After Office

Metinides, el artista que captó la muerte sin rubor

El fotógrafo mexicano Enrique Metinides capturaba la tragedia; hoy -dice en entrevista- la prensa retrata una sociedad enferma de violencia.

Vio su primer cadáver cuando tenía 9 años. Estuvo a punto de morir 19 veces. Se subió a patrullas y ambulancias. Fotografió incendios desde las entrañas del fuego. Reconstruyó escenas del crimen. Presenció suicidios y asesinatos. Atropellados y mutilados. Observó el dolor de una madre. Los celos de una esposa. La ira de un hermano.

La cámara de Enrique Metinides fue la ventana indiscreta de la prensa mexicana durante más de medio siglo. Morgues, hospitales y ministerios públicos fueron el hogar de este fotógrafo que registró, con la humildad propia de quien ama su trabajo, las pasiones más mundanas que acontecieron en la Ciudad de México entre 1947 y 1998.

Hoy Enrique Metinides tiene 83 años y todo el tiempo que alguna vez le arrebató el periodismo. Camina pausado. Se apena por no estar bien rasurado ni vestir traje. Lejos han quedado los años de subirse a los hombros de los bomberos para conseguir la foto exclusiva, esa que tantas veces lo llevó a la gloria fugaz de la primera plana en La Prensa o el Alarma.

Acude al puesto más cercano para ponerse al día. Ahora él es la nota. Él es el artista. "Mira, salí en el Pásala. Me dieron buen espacio, ¿eh?".
Hojea algunos diarios y hace una mueca. Los titulares burlones, la sangre explícita, las contradicciones informativas. "En mis tiempos era otro mundo", comparte. "Ni siquiera esto se llamaba nota roja; era fuente policiaca".

ACUDA
EXPOSICIÓN
Una crónica de la nota roja en México. De Posada a Metinides/Del Tigre de Santa Julia al crimen organizado
Museo del Estanquillo. Isabel la Católica 26, Centro Histórico.
Miércoles a lunes, 10:00 a 18:00 horas.
Entrada libre.

DOCUMENTAL
El hombre que vio demasiado. (Trisha Ziff, México,2016, 88 mins.)
Estreno en México: 16 de junio.

El baño de sangre que sacude a México desde 2006, intuye, tuvo algo que ver con esa modificación de la nomenclatura. Sin pensarlo, dispara una palabra para definir la realidad de los 150 mil muertos, 30 mil desaparecidos y 104 periodistas asesinados: "espantosa". Ya no le tocó la guerra contra el crimen organizado. En sus tiempos, dice, se capturaba el instante de la tragedia humana. Ahora, afirma, se retrata el síntoma de una sociedad enferma de violencia y desigualdad social.

Cuenta que antes la policía permitía tomar fotos de la escena del crimen. Hoy, con la impunidad en ascenso, los periodistas cada día encuentran más obstáculos para ejercer su trabajo. Sin embargo, considera, sí es posible lograr una estética en las fotos de los descuartizados, decapitados y desollados. Como ejemplo pone a Fernando Brito, quien retrata cadáveres en contextos específicos, como atardeceres o paisajes desolados. Justo como él lo hizo durante 51 años.

"Aunque lo que hoy vende es el morbo por la sangre, sé que podemos lograr fotos que estremezcan y concienticen a la sociedad. Todo depende de los elementos que contenga la imagen. Pero eso no lo vamos a conseguir mientras las autoridades sigan siendo el enemigo número uno del fotógrafo. Debemos dejarlos trabajar", advierte este admirador de las películas de gánsgters y de las historias sobre Al Capone. "Yo siempre quise ser director de cine".

"Antes —recuerda— retocábamos las imágenes para eliminar la sangre, ya sea por ética propia o por orden de Gobernación. Incluso podíamos retratar las armas. Cuando había muertos y no tenía un ángulo adecuado, yo prefería publicar las fotos de cuando estaban vivos, por respeto a los familiares. Muchas de mis fotos que hoy se exhiben en museos no se publicaron en ningún medio por su contenido explícito".

DE FOTORREPORTERO A ARTISTA 
Un día alguien le habló del extranjero para preguntarle de qué tamaño era su set. Él se rió. Le dijo que todas sus imágenes eran reales. Esa tarde, el reportero se convirtió en artista. En 2002 tuvo su primera exposición individual internacional en el Fair Royal College de Londres. Luego vino París, Nueva York, Berlín. El músico Michael Nyman se volvió su admirador. Este viernes se estrenará en salas mexicanas un documental sobre su vida: El hombre que vio demasiado, de Trisha Ziff, el cual se llevó este año dos premios Ariel-.

Casi al finalizar esta charla, Enrique Metinides voltea hacia un cuadro de sus padres, inmigrantes griegos que llegaron a Veracruz en los años 20. En realidad no querían quedarse aquí; sólo venían de paso para irse de luna de miel a Estados Unidos. Pero los asaltaron y los obligaron a quedarse unos días, que se convirtieron en semanas, meses y años.

El hijo de aquellos atenienses hoy responde al nombre de Jaralambos Enrique Metinides Tsironides, griego de ascendencia, mexicano de nacimiento, mirón de afición y fotógrafo de sepa.

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