Las elecciones intermedias en México suelen verse como un referéndum al gobierno en turno, en el cual el partido gobernante pierde apoyo y, por lo tanto, escaños en el Congreso. ¿Es realmente ese el caso? ¿Y qué podemos esperar para este 2021?
Una breve revisión de los resultados electorales en elecciones intermedias desde 1997 nos ofrece algunas ideas. En los hechos, ninguna de las cuatro elecciones intermedias desde entonces, 1997, 2003, 2009 y 2015, produjeron mayorías absolutas para el partido gobernante. Es la era de gobierno dividido. En dos de esas elecciones, 1997 y 2015, el PRI como partido gobernante resultó la primera mayoría, mientras que en otras dos, 2003 y 2009, el PAN como partido gobernante bajó al segundo lugar en la votación. Pareciera que solo 2003 y 2009 aplican como ejemplos de un voto de castigo a modo de referéndum, pero el hecho es que en todas el partido gobernante perdió apoyo.
Podría pensarse que en los comicios de 2003 las expectativas en torno al gobierno del cambio liderado por Fox se fueron apagando luego de un trienio de crecimiento económico cercano a cero, entre otros aspectos. En 2009, las elecciones estuvieron precedidas por el estallido de la crisis financiera internacional y luego por la epidemia de influenza H1N1. Ambas parecen razones para castigar en las urnas al partido del gobierno. En ambos comicios, el electorado cobró facturas al PAN: 7 puntos porcentuales menos en 2003 respecto a la votación obtenida tres años antes, al pasar de 39 a 32 por ciento, y 5 puntos en 2009 respecto a los comicios previos, al bajar de 35 a 30 por ciento.
Aunque en 1997 y en 2015 el PRI se mantuvo como primera fuerza, hubo cobro de facturas por parte del electorado. Las elecciones de 1997 estuvieron precedidas por la gran crisis económica de mitad de década, y registraron una baja de 12 puntos al PRI respecto a la elección anterior, al pasar de 52 a 40 por ciento.
Esos comicios tuvieron un gran impacto político e institucional: al haber perdido el PRI la mayoría legislativa, un hecho sin precedentes, cambió la dinámica de gobernabilidad y las relaciones entre el ejecutivo y el legislativo. En 2015, la votación al PRI bajó solamente 3 puntos de 34 a 31 por ciento, pero la caída en la aprobación al gobierno de Enrique Peña, también a niveles nunca antes vistos, preparó el camino para la elección de 2018, un inusual tsunami.
Las elecciones presidenciales de 2000, 2012 y 2018 generaron alternancias, por lo cual parecieran seguir también un modelo de voto de castigo: en 2000 contra el viejo régimen del PRI, en 2012 contra los gobiernos del PAN y en 2018 contra los partidos tradicionales en un ambiente de irritación social. López Obrador logró captar la mayoría de los votos, muchos de ellos convencidos de esa opción y otros tantos como expresión de rechazo a los partidos tradicionales. Morena y sus aliados se beneficiaron de la figura de AMLO, logrando formar una mayoría legislativa a favor del nuevo proyecto transformador.
El factor de la popularidad presidencial
La lógica de elecciones tipo referéndum en las que el partido gobernante ha perdido históricamente votos implica que la evaluación de la ciudadanía a sus gobiernos importa. Los gobiernos suelen pasar por un proceso de desgaste y el de AMLO no es la excepción. Durante su luna de miel con la opinión pública, en los primeros meses de gobierno, López Obrador llegó a registrar niveles de aprobación de más de 70 e incluso de 80 por ciento. A lo largo del primer año la aprobación presidencial se estabilizó en los sesentas por ciento. Aunque con algunos tropiezos a inicios de 2020, la aprobación se mantuvo arriba de 60 por ciento, con todo y las crisis sanitaria y económica de la pandemia de coronavirus. Tan solo a unas semanas de los comicios de 2021 se observó una ligera baja en el apoyo al presidente, que sugiere que los comicios podrían llegar con una tendencia de aprobación presidencial debilitada.
¿Qué tanto han importado los niveles de aprobación presidencial en la votación de las elecciones intermedias? Aquí la combinación de las encuestas con los resultados electorales nos da algunas pistas. Considerando desde un poco más atrás el periodo analizado, Carlos Salinas es el único presidente en los últimos 30 años que ha visto a su partido ganar terreno en las elecciones intermedias; Salinas llegó a los comicios de 1991 con altos niveles de aprobación y su partido creció casi dos dígitos. Pero son otros tiempos y los resultados de las elecciones estaban bajo una mayor sospecha respecto a su integridad.
En 2003, la aprobación a Vicente Fox era 64 por ciento previa a los comicios, y su partido logró 32 por ciento en las urnas (las encuestas preveían 33 por ciento). En 2009, la aprobación a Felipe Calderón Hinojosa era de 69 por ciento justo antes de las elecciones, pero su partido obtuvo el 30 por ciento (las encuestas preveían 33 por ciento). Aquí se deduce que al PAN lo castigaron más en 2009 a pesar de la ligeramente más alta aprobación con la que llegaba Calderón al juicio de las urnas.
Con Enrique Peña Nieto no se observa una brecha tan amplia entre popularidad presidencial y voto: Peña llegó con una aprobación de 39 por ciento a 2015, y su partido obtuvo el 31 por ciento en las contiendas para diputados federales (las encuestas preveían 32 por ciento). En 2018 la aprobación a Peña bajó a 18 por ciento, y su partido logró casi el 17 por ciento de la votación (las encuestas preveían 19 por ciento). De estos números puede deducirse que una aprobación presidencial baja puede afectar al partido gobernante enormemente, pero una aprobación relativamente alta no necesariamente le ayuda.
A unas semanas de las elecciones de 2021, la aprobación al presidente López Obrador registró 57 por ciento y el apoyo a su partido a nivel nacional era 40 por ciento, sin considerar a los aliados; esto es apenas un punto por debajo de lo que registró en 2018. Si aplicáramos la lógica de lo que ha ocurrido en el pasado, el partido (o coalición) gobernante debería perder puntos de apoyo este 6 de junio. La encuesta nacional de EL FINANCIERO publicada el 5 de mayo y realizada entre 2 mil electores en las 32 entidades por vía telefónica y presencial en vivienda, arrojó que entre Morena, PT y PVEM suman 46 por ciento de las preferencias, apenas 2 puntos menos (y hay que recordar el margen de error de la encuesta) de lo que obtuvieron juntos en 2018, 48 por ciento.
¿“Caída” respecto a qué?
La encuesta de EL FINANCIERO se hizo a poco más de un mes de las elecciones y registró una tendencia a la baja en el apoyo morenista respecto a sondeos previos, de hasta de 15 puntos si se toma en cuenta el inmediato anterior. Esto generó la impresión de que Morena se está desfondando en las preferencias. Sin embargo, todo depende de contra qué se compare. Si la comparación es con los sondeos previos ese mismo año, sí hay un caída muy notable, toda vez que a principio de año se registró un entusiasmo por el lanzamiento de la campaña de vacunación y eso tuvo repercusiones positivas en el apoyo al partido.
Si se le compara con lo registrado al inicio de la pandemia, por allá de marzo o abril de 2020, no hay mucho cambio, todo permanece igual. Y si se le compara con los comicios anteriores de 2018, tampoco hay cambio notable, tan solo una ligera baja dentro de márgenes de error aceptables en las encuestas. Falta ver qué dicen las encuestas más cercanas a la elección, y ver si hay más efectos de las campañas y de los eventos recientes en las preferencias. Ultimadamente, falta ver qué deciden los votantes el mero día de las elecciones. Las encuestas de salida recientes han mostrado que por lo menos una décima parte de quienes acuden a votar toman su decisión en el momento de enfrentarse a la boleta.
Sin embargo, hay algunos elementos que se derivan de la encuesta nacional de EL FINANCIERO que sugieren que, más allá de la estabilidad en la superficie, hay cambios significativos en aguas más profundas. El apoyo a morena ha caído dos dígitos entre los electores más jóvenes, de 18 a 24 años. Un comparativo de la encuesta con el exit poll nacional de 2018 sugiere que esa caída es de alrededor de 18 por ciento en la encuesta, y habrá qué ver si se confirma en las urnas. Por otro lado, hubo una caída en el apoyo morenista de 8 puntos (de 48 a 40 por ciento) entre los electores con estudios universitarios, y también de 8 puntos entre quienes tienen estudios de preparatoria o equivalente (de 52 a 44 por ciento).
En contraste, esas caídas se han visto compensadas con aumentos en el apoyo reflejado hacia Morena entre los electores de mayor edad y que tienen una menor escolaridad.
En el segmento de electores de 55 años de edad o más, el apoyo guinda pasó de 47 a 51 por ciento; mientras que entre los electores con educación de nivel primaria subió de 44 a 60 por ciento. Las bases sociales del apoyo morenista han sufrido transformaciones en estos últimos tres años. Las preferencias han cambiado mucho, pero el nivel de apoyo a Morena se mantiene más o menos igual que en 2018.
Bajo esta lógica, pensariamos que podría no perder mucho en 2021. Excepto que también ha habido cambios regionales importantes a considerar.
Barajando las regiones
El desagregado de resultados de la encuesta nacional de EL FINANCIERO por las cinco circunscripciones electorales del país nos ayudan a tener una muy buena idea de la posible magnitud del cambio regional. Comparando el nivel de votación que tuvo Morena en cada circunscripción con lo que marca hoy la encuesta, se observan diferencias aparentemente menores pero importantes, de entre 2 y 6 puntos de variación. Esto a nivel nacional puede sonar poco, pero en contiendas distritales puede significar todo.
El cambio más notable se observa en la tercera circunscripción, en el sureste del país, donde el apoyo a Morena es hoy 6 puntos más alto que hace tres años, según la encuesta. Esto significa que Morena podría tener más apoyo electoral en distritos que ganó con relativa facilidad en 2018. Sin embargo, las variaciones de apoyo en otras zonas sugieren que Morena podría llegar un poco más debilitado en distritos más competitivos. Esto podría tener un impacto en el número total de distritos que se ganen en 2021: Morena ganó con sus aliados 218 de los 300 distritos por mayoría relativa en 2018. Como referente, AMLO ganó 31 de las 32 entidades federativas. Pero la fuerza de 2018 no se está viendo en la misma magnitud en las contiendas por 15 gubernaturas estatales este año, donde Morena lleva ventaja en 9 y, en su escenario más positivo podría lograr hasta 11 de ellas, aunque también podría quedar en 7, según las tendencias que muestran las encuestas de este diario a nivel estatal.
Hay que tomar en cuenta el voto diferenciado, pero si el nivel de apoyo a las candidaturas para gobernador refleja la fuerza en las contiendas para diputados, el desplome de candidaturas morenistas en las encuestas en estados como Nuevo León, Guerrero, Michoacán o Campeche, por mencionar algunas, es una mala señal para el partido gobernante.
Por otro lado, fenómenos como el de San Luis Potosí, donde Morena no figura tan fuerte pero sus aliados PT y PVEM sí, la fuerza de esos partidos, independientemente de si ganan o no la gubernatura, puede resultar fundamental para los votos distritales en la contienda legislativa.
Elecciones complejas
Y a todo esto hay que agregar la complejidad de las reglas electorales para traducir votos en escaños. En 2018 se cometieron errores en esa traducción, pero este año podría no ser el caso, luego de que el INE revisara la sobrerrepresentación. De ser así, esperaríamos menos curules para la coalición gobernante aún con los mismos números que en 2018. Y si éstos bajan, con mayor razón. Si la historia se repite, en el sentido de que el partido gobernante suele perder apoyo y, por lo tanto, peso legislativo, hay que agregar que es posible que no se repita por las mismas razones. Cada elección tiene su propia historia y dinámica.
En 2003, los votantes parecen haber estado desilusionados del cambio; en 2009 irritados por la crisis; en 2015 la irritación social comenzaba una espiral descendente que puso el camino hacia 2018. En este 2021 hay varias posibilidades: el manejo de la pandemia, la crisis económica y el proyecto de la 4T, por mencionar las más visibles. Veremos si el electorado repite o no el patrón marcado desde 1997: una pérdida en el apoyo y representación legislativa del partido gobernante.
¿Por qué importan las mayorías?
En una intermedia, la mayoría en el Congreso es el blanco de la elección. Sin embargo, hay que tener claro el significado de dos términos clave: mayoría absoluta y mayoría calificada.
La mayoría absoluta se logra con 250 diputados más uno, de los 500 que son en total; mientras que la mayoría calificada es equivalente a 334, es decir, el 66 por ciento, y es importante porque esta última es el medio por el cual se pueden aprobar reformas constitucionales sin necesidad de otro aval.
De acuerdo con Juan Ricardo Pérez-Escamilla, fundador de la Central de Inteligencia Política y Oraculus, un medio nativo digital especializado en las elecciones, Morena obtendrá la mayoría absoluta, aunque la calificada está pendiente.
En cuanto a la intención del voto, Pérez-Escamilla dice que, de acuerdo con Oraculus, el 41 por ciento será para Morena, mientras que el PRI lograría un 18 por ciento, y PAN un 17 por ciento; sin embargo, los partidos pequeños son quienes impulsarán el peso para el Congreso. La alianza electoral Juntos hacemos historia, formada por Morena, el PT y PVEM, apuesta a la continuidad del gobierno, mientras que la alianza Va por México (PRI, PAN y PRD) busca bloquear una mayoría calificada; y Movimiento Ciudadano se inclina por el desgaste de las anteriores.
Según Pérez-Escamilla, en las elecciones de años anteriores, las alianzas han sido un factor relevante para obtener estas mayorías, y en estos comicios será igual, aunque a diferencia de 2018, esta elección está muy cerrada. En esta ocasión los ingredientes clave de la elección son: la intención del voto y el avance de los candidatos a las gubernaturas. “En la medida en que vaya cayendo Morena, significa que habrá menos votos para ellos y más para la oposición”, advirtió.
Este texto es parte del especial de la revista Bloomberg Businessweek México de ‘Intermedia: mayoría absoluta en juego’. Consulta aquí la edición fast de este número.