«Si en este mundo nunca hubieran existido las flores de cerezo,
la primavera me traería solo sentimientos de tranquilidad.»
Ariwara no Narihira
Al sur de la Ciudad de México se encuentra un oasis que te transporta al país del sol naciente. Con un estanque de peces dorados, árboles altos que dejan entrar unos cuantos rayos del sol, una cascada que produce un sonido relajante y un arco rojizo. Todos estos elementos logran transportarte a Japón… sin salir de la cuidad.
Se trata del parque Masayoshi Ohira, también conocido como La Pagoda, es curioso que este sea su nombre popular, ya que es una palabra portuguesa que deriva del dravídico «Pagodi», uno de los nombres de Cali —la diosa hindú— y antes de referir a los templos orientales significaba «ídolo oriental».
El origen, no tan popular, del parque
Este parque se fundó en la década de la Segunda Guerra Mundial y nació como un proyecto de la Ingeniera Civil, Ángela Alessio, quien decidió construirlo en la colonia llamada Country Club dentro de la alcaldía de Coyoacán. Su principal objetivo era albergar las residencias de los actores más importantes de la Época de Oro, pues su ubicación estaba cerca de los Estudios Churubusco.
En sus principios, el parque contaba con ciertos detalles fascinantes: un intrigante laberinto, un pozo, un reluciente lago y una pagoda, sin embargo, en 1970 sufrió un inexplicable incendio y no quedaron nada más que las cenizas.
Entre las grandes historias que rodean al espacio son la variedad de estrellas del cine nacional, —entre ellos: Pedro Infante, Viruta, Capulina, Cantinflas y Tin-Tan —que llegaban a pasar un rato acogedor u ocupaban el sitio como set de filmación.
Resurgir de las cenizas
Una década después, el sitio se remodeló con un diseño exclusivo japonés y recibió su nombre actual en homenaje a la visita del primer ministro de Japón, Masayoshi Ohira. Ésta fue de suma importancia, ya que se trataba del primer político de ese cargo que visitaba México y su llegada marcó grandes relaciones entre ambas naciones.
Sin duda, el lugar es perfecto para descansar, relajarse y salir de la cotidianidad. La flora que lo rodean son árboles propios de Japón como arces, ciruelos y sauces y su decoración inspirada en la estética japonesa ofrece un excelente escenario para fotógrafos amateurs y profesionales. El sitio es perfecto para que los más pequeños de la casa pasen un tiempo agradable en su área de juegos e incluso permite acceso a las mascotas.