Tan deliciosas como suavecitas, las galletas de hombres de jengibre han conquistado al mundo y son las más populares durante esta temporada decembrina; sin embargo, su origen esconde una historia poco deliciosa y más macabra.
Aunque en toda Europa el pan de jengibre era un sello distintivo de las ferias medievales, la entonces reina Isabel I hizo su propia versión en el siglo XVI, creando bizcochos cortados que se parecieran a sus pretendientes y decorándolos con atuendos comestibles.
Estas galletas eran servidas a los invitados de la reina, de acuerdo con los libros The Gingerbread Book de Steven Stellingwerf y The Oxford Companion to Sugar and Sweets, editado por Darra Goldstein.
A partir de ahí, las galletas de jengibre se hicieron una tradición. En Inglaterra, las mujeres jóvenes comían los hombres de jengibre que representaban a esposos para asegurarse que un día encontrarían un marido humano.
Y durante la época victoriana- que se refiere al extenso reino de Victoria I de 1837 a 1901, pero también al esplendor de la revolución industrial en Inglaterra- las galletas de jengibre ganaron un lugar en los árboles de Navidad.
Y después de que los hermanos Grimm publicaran Hansel y Gretel en 1812, las casas de jengibre se convirtieron en un elemento fijo en toda Europa, y ahora, en todo el mundo.
Isabel I o Elizabeth I, a menudo también llamada la Reina Virgen, reinó Inglaterra e Irlanda desde 1558 hasta el día de su muerte, en 1603. Fue hija de Enrique VIII y Ana Bolena, quien fue ejecutada, con lo que Isabel fue declarada hija ilegítima; sin embargo, tras la muerte de sus hermanos Eduardo VI y María I, Isabel asumió el trono.
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