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Ésta es la máquina que hace tus billetes


 
Rosalía Servín Magaña
 
 
 
Su posesión es tan habitual y efímera que pocas veces nos detenemos a pensar en lo que implica la producción de billetes; el Banco de México es el responsable de que siempre haya papel moneda en cualquier rincón del país, y lo hace a través de la "fábrica de billetes" que visitó EL FINANCIERO.
 
 
Van de mano en mano. Para muchos tenerlos es un placer, un lujo o una necesidad, lo cierto es que su posesión resulta tan habitual y a la vez tan efímera, que pocas veces nos detenemos a pensar en todo lo que implica tener un billete en la mano, fuera del esfuerzo que implica ganarlo.
 
 
El Banco de México (Banxico) es el responsable de proveer al país de billetes y monedas a la economía nacional, una labor que, en el caso del papel moneda, realiza este organismo desde 1969 (pues anteriormente los billetes los producía el American Bank Note Company), a través de la Fábrica de Billetes.
 
 
Y aunque el Banxico también se encarga de ordenar la producción, pago y puesta en circulación de las monedas -así como de su retiro--, no es el que se encarga de acuñarlas, ya que esta labor le corresponde al gobierno federal a través de la Casa de Moneda de México, que depende de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
 
 
Pero, ¿cuántos billetes hay qué producir?, ¿de qué tamaños?, ¿con qué características?, ¿de qué denominaciones? Son preguntas que sí toca resolver a este organismo, el cual determina con base en pronósticos y evaluaciones sobre el uso del dinero, hacia dónde tienden las necesidades monetarias.
 
 
"Debemos hacernos responsables de que siempre haya billetes y monedas en cualquier rincón del país, a todas horas y todos los días de la semana, a través del circuito de la banca, que es a quien nosotros entregamos", comenta en entrevista Alejandro Alegre Rabiela, director general de emisión del Banxico, quien abrió las puertas de la fábrica a EL FINANCIERO, para ilustrar los detalles de este interesante proceso productivo que muy pocos conocen.
 
 
Este año la producción a alcanzar es de mil 440 millones de billetes de diferentes denominaciones, especialmente de 50 pesos, que fue el nuevo billete que se puso en circulación este año y del que debía haber suficientes unidades (420 millones).
 
 
Sin embargo, de acuerdo con las necesidades de los usuarios, las mayores cantidades de producción se dieron con los billetes de 100 (600 millones) y de 500 (300 millones).
 
 
Los encargados que estas previsiones se consoliden son un grupo de alrededor de 350 personas, que a través de diversos grupos y turnos, laboran las 24 horas del día en los diferentes procesos de producción y administración de la fábrica.
 
 
 
 
El comienzo del proceso
 

 
 
 
Todo comienza con la decisión de cuántos billetes fabricar, para así adeterminar la compra de insumos.
 
 
Los billetes de baja denominación (20 y 50) están hechos de un sustrato plástico llamado polímero, que se compra a una empresa radicada en Australia, desde donde reciben los embarques marítimos.
 
 
"Para los billetes de alta denominación (100, 200, 500 y mil), el material base es sustrato de algodón, como el que se usa en prendas de vestir --por eso cuando un billete está muy usado parece trapo--, que se compra aproximadamente a cinco empresas, situadas en América y Europa, para garantizar que siempre haya el insumo suficiente", explica Alegre.
 
 
El otro insumo esencial es la tinta, la cual se compra a dos empresas: una alemana y otra suiza.
 
 
Los proveedores envían el material en hojas (donde caben entre 60 y 50 billetes según sea el caso) con algunos elementos de seguridad ya incluidos, como es el hilo con movimiento y la marca de agua.
 
 
Una vez que se recibe el insumo, uno de los primeros procesos es el que llaman offset, a través del cual se trabajan lotes de 10 mil hojas cada uno, alcanzando velocidades de nueve o 10 mil hojas por hora.
 
 
Estas máquinas llamadas Simultan, explica Alegre, imprimen por anverso y reverso de las imágenes casi de la totalidad del billete, lo único que no se imprime es la imagen del prócer (fotografía del personaje), la leyenda Banco de México y el numeral, pero sí en el caso de reverso, que se imprime todo.
 
 
Hay un control de calidad a pie de máquina; se trata de una especie de tablero, donde los operadores inspeccionan que las hojas estén a registro, de modo que todas las figuras estén en la posición adecuada.
 
 
Después los billetes pasan al proceso de impresión calcográfica, es decir a las máquinas que le inyectan la tinta para generar la leyenda faltante y los numerales, así como el micro texto que viene en el anverso del billete y los dibujos de relieve característicos.
 
 
Cabe señalar que cada máquina tiene una bóveda que sirve para guardar los lotes que se terminan de imprimir, con el fin de que concluyan su secado de tintas.
 
 
El ruido de las máquinas resulta a veces ensordecedor, pero para los trabajadores, éste parece ya imperceptible, pues ellos continúan con su labor e incluso entablan alguna conversación que a la vista de un visitante parecería imposible de hacerse.
 
 
Una vez que se pasa a la impresión calcográfica, los billetes se numeran, pues cada uno debe ser único para poder rastrearlo, lo cual realiza otra máquina tipo, que es supervisada por personal humano.
 
 
Cuando todo esto se ha concluido, las unidades pasan a un proceso de recubrimiento, que consiste en colocarles un barniz transparente para darles mayores condiciones de durabilidad.
 
 
Según se detalla, todos los barnices son de secado ultravioleta, que les da el brillo y el control de calidad denominado ultraprotector, perceptible para cualquier usuario.
 
 
Además, toda esta tecnología debe trabajar en medio de una temperatura ambiente determinada, para ello el área de trabajo cuenta con humidificadores que controlan la humedad del lugar, pues "¿se imaginan lo que sucedería si el papel se humedeciera?", se pregunta Alegre.
 
 
La respuesta la da el propio funcionario: "el papel se ondularía generando defectos, y las 300 a 500 hojas que suelen cortarse de forma conjunta, no quedarían iguales".
 
 
Después de barnizado pasa a un proceso final de cortado y finalmente de inspección, labor que realiza otra máquina, la cual tiene una capacidad no sólo para revisar 40 billetes por segundo, sino empaquetarlos en fajillas de 100, hasta formar un mazo de mil piezas, para empacarlos para su distribución.
 
 
En este proceso pueden identificarse billetes defectuosos o no aptos (errores de procedimiento, magnetismo, corte, etcétera), que regularmente es un uno por ciento, los cuales se destruyen.
 
 
Regularmente cada contenedor contiene 300 mil piezas si se trata da billetes de baja denominación, y 250 mil para los de alta.
 
 
De acuerdo con Alejandro Alegre, todo este proceso, desde que el insumo está listo para usarse, hasta su empaquetado final, se lleva entre cuatro y seis semanas.
 
 
Así que para otra ocasión que tenga usted un billete en sus manos, analice muy bien sus características y piense que su fabricación no es un proceso fácil, como tampoco lo es, ciertamente, el tenerlo en los bolsillos.
 

 
 

 
 
 
 
 
 

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