No hay razón para creer que la medida del llamado Coeficiente Intelectual (IQ, por sus siglas en inglés) refleja la capacidad cognitiva de la mente humana. Dicha medida no está motivada por ningún descubrimiento reciente de la psicología cognitiva o de desarrollo. De hecho, confunde ampliamente varios tipos de habilidades: como el razonamiento espacial, geométrico, taxonómico, etcétera.
El IQ es una medida general para la categorización socialmente aceptable y para el razonamiento de las habilidades. Las pruebas de IQ fueron diseñadas en el apogeo del conductismo, cuando había poco interés en la estructura cognitiva. Y definitivamente el IQ no contempla las diferencias entre sociedades, por lo que una prueba hecha para asiáticos, por ejemplo, no arrojará resultados «normales» para europeos, americanos o africanos.
Además, hay una larga historia de debates mordaces sobre qué aspectos del IQ son hereditarios, si es que los hay. Los mejores estudios se realizan con los gemelos; sin embargo, cuando estos son separados, el mero hecho de la adopción seguramente aumenta el IQ, sin importar cualquier correlación entre los IQ de los niños y aquellos de sus padres biológicos. Nadie tiene la más mínima idea de cómo ni por qué los genes, individualmente o en combinación, podrían afectar el IQ.
También te puede interesar: