En marzo de 2020, cuando las ciudades latinoamericanas entraron en estricto confinamiento debido a la pandemia, una crisis existencial invadió MercadoLibre, la plataforma de comercio electrónico que domina en la región. Las ventas se redujeron a un mínimo durante aproximadamente una semana. Luego, se recuperaron. Y pronto estuvieron por encima de donde habían estado un año antes.
Los ingresos por e-commerce de MercadoLibre crecieron un 90 por ciento en 2020 a medida que el COVID-19 aceleraba las compras en línea, según Bloomberg Intelligence. El número de compradores en su mercado creció un 40 por ciento, a 65 millones, en los 12 meses que terminaron el 31 de marzo pasado.
“Avanzamos de tres a cinco años, según el país del que estemos hablando”, dice Marcos Galperin, cofundador y CEO de la empresa. “No hay vuelta atrás”.
Si MercadoLibre está transformando la forma en que compran los latinoamericanos, los inversionistas parecen aún más entusiasmados con cómo está cambiando la forma en que pagan. El volumen de pagos en MercadoPago, el brazo de tecnología financiera de la compañía, aumentó un 75 por ciento el año pasado, a 50 mil millones de dólares, ya que los comerciantes incorporaron la capacidad de pagar a través de aplicaciones para teléfonos inteligentes o códigos QR. La compañía también duplicó con creces la cartera de su negocio de préstamos.
En 2018, Goldman Sachs estimó que el 40 por ciento del valor de MercadoLibre provenía de su rama de servicios financieros; hoy es el 60 por ciento.
Incluso los patrocinadores de la empresa no argumentan que haya sido pionera en ningún servicio financiero novedoso. “La mayor virtud de MercadoLibre a lo largo de los años fue su capacidad para identificar tendencias relevantes desde el principio, adaptarlas a las condiciones locales y, sobre todo, implementarlas en el momento adecuado con precisión, agilidad y habilidad”, escribió Dynamo, el destacado activo brasileño que ha mantenido acciones de la empresa durante los últimos cinco años, en una carta a los clientes fechada en 2018.
Marcos Galperin, de 49 años, cuya familia es propietaria de una importante curtiduría y distribuidora de cuero en Argentina, estaba estudiando una maestría en negocios en Stanford, en 1999, cuando vio a eBay prosperar y decidió que podía crear un sitio web de subastas para el mercado latinoamericano. Lo llamó “Mercado libre” y facilitó sus primeras ventas ese año. Todos los miembros del equipo original se comprometieron a encontrar 200 productos para poner en venta. La contribución de Galperin fue un conjunto de palos de golf familiares.
eBay terminó invirtiendo en MercadoLibre en 2001 y mantuvo una participación hasta 2016.
En esos primeros días, la plataforma funcionaba como un sitio de anuncios clasificados que conectaba a compradores y vendedores por correo electrónico; algunos acuerdos fracasaron en medio de preocupaciones por fraude y problemas logísticos.
MercadoLibre emprendió una rama de servicios financieros en 2003. Una vez más, la inspiración vino de eBay, que había comprado PayPal el año anterior para desarrollar relaciones con empresas de servicios de pago y tarjetas de crédito.
Hoy en día, muchas de las transacciones que facilita MercadoLibre no involucran su propio negocio de comercio electrónico. Desde ferias artísticas hasta puestos de agua de coco en la playa o taxis, es cada vez más común ver anuncios que dicen: “Aceptamos MercadoPago”. Algunos pequeños comerciantes dicen que las comisiones pueden ser elevadas, pero reconocen que es el precio de mantenerse al día con las preferencias de los consumidores.
Lourenço Campos Leite, un cerrajero de 67 años en Sao Paulo, comenzó a aceptar pagos móviles hace dos años. Dice que se siente más seguro manejando menos efectivo y asegura que los clientes prefieren los pagos móviles porque facilitan el control del gasto. “A cada vez menos clientes les gusta llevar efectivo”, comparte. Casi el 80 por ciento de sus compradores ahora pagan con el lector de tarjetas de MercadoLibre y hasta el 10 por ciento usa códigos QR.
En una región donde el 50 por ciento de las personas no tiene una cuenta bancaria, MercadoLibre también vio la oportunidad de expandir su gama de servicios financieros y seguirse consolidando. Ahora emite pequeños préstamos tanto a comerciantes como a consumidores a través de una unidad llamada MercadoCrédito, que determina la solvencia crediticia de los prestatarios a partir de los datos que recopila mediante su plataforma. Y no, la empresa no se financia con depósitos, por lo que no planea solicitar una licencia bancaria, explica Galperin.
MercadoLibre también permite a los usuarios poner el dinero de sus billeteras digitales en fondos mutuos de bajo riesgo, una opción atractiva en países como Argentina, donde la inflación anual es casi del 50 por ciento. Estos productos son, en gran parte, responsables de un gran aumento en las cuentas de inversión minorista. En Argentina, había 400 mil de estas cuentas antes de que la empresa comenzara a permitir inversiones a través de su aplicación de billetera. Desde septiembre de 2018, los clientes de MercadoLibre han utilizado la aplicación para abrir más de tres millones de nuevas cuentas de inversión minorista.
Este servicio también está disponible en México y Brasil, con alrededor de 15.7 millones de cuentas en toda la región, con un promedio de 50 a 100 dólares. Irma Sgarz, analista de Goldman Sachs, ve a los servicios financieros como el negocio a largo plazo más prometedor de MercadoLibre.
La cartera crediticia de la empresa tiene márgenes de 25 por ciento, en comparación con márgenes generales de 3%, según Sgarz. Ella espera que el negocio de préstamos por sí solo crezca más de ocho veces en los próximos cinco años.
Por ahora, el comercio minorista sigue siendo el mayor negocio de MercadoLibre. Su rama de comercio representa alrededor de dos tercios de sus ingresos totales, una proporción más alta que antes de la pandemia de COVID-19.
En Brasil, los camiones de reparto de color amarillo brillante de MercadoLibre son omnipresentes en la mayoría de las ciudades importantes.
Llevan un número creciente de productos a los clientes que no pueden salir de sus casas, muchos de los cuales ya han comenzado a utilizar algunos de sus productos financieros también.
La compañía está duplicando su capacidad en sus dos mercados más grandes, creando una flota de carga aérea y considerando ingresar a las entregas de alimentos frescos e incorporar demostraciones de video en vivo en su plataforma de compras. A MercadoLibre le ha ido bien frente a los competidores locales e incluso frente a los intentos de Amazon de trasladarse a la región. Por ahora, el mercado de comercio electrónico de América Latina está creciendo tan rápido que puede parecer que todos están ganando, observa Sgarz. “Una de las preguntas es si los rivales están ganando participación de mercado o están creando uno nuevo que antes no estaba en línea”, reflexiona.
Aún así, algunos inversionistas creen que la compañía tendrá dificultades para mantener el impulso a medida que la pandemia se desacelere. Las acciones han caído drásticamente desde que alcanzaron su punto máximo en enero. Galperin afirma que su estrategia es reinvertir el dinero en la captura de participación de mercado, en lugar de ejercer el poder de fijación de precios y aumentar las ganancias. Para hacerlo, está duplicando la fuerza laboral directa de la empresa este año, a 30 mil. “Creemos que el comercio electrónico y la tecnología financiera crecerán en las próximas décadas; sería un error optimizar las pérdidas y ganancias en esta etapa”.
Para algunas personas, la pandemia las ha conducido a una relación cada vez más estrecha con la empresa. Antes de que apareciera el virus, dice Ricardo Ribeiro, profesor universitario en Maringa, una ciudad al sur de Brasil, hacía menos de un pedido al mes; ahora, lo hace unas tres veces por semana. El entusiasmo de Ribeiro ha sido tan notorio que, cuando cumplió 56 años en mayo pasado, su familia le hizo un pastel de cumpleaños con la forma de la caja de reparto de MercadoLibre.
“Comprar en línea se ha convertido en un hábito desde que comenzó la pandemia”, dice.