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¡Querido Pedro! A 60 años de su partida

México se prepara para el Año Infante:el sábado se cumplen 60 años de su muerte y en noviembre el siglo de su natalicio. Igual que otros grandes íconos del siglo XX, Pedro Infante nació, vivió, sobrevivió y revivió en el mundo de las pantallas.

En el norte del país, en Guamúchil, Sinaloa, se encuentra la Escuela Primaria Pedro Infante. Muchos de los 245 niños que estudian ahí ya tienen el mismo nivel escolar que el hombre que le da nombre al colegio. El gran edificio cultural de México cursó hasta cuarto de primaria. Fue carpintero, actor, cantante y piloto mortal. Pero "las muchas vidas de Pedrito" –como las llamó Gustavo García– convergieron, siempre, en una sola: la del ídolo que alcanzó la posteridad gracias a la televisión.

Igual que otros grandes íconos del siglo XX, como Marilyn Monroe o Charles Chaplin, Pedro Infante nació, vivió, sobrevivió y revivió en el mundo de las pantallas. En la chica o en la grande, el sinaloense reflejó mucho más que el lugar común del charro, el carpintero o el boxeador, aseguran especialistas consultados por este diario.

"Sus personajes representan la consolidación de valores morales que, pese al paso del tiempo, siguen siendo los que predominan en nuestro imaginario colectivo", considera el crítico de televisión Álvaro Cueva, quien observa a Infante como "un catecismo mediático, porque cuando se mira de cerca se aprende una manera de ser del mexicano".

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Este sábado se cumplen 60 años de la muerte del gran sustantivo de la idolatría mexicana. En una costumbre más litúrgica, más devota, que campaña comercial, Televisa transmitirá sus películas en horarios estelares. Desde 1957 no hay Semana Santa sin Pedrito en la tele.

Según una nota publicada por la BBC en 2014, las cintas de Pedro Infante alcanzan entre 15 y 20 puntos de rating, el mismo que un clásico entre Chivas y América o un partido de la Selección Mexicana. Y es que pocos sucesos han conmocionado tanto a México como la muerte del Capitán Cruz, el apodo con el que se dirigían al actor los hombres que lo conocieron durante su errante vocación de aviador.

Pedro Infante se fue en picada el 15 de abril de 1957, pero su popularidad hoy es una avioneta que planea infalible sobre un país que no aprende a olvidarlo.

Sus últimas palabras antes de subir al avión –recuerda Carlos Monsiváis en Las leyes del querer– bien pudieron haber sido pronunciadas por cualquier otro mexicano de la época: "Tengo que estar muy almeja, muy vivo, porque si no, podría darme tremendo guayabazo, ¡y válgame la Virgen! ¡Ni Dios lo permita!".

Aunque su ascenso y consagración como artista se dio en la radio (en la XEB y la XEW) y después en el cine, fue en la televisión donde se sostuvo, generación tras generación, como el amigo entrañable, el hijo perfecto, el padre entregado y el marido que sabe cuándo poner mano dura y cuándo cantar Amorcito Corazón, consideran el crítico de cine, Rafael Aviña, y el investigador de la Cineteca Nacional, José Antonio Valdés.

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Según Aviña, es en la televisión donde comienzan a construirse los primeros mitos sobre su persona. Y esto se debe, dice, a que el cine ya no era la plataforma adecuada para explotar su imagen.

Para finales de los años 50 –cuenta Emilio García Riera en Historia del Cine Mexicano (1986)– la crisis de la industria cinematográfica era evidente hasta para quienes se encontraban fuera del negocio: el tono de las películas era cansado y rutinario, carente de la inventiva e imaginación que había caracterizado a la época que años antes había protagonizado Infante de la mano de Ismael Rodríguez, cuando Los Tres García (1946), Nosotros los pobres (1948) o La oveja negra (1949).

"La muerte de Pedro coincide con el comienzo de la decadencia de la Época de Oro y con el cierre de los Estudios Tepeyac y los CLASA, donde se había construido la imagen de muchos actores", apunta Aviña. "Además, de manera muy metafórica, ocurre el terremoto del 57, como anunciando el fin de un tiempo que jamás volvería".

Inmediatamente después de la muerte de Infante, la televisión adquirió popularidad entre las familias mexicanas, señalan los especialistas. Los precios de los aparatos bajaron considerablemente y, debido a la situación económica, la gente prefirió ver a sus héroes en la pantalla chica que pagar una entrada al cine, aunque éste fuera de segunda o tercera corrida, explican.

Esto generó repercusiones importantes en el mundo de los negocios. Los grandes empresarios de las cadenas de cines, como William Jenkins o Gabriel Alarcón, vendieron sus salas al gobierno a través de la Compañía Operadora de Teatros (COTSA) y algunos de ellos invirtieron su dinero en la nueva gran herramienta de comunicación: cuyos alcances se dejaron sentir hasta muy entrado el siglo XXI.
"La televisión mexicana quería ganar nuevos públicos y, siguiendo el ejemplo de Estados Unidos, se dio cuenta de que la forma más eficaz para lograrlo era a través de la transmisión de éxitos cinematográficos", comenta Valdés.

No es casualidad que una buena parte de la gente que programaba películas de la Época de Oro en Telesistema Mexicano también hubiera trabajado años atrás en la industria del cine. Tal es el caso de Miguel Alemán Velasco, quien además de ejecutivo de la empresa también había sido productor de Dos Tipos de Cuidado (1952). "Estos empresarios estaban conscientes del enorme poder mediático que tenía Pedro Infante", asegura Valdés.

"La televisión ha jugado un papel fundamental en la construcción de un Pedro Infante todavía más impactante que el que tuvimos en el cine", sostiene Álvaro Cueva. Y asegura que la pantalla chica ha incrementado la leyenda de Pedro, hasta el grado de posicionarla, como todo buen producto televisivo, en la mente de abuelos, padres e hijos.

La gente está tan acostumbrada a ver a Infante en la televisión que, cuando se hizo un ciclo en su honor y en el de Ismael Rodríguez en la Cineteca Nacional, cada función reunió a 20 personas, cuando las salas tenían capacidad para 600, refiere Valdés.

Y es que Pedrito se halla más en casa que en el cine; en las calles que en las alfombras rojas. Es, diría Monsiváis, un integrante más de la familia que dicta las leyes del querer. Un hombre que salió del pueblo, de Guamúchil, para seguir siendo del pueblo, aun con su cuarto de primaria.

Se llama Pedro Infante; se pronuncia el ídolo inmortal.

LA RCA NO CREYÓ EN SU CANTO; PEERLESS, SÍ
A poco más de una década de su apertura, ocurrida en 1933, Discos Peerless logró un récord insólito en ventas: 18 mil copias de la grabación de valses de Pedro Infante.

Ese disco de 78 RPM fue uno de los tres primeros que el ídolo grabó en octubre de 1943, por invitación del empresario alemán Gustavo Klinckwort. Así comenzó la relación de Infante con Peerless, el sello en el que grabó su discografía completa, de 58 títulos originales. Antes, los empresarios habían firmado a Agustín Lara y Toña La Negra.

Desde 2001, Peerless forma parte de Warner Music, que tiene en su catálogo 139 discos del artista, aunque no todos están disponibles en el mercado. Discos Orfeón tiene también algunas canciones de Pedro en antologías de música mexicana. A 74 años de su debut discográfico, no se ha dejado de editar su obra. Su primera grabación no fue en Peerless, sino en RCA Victor, por invitación del productor Mariano Rivera Conde.

En 1942, grabó un disco con dos boleros tropicales, 'Mi guajirita' y 'Te estoy queriendo', que no fueron del gusto del público. La grabación es propiedad de Sony Music y nunca se editó después de su fracasado debut. Rivera Conde era un gran cazador de talentos; firmó para RCA a Lola Beltrán, Pedro Vargas, Jorge Negrete y José Alfredo Jiménez. No encontró atractivo comercial en Pedro y lo dejó ir. Con Peerless, Infante grabó tres discos. El ídolo ya cantaba en vivo en la XEW (El colegio del amor) en donde se programaron las primeras grabaciones.

El éxito fue rotundo.

Con información de Rosario Reyes.

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