada a patio de comida neoindustrial tipo hangar donde chefs lisboetas de primera, restaurantes favoritos, tiendas finas de comida y múltiples bares ofrecen sus productos. O Prego da Peixaria sirve suculentos emparedados calientes de carne de res en suave pan plano de Madeira como el Betinho, untado con queso derretido, salsa barbacoa y jamón macerado, mientras que Tartar-ia transforma carnes y pescados crudos en creaciones esculturales sublimemente especiadas. La carne tartara de atún viene con jengibre, aguacate cremoso, rábano y semillas de ajonjolí negro.

10 p.m.

Salón cuestionable

Un maremoto de nuevos bares sigue lavando las calles costeras del distrito de Cais do Sodré. Las noches más atrevidas se despliegan en Pensão Amor, que sugiere al copetudo salón de un barón libertino. Retratos nudistas, pinturas orientalistas, cabezas de ciervo, banquetas con estampado de leopardo, manuales de Kama Sutra y hasta una lectora de tarot atestan las salas, mientras que el extenso menú de cocteles clásicos anima la noche con preparados como el Corpse Reviver #2 (ginebra, Cointreau, Ricard, Lillet Blanc y jugo de limón).

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Sábado


11 a.m.

Artes y artesanías

Algunas de las mejores cosas de la vida no son gratis. Jarrones de porcelana china de la dinastía Qing, pinturas de Pieter Bruegel el Joven, fuentes de agua de mármol de Versalles. Afortunadamente para los que visitan Lisboa, el finado empresario António de Medeiros e Almeida tenía bolsillos grandes y sed de artículos exquisitamente forjados, resultando en una mansión de finales del siglo XIX que rebosa de artes decorativas. Mientras recorre los pisos de mármol de Casa-Museu Medeiros e Almeida, puede autoevaluarse en los espejos dorados de Thomas Chippendale; pasar frente a alfombras del siglo XIX hiladas en Samarcanda, una ciudad del Camino de la Seda; orar en un altar tallado de una iglesia de Goa, y admirar un bidet de porcelana color azul cielo complicadamente decorado.

2 p.m.

Mar y tierra

El cerdo es importante en Charcutaria Lisboa, donde patas estacionadas a la intemperie de porco preto alimentado a bellotas son finamente rebanadas en grasosos listones rojos. Es apenas una de las muchas boutiques y estantes de comida (desde puestos de sushi hasta barras de jugos) del recientemente remodelado Mercado de Campo de Ourique, un elevado mercado de la década de 1930. Los camarones son básicos en el Mercado do Marisco, ya sea hervidos con sal de mar o fritos a la sartén en salsa de ajo y mantequilla, mientras que Atalho do Mercado incorpora tierra al mar en forma de chuletas de cordero, suculentos emparedados ahumados de picanha y otros deleites carnívoros.

4 p.m.

Un zoco del siglo XXI

Resplandeciente con arcos en forma de herradura, pisos geométricos de mosaico, espirales arabescas de yeso cincelado y otras florituras moriscas, la abandonada mansión del siglo XIX que está del otro lado de Praça do Principe Real renació en 2013 como una "Galería de Compras Conceptual" neosultanesa que se llama Embaixada. Las majestuosas habitaciones están ocupadas por boutiques y marcas portuguesas locales como Urze, que vende elegantes productos locales de lana, y Temporary Brand, una tienda conceptual que ofrece todo tipo de cosas, desde sardinas enlatadas hasta zapatos plateados al tobillo de iShoes.

8 p.m.

Comida reconfortante, estilo Lisboa

Situado cerca de la iglesia de San Cristóbal (São Cristóvão), el nuevo restaurante Leopold exuda humildad y gracia. Paredes blancas y mesas de madera confieren un aire contenido al diminuto y silencioso espacio, mientras que el piso de azulejos y gabinetes de vidrio honra su vida pasada de panadería. De la misma forma, la comida reconfortante elaborada con precisión muestra una respetuosa devoción a recetas portuguesas de los viejos tiempos (suaves huevos hervidos con champiñones, bistec de las Azores) mientras que a veces favorece interpretaciones modernas. La salchicha alheira, por ejemplo, es una suntuosa mezcla de carne de cerdo con ternera cuya sabrosa suavidad juega con dulces esferas de tapioca ahogadas en vino Oporto. El bacalao es igualmente digno, gracias a una textura dulce-crujiente de migas de pan de maíz y una dosis de umami del Lejano Oriente con setas shiitake. El postre de crema de plátano se sirve con escamas de acre Queijo São Jorge.

11 p.m.

Autos y bares

Las instrucciones para ir a Park no son prometedoras: entre a un triste estacionamiento de concreto, tome el elevador pintado con grafiti hasta llegar al último piso y camine pesadamente la rampa que lleva a la azotea. Pero el premio es un sorprendente oasis de árboles, arbustos y flora exótica con vistas encantadoras a las colinas de Lisboa. Dentro del bien plantado ex estacionamiento, una clientela internacional con calzado ecléctico (desde botas hasta chanclas, desde tacones altos hasta zapatos al tobillo) bebe caipirinhas y vino rosado de la región de Alentejo en las barras dobles.

1
Domingo

11 a.m.

Maestros de cabezas

Los domingos son tranquilos en Lisboa, a menos que descubra la Sala 61 del Museu Nacional de Arte Antiga, un depósito de excelentes pinturas europeas. Esta galería particular sacude al alma. Salome, de Lucas Cranach el Viejo, es una representación de principios del siglo XVI de la celebrada seductora sosteniendo la horripilante cabeza cortada de Juan El Bautista. Ahí cerca, otra cabeza desmembrada (un cráneo humano) yace sobre el escritorio de un San Jerónimo con ojos hundidos y barba larga en una pintura de 1521 de Alberto Durero, nombrada en honor a este santo. Pero la imagen más desconcertante, por mucho, es el Tríptico de las tentaciones de San Antonio Abad con la traición de Cristo y el camino al Calvario(1550), de Hieronymus Bosch, que desencadena una febril pesadilla de monstruos y humanos libertinos en un feroz Apocalipsis. El café del jardín, con sus vistas al río, es su sala de recuperación, y mirada final a esta ciudad siempre en evolución.  

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