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Óscar de la Torre, un tenor que se abre paso en México

Con una sólida carrera en Europa, el tenor mexicano Óscar de la Torre llega a León y Monterrey. "Mi carrera no es estratosférica, todavía estoy tocando puertas, trabajando duro", reconoce el cantante afincado en Múnich.

Se fue hace ocho años. Con ahorros para sobrevivir dos meses, un sueño y una voz. Nada más. Óscar de la Torre llegó a Europa sin conocer a nadie. Y ahora regresa a México para cantar ese repertorio de tenor lírico ligero que lo ha llevado a Suiza, Alemania, Croacia, Italia y Rumania, y a compartir escenario con figuras como Plácido Domingo, Francisco Araiza, Edita Gruberova o el director Marco Armiliato.

Este sábado interpreta al Príncipe Ramiro en La Cenicienta, de Gioacchino Rossini, en el Teatro del Bicentenario de León, en Guanajuato, y la semana siguiente, al Conde de Almaviva en El Barbero de Sevilla, también del pesarés, en el Teatro de la Cuidad, en Monterrey, una producción de la Ópera de Nuevo León.

"Para mí ha sido muy especial regresar a mi país, cantando roles que me han abierto puertas no sólo en México, antes de irme", dice el cantante, afincado en Múnich.

Cantar un rol principal en el Palacio de Bellas Artes es todavía un pendiente. "Me han invitado a hacer La Hija del Regimiento y La Cenicienta, pero no coincidimos en tiempos de negociaciones", explica.

EL HÉROE ADENTRO
Como El Loco, ese arquetipo que da inicio al viaje del alma en el tarot y que aparece como un joven con un pie en el precipicio, dispuesto a caer o a volar, Óscar de la Torre se lanzó a conquistar lo que aquí no podría encontrar nunca: el caldo operístico, la efervescencia escénica de países como Suiza, Austria o Alemania.

"Brincar el charco fue una decisión de dejar todo, sin saber qué iba a pasar, como dar un paso en falso al vacío, pero dije: 'lo tengo que hacer'".

A ESCENA EN LOS ESTADOS
La Cenicienta
Sábado 23 de abril, Teatro del Becentenario de León.
El elenco, estelar, incluye a la mezzo Guadalupe Paz y el bajo mexicano radicado en Viena Noé Colín, con la batuta de Iván López Reynoso.

El barbero de Sevilla
Viernes 29 de abril y domingo 1 de mayo, Teatro de la Ciudad de Monterrey. Jesús Medina, director concertador.


Tomó la oportunidad que le ofrecía el director concertador Juan Trigos para cantar en la première de una ópera en Italia –ha estrenado 13-,
y no volvió más. Se compró un boleto directo a Múnich.

"Me fui sin dinero, sin ningún contrato y sin hablar el idioma. Prácticamente salí de la plaza principal de Múnich como La India María, con mis dos maletas y esa sensación de: 'Y de aquí, ¿pa' dónde?'", recuerda.

"Me metí a un café internet para buscar una agencia con la que no había nada concreto y les dije, estoy aquí. En menos de una semana, todavía con jet lag, audicioné. Buscaban un tenor para Rossini en Suiza, y me quedé". La Cenicienta. Perfecto. Ya la había cantado en México. Pero esta versión estaba en alemán. Tuvo sólo tres semanas para montarla. "Una de las experiencias más estresantes de mi vida".
Así siguió. Y ahora habla el español con un leve acento metálico. Como de alemán.

UNA VOZ PARA EL LIED
Óscar de la Torre
pasó por la Escuela Nacional de Música, el Conservatorio Nacional y por aquella casona de Azcapotzalco donde daba sus clases el maestro Enrique Jaso (1928-2011). Pero reconoce a su primer profesor de canto, Nicolás Rico. "Me dijo: tú sí vas a hacer una carrera, por tu carácter, por tu templanza y por tus cualidades".No se equivocó.

En su bagaje, Óscar de la Torre llevaba otra semilla para cultivar. Un arte que comenzó a estudiar con quien fue la mejor maestra de la canción de concierto en México, la austriaca Erika Kubacsek (1926-2015). Con ella montó el Dichterliebe, de Schumann. Cuando llegó a Alemania, se sentía listo para adentrarse en la filigrana.

"Busqué un curso magistral de lied al que se admitía por audición. Lo dirigía Peter Schrier". Tenor de los grandes.

"Fue muy hermosa la experiencia. Él trabajaba mucho con el texto y hablaba de colorear las palabras con la voz. Licht, por ejemplo, significa luz, de modo que la voz no puede ser oscura al pronunciarla, hay que buscar que se ilumine; es como pintar un paisaje, en el que la gente se introduzca. Me cambió el chip incluso para la ópera".

Naturalmente, terminó encontrándose con el gran liederista y pionero mexicano en la ópera europea: el tenor Francisco Araiza. "Tuve la oportunidad precisamente cuando estuve con Peter Schreier, a través de la Hugo Wolf Akademie, de la que el maestro Araiza era titular. Con ellos pude trabajar, y luego él me invitó a cantar en el Programa de Nuevos Artistas del Lied del Mundo". Este aprendizaje lo llevó a perfeccionarse en otros países y a cantar en recitales de gran emotividad, como el que dio en el antiguo campo de concentración de Terezín, en la República Checa.

Ha cantado más de 90 funciones de Carmina Burana por el mundo
–también en el Auditorio Nacional-, algunas llevadas a CD. Y si bien aún no ha llegado a las casas cumbre de la ópera, ha obtenido excelentes críticas tras presentarse en escenarios como el Teatro Regio y la Arena de Verona, en Italia; las filarmónicas de Múnich y de Eslovaquia; la Sala Nezahualcóyotl, en México, o la Basílica Papal de San Pedro, en el Vaticano.

Aunque ha recibido cuatro ofrecimientos para pertenecer a casas de ópera en Europa, el tenor asegura que prefiere una carrera independiente para elegir sólo papeles adecuados a la ligereza de una voz belcantista que, extendida al repertorio lírico, ha encontrado su límite en La Traviata y Rigoletto, de Verdi, explica el cantante. Bien conoce el valor de la humildad.

"Mi carrera no es estratosférica, todavía estoy tocando puertas, trabajando duro", reconoce. Ligero en la voz, el temple de Óscar de la Torre es tan heroico como el de un heldentenor. Al igual que El Loco, sólo tiene una certeza: "Nada está escrito".

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