Especimen en extinción, lo llamó René Avilés Fabila en un texto publicado en La Crónica en 2015. El fallecido escritor se congratulaba entonces de la edición que Víctor Roura le había hecho de su libro Cuentos de hadas amorosas. Un trabajo muy cuidado, amoroso, como el que por 25 años dedicó a la creación de un espacio cultural que marcó época en las páginas de El Financiero, con ese impulso creativo que, diría el escritor, hoy es casi una rareza.
Del 2 de agosto de 1988 al 2 de agosto de 2013 pasó por estas páginas culturales una diversidad de colaboradores, como los fallecidos José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, Manuel Blanco, Guillermo Samperio, Luis González de Alba o Eusebio Ruvalcaba. Elena Poniatowska, Juan Villoro, Humberto Musacchio -quien también editó en este diario durante 15 meses el suplemento Comala-, Jorge Meléndez, Andrés de Luna, Eduardo Monteverde, Jorge Ayala Blanco, Hugo García Michel, Malú Huacuja del Toro, César Güemes… Y un largo lo que sigue.
"El periodismo cultural, por supuesto, absorbe, o debería absorber todos los géneros posibles de la prensa: ahí está la crónica, pero también el apunte informativo (e informal); la entrevista, pero también la conversación literaria (y los debates); el reportaje, pero también los conocimientos del lenguaje (y su urdimbre); el ensayo, pero también la visión poética", escribió Roura en su última columna, Mieles y coles.
"Marcó pautas, porque muchos temas que se abordaban en la sección luego tenían que seguirlos otros periódicos", afirma Humberto Musacchio.
REPORTEROS 'DE SEGUNDA'
Musacchio conoció a Roura cuando escribía sobre música en la revista México canta, entre otras, y posteriormente lo invitó como jefe de información de la sección cultural de unomasuno, de la que era el editor.
Eran los años 80 y los reporteros que no funcionaban en información general eran transferidos a Cultura o Deportes, recuerda Musacchio. "Como si fueran de segunda", ironiza. Ambos coincidieron luego en La Jornada y El Financiero.
Jorge Manjarrez comenzó a colaborar con ilustraciones de rock (que todavía hace, eventualmente, para Playboy y Rolling Stone). "Roura estaba convencido de que la gente sigue leyendo, de que no es tonta y hay que darle buenos textos acompañados de buenas ilustraciones", reflexiona el dibujante.
Hugo García Michel publicó su columna Bajo presupuesto de 1991 a 1997. La mejor época de la sección, considera. "Ahí empecé a hacer artículos críticos sobre el rock nacional, por lo que ahora soy conocido. La representante de Caifanes (Marusa Reyes) me buscó para que le aclarara por qué los odiaba; no entendían que una crítica no significa odio", dice acerca de sus textos musicales.
La visión periodística del editor permeó otros ámbitos. Recuerda García Michel que una de sus columnas facilitó la cobertura de la Convención de Aguascalientes en Chiapas, en 1994. "Escribí una serie de preguntas al subcomandante Marcos, de lo más trivial: si le gustaba Gloria Trevi, cuál era su equipo favorito... A la semana me llamó Víctor para decirme que ya me había respondido. Marcos nos invitó a la Convención a ambos y a Jaime Avilés, que fue quien acudió".
DOS PUNTOS MENOS
Veinticinco años es mucho tiempo, escribió el propio Roura en su despedida. Para Musacchio es complicado detallar una época o un hito en particular de aquella obra periodística, pero recuerda cómo la sección enfrentó la "ofensiva" conmemoración del Quinto Centenario del "descubrimiento" (hay que resaltar esas comillas, apunta) de América. Esa batalla comenzó en 1990.
Quienes estaban de acuerdo con esa celebración se encontraron con el filo de sus plumas. "Cada vez que alguien hacía una declaración sobre los beneficios que le había traído la conquista a América, nosotros recordábamos las matanzas, la esclavitud, el hecho de que en el México central, de 70 millones de habitantes, quedaran sólo millón y cuarto. Pero Roura no sólo hizo eso, hizo muchísimas cosas, fueron 25 años de una labor sistemática, tenaz, paciente, atenta", dice Musacchio.
Así cuidó Roura su sección, que se distinguía del resto del periódico por una tipografía de dos puntos menos, que le permitía publicar textos más amplios.
CONTRACORRIENTE
Era un cazador de plumas y cultivaba la lealtad entre sus colaboradores, señala el periodista Jorge Meléndez, quien trajo a este espacio su columna Botica, tras un largo andar por diversos medios: comenzó en El Búho, el suplemento cultural fundado por René Avilés Fabila en Excélsior; luego, por invitación de Raymundo Riva Palacio, apareció en El Universal. "De allí salí cuando despidieron a Riva Palacio y Roura tuvo la generosidad de invitarme de nuevo a El Financiero. Me quedé un poco más de tiempo, incluso después de que él se fue, hasta que me dijeron bye bye".
Meléndez destaca la postura ética del editor, quien evitaba a toda costa el cuatismo cultural. "Tenía una formidable capacidad para hacerse de enemigos, porque decía lo que tenía que decir, no creía en vacas sagradas, ni en publicar lo que todas las páginas culturales; hacía una sección crítica, en la que las artes tenían el mismo tratamiento de una nota política o financiera y obviamente también el esparcimiento literario", coinicide el caricaturista Alarcón.
Todavía no era colaborador de este diario cuando el dibujante ilustró el libro que Roura le dedicó a su hija: Cuento para Melissa, un texto fantástico sobre un niño que, encerrado en su habitación, se inventa historias sobre las arañas que mira en el techo. También coincidieron en la revista juvenil Despegue, donde dibujaba galeones cuyas velas eran hojas de libros, y aves fabulosas con pico de plumilla. Después ilustró en estas páginas la sección de poemas La furia del pez, de donde derivó su propio espacio, La Fauna de Alarcón, y tres volúmenes editados dentro de los Libros de El Financiero, que fueron los más vendidos de la colección que editó Roura en esta casa.
Con una treintena de libros publicados, Víctor Roura fundó, en 2014, el periódico cultural De largo aliento, y al año siguiente La digna metáfora, que apareció en versión impresa y digital hasta febrero de 2017.