El esoterismo del número.
Todavía no era, como ahora, octubre. Sí, 29 de septiembre de 1954. Los Gigantes de Nueva York recibieron en ese día, en el Polo Grounds, a los Indios de Cleveland para el primer juego de la Serie Mundial de aquel año que consagró a Willy Howard Mays Jr. como una de esas piedras que hacen bello el paisaje de la historia del Rey de los Deportes.
Willie Mays (Westfield, Alabama, 6 de mayo de 1931) pertenece a la corta lista de los peloteros que deciden un momento; el heroico instante que no morirá hasta que alguien deje de contarlo. Llegó a las Mayores en 1951. En aquella campaña, después de un desafortunado comienzo, logró darle vida a una de las grandes páginas de este deporte. Quizá única.
Nueva York (hoy puede llamarse San Francisco, por comodidad histórica) había ganado 38 de los últimos 46 juegos de la temporada; 13 de los últimos 15. Brooklyn (léase Dodgers) marchaba todavía el 11 de agosto a 13 juegos y medio de ventaja en la cima de la Liga Nacional. Al final del curso ambos jugaron una serie de tres partidos (a ganar dos) para dirimir el gallardete del viejo circuito.
“Le di la espalda y comencé a correr. Vi por encima de mi hombro para apreciar el vuelo de la pelota y seguí corriendo. La atrapé al estilo de un receptor de futbol americano. Luego tiré y grité”, cuenta emocionado Mays.
En la mitad de la novena entrada del determinante desafío, los Dodgers ganaban 4-1. Los Gigantes lograron embasar a Clint Hartung y a Whithey Lockman (quien dividía su nombre en ambos zapatos para darse cuenta si alguien había tomado equivocadamente alguno de ellos). Llegó como presentido el oportuno jonrón de Hank Thomson.
Nueva York escribió aquella tarde uno de los más grandes regresos de la pelota profesional. Willie Mays se quedó esperando en el círculo de bateo. La posteridad le guardaba su lugar; no sería en aquel octubre porque aquellos días tenían nombre y apellido. Días después de la victoria antre Brooklyn, los Yanquis de Casey Stengel vencieron, sin piedad (sello de la casa) a los Gigantes en seis juegos (4-2).
Los futuros migrantes de la Gran Manzana volvieron al Clásico de Otoño en aquel 54 en el que Beto Ávila se convirtió en el Champion Bat por la Liga Americana con .341 de porcentaje y 67 producidas. Mays, quien había cumplido con un año de servicio militar un año antes, bateó para .345 y 41 jonrones y se hizo del de la Nacional, en la que ganaría, también el trofeo al Jugador Más Valioso. Entonces, el momento. 29 de septiembre.
"Fue en ese primer juego de la Serie Mundial –cuenta Mays en su biografía- cuando logré lo que la gente ha dado en llamar desde entonces 'La Atrapada'. Fue una atrapada a batazo de Vic Wertz. Me imagino que alrededor de 50 millones de personas la vieron".
Y la siguen viendo. De algo sirve, después de todo, Youtube. Como bien escribió el héroe, aquella fue una serie incolora. Pero la belleza se esconde en la rutina; por eso la rompe. Aquel duelo no valdría el ahora si no fuera por aquella jugada del cierre de la octava. Dos a dos. Larry Dobby recibió bases por bolas y Al Rosen pegó hit. Al turno Wertz; un triple y dos sencillos en el juego. Cambio de pitcher. A Don Liddle, Wertz le encontró la bola, que viajó por todo por el jardín central del Polo Grounds.
"Le di la espalda y comencé a correr. Vi por encima de mi hombro para apreciar el vuelo de la pelota y seguí corriendo. La atrapé al estilo de un receptor de futbol americano. Luego tiré y grité", cuenta emocionado Mays.
"La Atrapada" impidió que Cleveland anotara. En la décima, Dusty Rodhes conectó un jonrón de tres carreras y todo acabó.
Gigantes 4, Cleveland 0. En Kansas también conocen la historia.