En los años 80, Los Perros, el equipo de futbol americano del penal de Santa Martha Acatitla, se jugaba en cada partido algo más que una anotación: mientras mejor les iba a sus miembros en el emparrillado, más privilegios obtenían como parte de un mando alterno dentro del penal, que se encargaba de la seguridad y el tráfico de drogas, conocido como La Cuarta Compañía.
Con el aval de la Policía, los jugadores salían cada noche para robar autos que después eran vendidos. Era uno de los negocios de Arturo Durazo Moreno, jefe policial de la Ciudad de México de 1976 a 1982.
Cuando Los Perros salían de día, asaltaban bancos y el motín iba también a las arcas del Negro Durazo.
Los jóvenes cineastas Amir Galván y Vanessa Areola narran esa historia en su ópera prima, La 4ª Compañía, que los llevó de nuevo a la cárcel; antes, ambos formaron parte del equipo del documental Presunto culpable. Luego retornaron al penal como talleristas de cine para trabajar con los presos, que dos años más tarde serían extras en su primer largometraje.
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Los realizadores vivieron así una intensa experiencia que les permitió recrear el ambiente de corrupción carcelaria de los 80 y reflexionar acerca del fracaso de los reclusorios en la reinserción social.
"El guión se iba reescribiendo, las vivencias iban refinando el contexto, las atmósferas y la recreación de cómo funciona una prisión", comparte el director de la cinta, que se estrenó en el Festival de Guadalajara en 2016 y abrió la primera edición del Festival Mira, de la cadena Cinépolis, en noviembre pasado.
Los presos que aparecen en pantalla son asimismo integrantes de la Compañía de Teatro Penitenciario que trabajaron simultáneamente en talleres de teatro dirigidos por la actriz Itari Marta.
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Con autorización de la jefatura de gobierno, los cineastas filmaron dentro de la cárcel y lograron que la participación de los reos en la cinta fuera trabajo penitenciario remunerado, y que les descontara días de sentencia.
Los realizadores llaman a su trabajo Cine de inmersión, en él la denuncia está implícita. "En este caso la apuesta fue ser parte de ese universo, conocerlo a fondo, en paralelo a la investigación histórica. El eje es la pérdida de la inocencia, a partir de los ojos de alguien que no es un criminal, pero delinque, y llega a un sistema que lo corroe y lo transforma".
La mayoría de los miembros de aquella formación deportiva y criminal fueron asesinados, incluso después de lograr su libertad. "Son hechos históricos comprobados, pero la película en algún momento se separa del hilo conductor y se vuelve una historia coral, de un grupo que da el panorama sobre esa historia real, una imagen completa del periodo histórico".
Galván observa que fue en esta época cuando los medios de comunicación comenzaron a dar cuenta de asesinatos grupales vinculados a la corrupción policial, hoy tan habituales: el 14 de enero de 1981 aparecieron 12 cadáveres en el drenaje profundo de San José Acoculco, en Hidalgo; aparentemente, delincuentes colombianos. Entonces estaba por terminar el periodo de Durazo al frente de la Policía. Pero el equipo, juega todavía.