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Perder la palabra es perder lo humano: Luis de Tavira

El sabio del teatro advierte: el gran reto de una era en la que el hombre parece renunciar a ser sujeto de la conciencia es enfrentar la barbarie.

Cuando murió Vicente Leñero, Luis de Tavira pronunció un discurso (en letra manuscrita) inolvidable. Leñero fue el gran pretexto para que De Tavira explorara los mares interiores de un país urgido de justicia. El vendaval de la tempestad, nunca más correcto el término, se ha estacionado en México con macabra socarronería; la realidad no ha cambiado mucho (acaso empeorado) desde aquel día. Mortuoria calma chicha; trágicos sus modales. Platicar con De Tavira equivale a inquirir una biblioteca. Todo tiene que ver con él; él con todo: el teatro, la religión, la palabra, la reflexión y el futbol…

Llegó puntual al Espresso Doble, no pidió que la charla caminara por ningún sendero; solicitó, eso sí, una taza de café. Así, una taza de café; sin pedantería. Tampoco hizo alarde de su ingreso a la Academia Mexicana de las Artes. De Tavira vino a platicar al vuelo. Saco negro, jeans y la barba cortada; Sócrates entre las cuerdas de la televisión. Allí estaba a las 16:45. Listo para el boxeo, para el juego agonal inaugurado por Platón: el diálogo, esa cosa de dos. Esta es la libreta de apuntes de aquel combate entre el reportero y el sabio.

___¿Existe una crisis de lenguaje en México?
___Una crisis decisiva. Radical y decisiva. Lo único que tenemos es la palabra. Y lo que vive no sólo México, sino el mundo, es la pérdida del lenguaje. Cuando perdamos las palabras, habremos perdido lo humano. En ellas está nuestra condición de seres humanos. Decía aquel maravilloso poeta nazareno que de lo que hay en el corazón habla la boca. La palabra enuncia lo que habita en el corazón.

La vociferación a la que estamos sometidos, la impunidad, la falta de responsabilidad con la palabra está diciéndonos: ¡Qué infierno está sucediendo en los corazones de nuestra sociedad!

___¿Qué pasa cuando un político recurre a una palabra como "joder"?
___Lo de menos es la palabra, porque ésta se encuentra en el habla. Lo terrible aquí es lo que tiene que ver con lo teatral. El personaje siempre es lo que dice. El sujeto, en este caso, tiene funciones de un jefe de Estado. Parece que está contagiado del exabrupto que vive la campaña norteamericana hoy en día, con un salvaje (Donald Trump) que se expresa de esa manera. No hay el menor cuidado con el término. Eso no quiere decir que no pueda utilizar dicha palabra en su vida privada. Pero en su faceta como político no atendemos una responsabilidad en la palabra. Y la palabra siempre es la señal de lo que hay detrás.

___¿Por qué el país no se ha dado cuenta de este mapa de la oscuridad en el que estamos metidos?
___Hay oscuridad porque no hay acto de conciencia, porque no hay elucidación. Pareciera que estamos renunciando a ser sujetos de la consciencia. Y con ello estamos renunciando a la libertad. Porque el sujeto de la libertad es la conciencia. Y ésta siempre tiene que ver con la vocación del espíritu de llegar a saber quién es y dónde se encuentra. Arribar a la conciencia implica llegar a saber y a saber que no se sabe nada. Sin embargo, el que ignora su ignorancia está alienado. La ignorancia de la propia ignorancia es la madre de la intolerancia, el totalitarismo y la arbitrariedad. Es esta oscuridad a la que tenemos que señalar cuando vemos cómo se ausenta el acto de conciencia en nuestra responsabilidad como personas.

___¿El arte convertido en lenguaje puede salvar de esta urgencia de sanación?
___El arte es el camino, el recurso de emergencia que nos puede salvar. Es justamente al arte al que le ha sido reservada la tarea de construir la conciencia humana. Y de manera muy particular al teatro. El teatro nos convirtió en espectadores de nuestro propio acontecer para producir el acto de conciencia acerca de lo que somos; nos ha ayudado a darnos cuenta de que el cambio es posible. El testimonio de la posibilidad del cambio es lo único que puede recuperarnos la esperanza.

___Nietszche le dice a Cosima Wagner en una carta personal, que ella ha iluminado sobre dos mundos que el hombre quizá no puede ver. Uno porque está muy lejano y otro porque está muy involucrado. Pareciera que México está metido en este laberinto en el que se ha confundido realidad con ficción...

___Sí, y no sólo es un problema mexicano, sino internacional. Vivimos en un mundo que ha brincado fuera de la realidad. Lo decía Canetti: veo venir el momento en el que la humanidad se agarre de las manos para brincar fuera de la realidad. ¡Ay de los que se queden! Estamos en el mundo del simulacro, no del acontecimiento. En el mundo de la apariencia, no del hecho. Y eso es un problema del conocimiento, de la conciencia. Es la tremenda escalada de una alienación, de una sociedad sonámbula que ha renunciado a su condición de hombres libres.

___¿Se ha perdido el rumbo de la divinidad, de Dios?
___Hemos perdido rumbo de Dios; lo dijo Nietzsche en Así hablaba Zaratustra. Pero hay que poner cuidado en lo que verdaderamente se escribió. Porque Zaratustra no dijo "Dios no existe". Lo que hizo fue testimoniar que Dios ha muerto en el corazón de los hombres. Y eso es un hecho incontestable. Cien años después tendríamos que aceptar que es el hombre el que se muere en el corazón del mundo. Lo humano es lo que hoy está muriendo. Pero eso no quiere decir que tengamos que renunciar a ello; no podemos hacerlo. Ése es el gran reto de nuestro tiempo. Nos tiene que quedar claro que, después de Chernóbil, el apocalipsis no es una metáfora. Estamos en la destrucción de la materia. En el siglo de la desintegración. No sólo del átomo, sino de todo lo que es. Asistimos a un anonadamiento hacia el nihilismo, hacia la nada.

___La forma en la que se mata en México habla de una ausencia total de religiosidad…
___Se llama barbarie. Lo que vivimos en México es una guerra decisiva entre civilidad y barbarie. La civilidad es el fruto de la cultura. Y ésta también implica la dimensión de las convicciones profundas, como la fe o la no impunidad de la existencia. La barbarie, en cambio, es la pérdida de todo valor. Es la ley de la selva en el peor sentido de la palabra.

___¿Hay esperanza?
___Yo la tengo. Triunfará lo humano. Tenemos que llegar a un límite. Aunque hemos vuelto estelar a la barbarie, también hay civilidad, gente que hace el bien, que se entrega a la bondad. Y es justamente la bondad anónima la que nos sostiene. Yo creo en eso.

___¿Cómo se puede encontrar esa esperanza a través del arte los que no son partícipes del escenario?
___El arte no es un problema de los artistas; es un problema de cada uno de nosotros. Sin espectador no hay teatro. Si no hay quien mire los cuadros, si no hay quien escuche música, si no hay quien se siente a presenciar el espectáculo, no hay arte.

___ ¿Entonces cómo caminar juntos actores y espectadores para, a través del arte, rehabilitar espiritualmente a este país?
___Es eso que acabas de decir: la experiencia del arte es una experiencia profunda que cambia. ¿Qué es lo que cambia? La conciencia. Nos hace darnos cuenta de que todos somos responsables. Que el arte ha cambiado a la humanidad no es una teoría por comprobar, sino un hecho histórico demostrado. Yo pienso que tenemos que hacer más teatro; llevarlo allí donde no ha estado. Hacer teatro es como hacer pan. Pero no cualquiera, sino un pan que se hace en el horno del hogar, que se hace en este momento. Así es el teatro: aquí y ahora. Ese pan que acabamos de hornear, que no es el de la industria ni del supermercado, no se lleva a la mesa de los ahítos; se lleva a la mesa de los hambrientos.

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