Cuando en aquel 6 de junio de 2015 la Juventus de Turín enfrentó al FC Barcelona en el Olímpico de Berlín, muchos creyeron que había llegado el final de una era renacentista del juego más hermoso. La Vieja Señora presentaba claras credenciales de un nuevo clasismo en el trato de la pelota. Volvía el realismo italiano que tanta percha le dio en los comienzos de los 30, con Giampietro Combi en el arco y una ajedrecística defensa a la que se pecaría en llamar "siciliana". El Barsa, en cambio, denotaba agotamiento, el tren blaugrana revolucionaba sobre la inercia de la belleza; tren difícil de detener por la vorágine en la que se trasladó durante más de media década a lo largo de toda Europa.
En aquella noche berlinesa se encontraron dos tiempos, los estilos. La Juve dejaba la palabrería poética y volvía a la prosa precisa del sujeto-verbo-predicado. Los culés se empecinaban en el romance, en la cursilería efectista. Y, contra toda sospecha, se confirmó aquello de que la costumbre es más fuerte que el amor. La pelota corrió. El Madrid, siempre presente al menor descuido, pasó de actor de reparto a protagonista. Ahora, dos años después, el escritorio ha dado la vuelta a las versiones de los hechos. Siempre existe el personaje para el relato...
Gianluigi Buffon recordó en aquel 6 de junio las lágrimas de su admirado Dino Zoff, Il Nazionale, como le llaman con cariño aún en toda la Península. El arquero, que enfrenta hoy la vuelta ante el caído surrealista catalán, nació en 1978, año en el que Zoff, "El Sobrio", se convirtió en campeón con una Juve inolvidable. En algún remoto recuerdo infantil il bambino almacena aquella tarde española en la que el héroe venció (3-1) a Alemania en la final del Mundial del 82 (Italia pasó sobre Argentina, Brasil y el "sistema" en juegos seguidos). Pero la memoria debe tenerle en fresco aquel junio del 83 en el que Zoff, el que no necesitaba moverse, se retiró de la meta albinegra después del fracaso (1-0) en la final de la Liga de Campeones ante el Hamburgo (gol de Megath), en aquel ateniense 25 de mayo. El 2 de junio Italia se conmocionó con el anuncio del adiós del abuelo de la "vieja regordeta". "Tiene prisa en irse", dijo Enzo Bearzot, el míster de la azzurri. Era el líder de Boniek, Platini, Gentile y Tardelli, nombres que almacena el Salón de la Fama del R&B del balompié.
Buffon, nacido el Carrara y debutado en el Parma, llegó a la Juve en 2001 por 44 millones de euros. Y allí encontraría la misma morada que Giovanni Viola, el astro de la portería que ganó tres títulos con la Juve. Cuando se preparaba para ser Il Nazionale del Mundial de 2006, una investigación policial encontró responsable de corrupción a la Vieja Señora. La sentencia mandó a la Juve a la segunda división italiana. Buffon, campeón del mundo en el mismo estadio en el que perdería la Champions ante el Barcelona, decidió quedarse en Turín con la vergüenza en la cara y con el orgullo en los pantalones cortos.
Zoff se retiró en el 83, a los 41. Dos años después, con Stefano Tacconi en el arco y con el maravilloso Michel Platini en el medio campo, la Juve (después de la tragedia de Heysel, Bélgica) logró su primer diploma europeo ante el Liverpool. Tiempo después Umberto Eco diría que odiaba a los hinchas de la pelota por las muertes inútiles de la matanza en las tribunas del estadio. Buffon tenía 7 años y ya se daba cuenta de todo. Hasta de los caprichos, esa forma de ya no entender nada, sola la pasión, esa metafísica del no ser.
Antes, en mayo de 1996, el astro del guardavallas había tenido que soportar que Angelo Peruzzi defendiera los palos ante el Ajax (la vieja creación de Johan Cruyff y Rinus Michels) en el segundo viejo premio de la Juve en la misma capital del Imperio, el Olímpico de Roma.
A Buffon le ha tocado romper los récords del viejo Zoff. Solamente en ocho partidos ha aceptado tres o más goles en 147 juegos de Europa. Hoy, ante aquel 6 de junio de 2015 y ante la derrota de Zoff en el 83, el veterano portero quiere encaminar a la Juve con rumbo a Gales, la tierra de Gareth Frank Bale, el astro madridista nacido en 1989, año en el que otro italiano, el Milán, de Arrigo Sacchi, fue campeón de Europa... en Barcelona...
Hoy el Barsa se encuentra con la realidad ante el lenguaje de Maquiavelo.