La primera vez que Tower of Power vino a México nadie lo fue a ver. Un centenar de personas, acaso, recuerda Emilio Castillo, fundador del grupo que, entre los que saben, es considerado un hito en la historia de la música. Corría el año de 1969 y la tensión del gobierno de Ernesto P. Uruchurtu hacia todo lo que oliera a movimiento juvenil se intensificaba.
"Hubo algunos disturbios en el concierto de una banda de rock que había venido antes y todo el alrededor del teatro donde nos presentamos estaba rodeado de policías armados", cuenta el saxofonista. "El productor, Mario Olmos, nos trajo para tomar el pulso de las cosas, porque quería traer a Carlos Santana".
La gira era de 10 días, pero ante la falta de quorum, las otras fechas que tenían programadas fueron canceladas, y los músicos se quedaron de vacaciones en la Ciudad de México, en compañía de un invitado inesperado: Jim Morrison. "Era muy amigo de Mario, de modo que nos quedamos de fiesta con él y así fue como conocimos México".
Eran los primeros años de la agrupación. Con un ensamble de metales que es ya un referente -en el que destaca otro de los fundadores de la banda, Stephen Doc Kupka, en el sax barítono-, su singular fusión de soul, funk y rhythm and blues resultó una bomba: irrumpió en la escena californiana y atrapó principalmente a los músicos con eso que Castillo llamó el sonido Oakland, de donde la banda es originaria.
Era 1967 cuando surgió el grupo. El área de la Bahía se iluminaba con los colores de la sicodelia y leyendas del rock como Greatful Dead o Jefferson Airplane marcaban el sonido de San Francisco.
Su primer concierto importante, recuerda Castillo, fue como grupo abridor de Jimi Hendrix en el Berklee Community Theater. "Y nos hizo tocar frente al telón y mientras la gente iba entrando".
Pero en un enclave tan efervescente, que también atrajo a grandes figuras del jazz, artistas plásticos y poetas influidos por lo que fue la Meca de la generación Beat, Tower of Power no tardó en llamar la atención con esa nueva mezcla de fuerte contenido soul. "A diferencia de Frisco, donde todo era muy bohemio, en Oakland la gente vestía de traje y corbata y tenía pasión por ese género". De ahí que uno de los himnos de la agrupación se llame Soul with a capital S.
El ambiente musical de Oakland encajó perfectamente con la nostalgia que Castillo, de ascendencia mexicana y griega, sentía por su natal Detroit, cuna del sonido Motown, cuya escena impulsó a iconos de la música negra como The Jackson Five, The Supremes, The Tempations o Stevie Wonder.
"Para cuando llegamos, Bill Graham, que era el gran productor de rock de San Francisco, ya había elevado el oído colectivo con bandas como Grateful Dead y trayendo a figuras como Miles Davis, Buddy Guy, Eddie Palmieri, así que la gente estaba preparada para algo más", narra Castillo.
UNA BANDA DE ÉLITE
Tower of Power permanece como un grupo de músicos para músicos, reconoce Castillo. Aunque éxitos suyos se han convertido en masivos en la interpretación de artistas pop, como es el caso de Attitude Dance, que Luis Miguel popularizó en hispanoamérica como Qué nivel de mujer, y que en el disco de estudio grabó con los propios músicos de loa banda.
El elitismo de la agrupación se antoja incomprensible cuando se atestigua la reacción del público de cualquier país al estar frente a estos 10 monstruos. No hay que saber de música cuando un funk impecable lo lanza a uno del asiento, ni para gozar la coreografía al estilo James Brown que vuelve a tomar vida en un cuerpo joven como el de su más reciente integrante, el vocalista Marcus Scott, una voz negra de alto registro con alcances fuera de lo común. Quedó demostrado el sábado pasado durante la presentación que la banda tuvo en el Oasis Jazz U, en Cancún, que el sábado próximo traerá a otra leyenda del soul, Chaka Khan.
"Yo quisiera hacer la mejor música posible, pero cuando lo hago, resulta que es sólo para cierto tipo de personas", dice Castillo.
Nunca fueron como las bandas populares. "No teníamos el look y, aunque algunas sonaban parecido, siempre fuimos diferentes", explica el músico, quien reconce que intentaron sonar como Earth Wind and Fire por ahí de fines de los 70, cuando cayeron en un bache de cuatro años sin grabar un disco, lo que, en parte, se debió a un abuso de drogas que casi acabó con el grupo.
"Nos iban a dar muchos miles de dólares, así que queríamos complacer a la disquera, pero seguíamos sonando a Tower of Power, sólo que en una versión bastarda. Perdimos nuestro contrato. Pero nos dios cuenta de que no sonar como los demás no es una maldición, sino una bendición. Es lo que nos diferencia. Y tal vez no tenemos los fans de Michael Jackson, que me encantaría, pero llevamos 48 años aquí".
La banda prepara el festejo por su 50 aniversario con la grabación de un disco con invitados especiales, y la producción de un documental. La fiesta, por supuesto, será en Oakland, en 2017.