Apareció de repente, como de la nada, para robarse la escena entre los pianistas, digamos, jóvenes del territorio jazzístico capitalino.
A sólo dos años de haber subido a las tablas, su primer disco, The Watcher (2012), obtuvo los mejores comentarios de la crítica, mientras la fama de su elegancia y pulcritud de estilo, así como de su impecable ejecución corría como lumbre en clubes y festivales. Alex Mercado lanza su segundo CD, que grabó en Nueva York, en el que colaboran dos de los músicos más connotados del jazz internacional: el también mexicano Antonio Sánchez en la batería y el estadounidense Scott Colley en el contrabajo.
La trayectoria de Alex Mercado ha sido atípica. Empezó tarde -a los 13 años- a aprender un instrumento cuyo celo suele llevar al éxito sólo a quienes lo cultivan desde pequeños. Pero logró un lugar en el Berklee College of Music (Boston). Cuando se graduó, en 1998, en vez de buscar los escenarios quiso mejor ver el mundo. Se subió a un barco y conoció 60 países en cuatro años. En tierra, la escena del jazz en México comenzaba a ebullir, pero a él nadie lo conocía fuera del mar. A su regreso, en 2003, prefirió la discreción de la docencia. Aceptaba huesos como todos los músicos.
"Acompañé a cantantes de ópera", recuerda. "También hice una serie de discos baratos, de estos de música instrumental de los 50 que se venden en Sanborns, que no pondría en mi currículum", admite.
Tampoco veía una escena de jazz tan prometedora en México como la hay ahora. "Había pocos lugares para tocar, pocos proyectos".
Le tomó su tiempo tomar su propio camino como creador.
"Mucho tuvo que ver la muerte de mi papá, hace cinco años, cuando decido definirme de una vez por todas y explotar mi potencial de improvisación y dejar de ser un músico de utilería".
VOZ PROPIA
Mercado describe su estilo de composición como una mezcla entre los elementos de la tradición clásica del jazz y un lirismo que proviene de su gusto por la música clásica del periodo romántico, marcado por "grandes melodistas" como Chopin o Liszt.
"Eso permea mi música, ya que siempre busco componer una melodía clara más que influenciarme por las corrientes del jazz moderno, que están más vinculadas al ritmo o la armonía. Creo que mucho del jazz contemporáneo podría carecer de ese elemento que es principalmente clásico: una melodía clara".
Los standards son tan populares, considera, precisamente porque su melodiosidad le permite al escucha identificarse con la pieza. "Eso es en gran parte lo que le ha ayudado a la música clásica a trascender durante siglos".
Al tocar, su técnica aprovecha los recursos de su formación conservatoriana aplicados al jazz. "Se manifiesta en mi manera de improvisar, con una técnica depurada, que te da matises". Esta impronta se potencia en su última entrega, Symbiosis, con la fuerza que le imprime la batería de Sánchez y la calidez del contrabajo de Colley.
"Symbiosis es una continuidad de The Watcher en el sentido de que es jazz acústico contemporáneo, pero las composiciones son más maduras", explica el pianista, quien concretó el proyecto con un apoyo del Fonca.
Mercado espera que la inclusión de dos grandes figuras internacionales en su disco, le permita abrirse paso en el extranjero, pues si bien considera que el género sincopado hecho en el país está ganando terreno en lo local, aún no se logra que los buenos jazzistas nacionales comiencen a sonar en los circuitos del exterior -salvo excepciones como Magos Herrera o Gerry López, entre un puñado de músicos.
"Al jazz en México le hace falta una buena promoción; una red de agencias, que no existe; hace mucha falta un management para el jazz como lo hay para la música popular". El problema, concluye, es que los grandes agentes no lo contemplan al no ser un género comercial, y los promotores culturales se ciñen al mismo círculo. "Se necesita salir del medio cultural para exponernos a la gente que no oye jazz".