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Hansel y Gretel, Cenicienta o Blanca Nieves, ¿realmente eran cuentos para niños?

Los cuentos de los hermanos Grimm incluyen historias de reyes, de princesas, de magia y de animales que hablan. ¿Realmente eran dulces y tiernos?

Si cuando oímos hablar de cuentos infantiles pensamos encontrar cuentos dulces, tiernos y maravillosos, estamos muy equivocados, sobre todo si se trata de aquellos que los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm recolectaron a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX.

Jacob Ludwig Carl Grimm nació el 4 de enero de 1785en Hanau, Alemania y poco más de un año después nació, el 24 de febrero de 1786, su hermano Wilhelm Carl. En1802 Jacob empezó a estudiar leyes en la Universidad de Marburgo; su hermano pequeño hizo lo mismo y entró a la facultad un año después.

Fue en la universidad donde empezaron a recolectar las diferentes leyendas y cuentos populares que habían pasado de padres a hijos de boca en boca, pero que nunca se habían escrito ni publicado. Los Grimm estaban especialmente interesados en aquellas historias que involucraban la cultura y las tradiciones germanas, es decir, el folklore desde el medioevo.

Su primer libro, Cuentos de niños y del hogar, se publicó en 1812, contenía 86 historias populares y fue todo un éxito. En su siguiente publicación: Cuentos de hadas de los Grimm, los hermanos agregaron otras 70 historias y así, hasta completar seis ediciones y 200 historias en total.


Después publicarían otros libros, como Mitología Germana, Leyendas Germanas, La historia de la lengua germana y hasta un diccionario de alemán. Ambos eran reconocidos lingüistas y filólogos y su obra es, sin duda, de lo más conocido de la literatura alemana.

Los cuentos de los Grimm incluyen historias de reyes, de princesas, de magia y de animales que hablan. Se trata en su mayoría de apologías que pretendían moralizar a la gente y entretenerla al mismo tiempo; historias difíciles, con tramas complejas y, a menudo, crueles. Por eso, desde que las recolectaron, los Grimm—y la gran cantidad de adaptadores que les siguieron, entre ellos Walt Disney— se dieron a la tarea de «arreglarlos»; así, las historias poco a poco se suavizaron, se dulcificaron y se «moralizaron». En realidad, las versiones que conocemos distan mucho de las originales, que en la mayoría de los casos eran sumamente crueles y grotescas.

Veamos algunos ejemplos:

En Hansel y Gretel la madrastra maltrata a los niños día y noche. Ella convence al padre de dejar a los niños perdidos en medio del bosque para que las fieras los devoren, ya que no había suficiente comida para los cuatro, pero los niños resultan más inteligentes y en los dos intentos que hacen se salvan. Algo muy parecido pasa en Pulgarcito.

En Cenicienta no existen ningunas haditas y ratoncitos como los que nos dibujó Disney, éstos eran en realidad palomas que vivían en un árbol en la tumba de la madre de Cenicienta, mientras que las zapatillas no eran de cristal sino de oro. El príncipe llega a su casa con una zapatilla en busca de la mujer de la que se había enamorado y las hermanastras no dejan salir a Cenicienta. La mayor se la prueba, pero el dedo gordo del pie no le cabe, entonces, la madre le da un cuchillo diciéndole: «Córtate el dedo, cuando seas reina no necesitarás caminar». Así lo hace y aguantando el dolor, sale ante el príncipe, que se la lleva en su caballo, pero al pasar por la tumba de la madre de Cenicienta, las palomas le gritan que vea la sangre en el zapato. El príncipe se da cuenta del engaño y la regresa a su casa. Le toca el turno a la menor, pero el talón no entra.

La historia se repite; la madre le da el cuchillo, se corta el talón y el príncipe se la lleva y pasa lo mismo con las palomas. Cuando la regresa ve a Cenicienta muy sucia; sin embargo, le prueba la zapatilla y ya sabemos la historia. El día de la boda asisten las dos hermanastras para congraciarse y las palomas les sacan los ojos.

En Blanca Nieves la madrastra ordena al guardia que la lleve al bosque, la mate y le traiga su hígado y uno de los pulmones. El guardia se apiada y mata a un jabalí, cuyos órganos lleva a la madrastra, quien los manda cocinar y se los come. Después, cuando el espejo mágico le dice que Blanca Nieves todavía vive, se disfraza de anciana y trata de matarla dos veces: una ahorcándola con el lazo de un moño que le pretende vender, otra con un peine envenenado. En los dos casos, los enanos llegan y la salvan, pero la tercera vez, la manzana envenenada funciona y se muere. Los enanos la ponen bajo una cúpula de cristal y un día pasa un príncipe que se enamora de su belleza aun muerta; le pide a los enanos que se la den y al llevársela, en un salto que da la carreta, se le desatora el pedazo de manzana y vuelve a la vida. El día de la boda invitan a la madrastra, quien va preparada para lanzar un terrible hechizo, pero al llegar la obligan a ponerse unas zapatillas que habían sido calentadas al rojo vivo y a bailar con ellas hasta que cae muerta.

En el caso de Caperucita Roja el final es distinto. El lobo llega antes a la casa de la abuelita y se la come, luego se pone su ropa y después del diálogo: «¿Por qué tienes esa boca tan grande, abuelita?» también se come a Caperucita. Luego un cazador lo oye roncar, le abre la panza con unas tijeras y saca a las dos.

Otro de los cuentos típicos de los Grimm es Rapunzel, una historia muy cruel también; en donde la bruja se lleva a vivir a la hija de una pobre pareja a una torre sin puertas y sin escaleras, y le pide para subir que tire sus largas trenzas. Después, un príncipe la visita en la torre y cuando la bruja se entera que el príncipe sube a verla, le corta el pelo y la lleva al desierto, dejándola sola y sin comida, mientras que al príncipe le tiende una trampa con las trenzas y lo tira por la torre. Queda ciego por la caída y se pone a vagar por el bosque durante dos años, hasta que Rapunzel lo encuentra y con sus lágrimas le devuelve la vista.

Por otro lado, nos encontramos otro cuento también muy cruel que ha sido suavizado por sus contadores y sobre todo por Disney, es Pinocho, escrito por Carlo Lorenzini. Los pasajes crueles de este cuento son muchos; por ejemplo, cuando Pinocho esconde sus monedas de oro en la boca, el gato trata de abrírsela con un cuchillo. Pinocho le muerde la garra, arrancándosela, para luego escupirla. Mientras huye, Pinocho se topa con una niña zombie y cuando finalmente lo atrapan, el gato y el zorro lo cuelgan del cuello para que escupa el oro. El personaje de Pepe Grillo no tiene nombre en el libro; aparece al principio de la historia y enseguida es aplastado por Pinocho con un martillo. Más adelante, el fantasma del grillo reaparece, ofreciéndole consejos que casi nunca sigue. En el País de los Juegos Pinocho se convierte en burro y es vendido en un mercado, es además obligado a actuar en un circo hasta que se lastima y queda inútil. Entonces lo venden a un hombre que lo va a matar para hacer con su piel un tambor y lo trata de ahogar, pero los peces se comen la piel y dejan al descubierto al títere que había adentro. Más tarde, Pinocho rescata a Geppeto del interior de la panza no de una ballena, sino de un tiburón. Aun así, este acto no es suficiente para que lo conviertan en niño; además, tiene que trabajar de sol a sol todos los días por cinco meses hasta que su deseo es concedido.

Y para acabar con estas dulces historias, hay una poco conocida: La niña sin manos, en la que un pobre molinero que tenía una hija se encuentra a un misterioso personaje en el bosque, quien le ofrece comida y riquezas de por vida si le regala lo que hay detrás de su molino. Atrás del molino sólo había un viejo manzano, así que el molinero piensa que es un buen trato y que no tiene nada que perder. Él acepta y cuando regresa a su hogar, encuentra a su mujer sorprendida de que la casa esté llena de comida y joyas. El molinero le cuenta lo que pasó y ella llorando, le dice: «Tras el molino estaba nuestra hija». Pasado el plazo pactado de tres años, el personaje —que es el Diablo— se presenta a cobrar la deuda. Los padres le ruegan no llevarse a su hija. Él acepta llevarse sólo las manos de la niña o al molinero. El molinero habla con la hija y ella le dice: «Padre, no sufras por mí, haz lo que tengas que hacer» y entonces le corta las manos. El padre le dice a su hija que a pesar de no tener manos va a poder vivir una vida sin carencias, pero ella decide irse y vaga por el bosque pasando muchas aventuras, tanto buenas como malas.

Podríamos hablar de lo crudo y cruel de muchas otras historias y cuentos que ahora se consideran para niños. También habría que hablar del contenido sexual de muchas de ellas —se dice por ahí que hay versiones en las que el lobo abusa sexualmente de Caperucita y el príncipe copula con Rapunzel en la torre, etcétera—, pero el recuento sería casi infinito.

Quizás es preferible apuntar que probablemente todo este contenido cruel, donde el bien y el mal están siempre en contraposición, es resultado de una época como el medioevo, en la que la gente vivía con miedo constante: Europa sufría hambrunas terribles, la gente corría a cada momento peligro de morir, ya sea perdida en el bosque, atrapada por un animal o de frío; muchas mujeres morían de parto, por lo que la gente tenía terror a las madrastras. Aunque lejanas y fantásticas, estas historias reflejan rasgos reales de una época y también, ¿por qué no? de la naturaleza humana

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