La felicidad es, a menudo, definida como «el estado subjetivo de estar bien» —SWB por las siglas en inglés de «subjetive well-being»— o sentir satisfacción con la vida. Este estado mental deriva del hecho de experimentar afectos positivos; la felicidad es generada por experiencias gratificantes que promueven sentimientos agradables o emociones positivas que se experimentan de forma íntima y que, por lo general, se basan en símbolos o conceptos universales. Las expresiones de alegría, placer, buen humor, satisfacción, placidez —entre otras similares— son manifestaciones de felicidad.
El SWB es un estado que surge por una variedad de factores que los psicólogos hemos buscado identificar.
Entre estos se encuentran variables sociodemográficas como sexo, edad, estado civil, ingreso económico, recursos materiales y las interacciones de unas con otras, que explicarían algunas de las diferencias de felicidad entre cada persona.
Pero cuando se trata de relacionar felicidad y género influyen muchos factores culturales. Los individuos se comportan socialmente de acuerdo con las pautas de su cultura, la cual se transmite a través de generaciones, aunque pueden variar con el paso de los años.
Actitudes, creencias, estereotipos sexuales y asignación de roles al hombre y a la mujer, corresponden a estructuras mentales modeladas por la sociocultura en la que viven los individuos. En sociedades tradicionales, de organización patriarcal, como las que subsisten en muchos países de América Latina hay una secuencia histórica de discriminación de la mujer junto a un pronunciado machismo.
Las mujeres
En 1989, las investigadoras Wendy Wood, Nancy Rhodes y Melanie Whelan, de la Universidad de Texas, realizaron un metanálisis de 93 estudios y descubrieron diferencias significativas de felicidad según el sexo: las mujeres —según su estudio— eran más felices que los hombres. Luego, otras investigaciones en diversos países también arrojaron que las mujeres —en promedio— están más satisfechas con su vida que los hombres, así como con sus relaciones sociales y su entorno.
El matrimonio y la familia
En 1994, las investigadoras Robin Russell y Pamela Wells, examinaron la importancia relativa de 17 predictores de felicidad en 1207 matrimonios. El predictor —es decir, que ayuda a predecir escenarios— más fuerte de felicidad conyugal fue la estabilidad del matrimonio —el grado de satisfacción personal con la relación y con la pareja.
Russell y Wells también descubrieron que los niños y la familia intervienen de forma directa en la felicidad.
Más tarde, en 1998, los psicólogos Roger y White registraron que la satisfacción matrimonial es significativamente alta en padres y madres comprometidos de forma legal —o religiosa— y que han tenido hijos biológicos.
En 1998, los investigadores taiwanenses L. Lu y Y. Lin descubrieron que, en su sociedad, «estar subjetivamente bien» —SWB— estaba correlacionado con cuatro etapas del desarrollo familiar: recién casados sin hijos, casados con hijos menores, casados con hijos adolescentes y casados con hijos adultos.
El rol del esposo fue el más sobresaliente en los recién casados sin hijos; el papel de trabajador resultó más importante en los casados con hijos pequeños, en tanto que el rol de trabajador y el rol filial resultaron sobresalientes en los padres con hijos adolescentes. En el año 2000, Lu estudió la armonía familiar en los roles familiares antes señalados y los correlacionó con el SWB en 111 matrimonios de Taiwan. Observó que los maridos se comprometían más con el rol de trabajador y las esposas con el rol maternal; las discrepancias conyugales influían en qué tan satisfechos estaban con su propio papel como pareja.
Por edad
En 1998 Mroczek y Kolarz, examinaron las respuestas de 2 727 hombres y mujeres de 25 a 74 años para determinar el efecto de la edad.
El hallazgo más destacable fue que las personas de mayor edad informaron ser más felices, en especial las casadas: tenían menos emociones negativas en comparación con los adultos jóvenes.
Los doctores señalan que otras investigaciones han revelado que los sujetos de mayor edad regulan mejor sus emociones, tienden a maximizar los afectos positivos y minimizar los desagradables. Los participantes jóvenes reportaron mayor frecuencia de emociones negativas, sentimientos de tristeza, nerviosismo y desesperanza.
La presente investigación
Con base en los sondeos mencionados —entre muchos otros— en la Universidad Ricardo Palma nos propusimos hacer un estudio para: determinar si la felicidad guarda relación con el sexo, si el estado conyugal está asociado, si hay algo que vincule cierta edad recurrente y determinar los grados de felicidad que con mayor frecuencia experimentan los sujetos.
Los resultados
Para determinar la influencia que el sexo ejerce sobre la felicidad, se compararon las medias obtenidas por varones y mujeres en la Escala de Satisfacción con la Vida. La media para hombres fue de 17.69 y para mujeres 17.76. Esto indica que mujeres y hombres suelen ser igualmente felices, por lo menos entre sujetos de estatus socioeconómico medio y medio alto que corresponde a la muestra examinada —de Lima, Perú.
El único contraste significativo para determinar la presunta relación entre edad y felicidad se encontró entre 30 y 50 años, la media para 30 años fue 16.81 y para 50 años de 19.26.
Entre las demás edades las diferencias carecen de significación estadística. No obstante, se observó que las medias de felicidad más elevadas corresponden a las edades mayores —50 años = 19.26 y 60 años=18.09.
En rigor, estos datos permiten inferir la escasa influencia que ejerce la edad sobre sentirse feliz y también desmitifican la creencia popular de que «las personas mayores son menos felices que las jóvenes».
Considerando el estado conyugal de los sujetos, se formaron dos grupos: solteros y casados. Las medias obtenidas en la Escala de Diener fueron: solteros M = 16.95, casados M = 18.38. Las personas casadas son más felices que las solteras.
Por último, con respecto a la intensidad de la felicidad que, en términos generales, experimentaban las personas, los resultados fueron constantes según género, edad y estado conyugal, aunque el mayor número de sujetos manifestó sentirse feliz. Muy pocas frecuencias obtuvieron los niveles muy feliz y nada feliz.
En resumen: salvo por el estado conyugal, tal parece que ninguna de las otras circunstancias es condicional para «alcanzar la felicidad». Es curioso que entre los hallazgos que han hecho Hintika, Kosketa y Kontula —entre otros científicos— puede señalarse que hombres y mujeres que son infelices en sus matrimonios sufren desórdenes mentales comunes más a menudo que las parejas satisfechas.
Por supuesto, el matrimonio per se no está asociado a desórdenes mentales… Aunque más valdría hacer un estudio al respecto para no quedarnos con la duda.
Te puede interesar: