Cruzar de México a Estados Unidos requiere de una especie de invisibilidad que proteja a madres, padres e hijos para no ser detenidos por los agentes de la patrulla fronteriza. En ese camino que puede involucrar desapariciones, separación de familias o el riesgo de la asfixia en una caja remolque, el fotógrafo John Moore captura un guiño de la realidad.
Con 54 años de edad, Moore cree que el mejor recurso que podría tener un cronista de la imagen es evadir el protagonismo. “La historia nunca es sobre mí, quiero ser invisible lo más posible en mi acción”, asegura el fotógrafo, “quiero contarlo de la manera más nítida y justa, aunque la objetividad pura no sea posible en nuestra profesión”. De eso se trata la objetividad: el periodista debe apartarse de la situación y registrar los eventos.
Durante el primer año de la pandemia por Covid-19, en 2020, Estados Unidos registró un total de 50 millones 632 mil 836 personas que llegaron a su territorio, de acuerdo con cifras de Naciones Unidas (ONU); esto representa el 15.3 por ciento de su población.
“La migración es un problema compartido entre México y los Estados Unidos, junto con los países centroamericanos porque al final las personas que cruzan fronteras son afectadas por el narco y quienes trafican con la gente. México y Estados Unidos deben coordinarse en el combate contra quienes se están aprovechando y tratando mal esas personas en su camino”, menciona el también ganador del Premio Pulitzer.
El pasado 25 de octubre de 2021 el canciller Marcelo Ebrard reconoció que 1 millón 800 mil migrantes han sido repatriados desde Estados Unidos. El fenómeno inicia cientos de kilómetros atrás: en las fronteras de Guatemala y Belice con el sur del territorio mexicano se repiten las escenas de familias que luchan por abrirse paso entre las tropas de la Guardia Nacional.
“Siempre hablo con los migrantes y les digo soy fotógrafo, no soy de la migra. Les explico que las imágenes son para mostrar la travesía increíblemente difícil y eso es lo complicado, ser empático con personas que en este momento sufren por no tener una vacuna contra el Covid-19, porque vienen asolados por el narco o escapando de la guerra. Con frecuencia, la gente frente de mí está en una experiencia plena de trauma”, recuerda el fotógrafo.
La postura antimigratoria de Donald Trump provocó escenas de familias que tras un duro paso por México, eran atrapadas en territorio norteamericano y separadas. Mientras padres y madres debían volver a su país de origen, cientos de niños que aguardaban en centros especiales con el sueño de ser aceptados en EU.
En junio de 2018, Moore tomó la decisión de agacharse para observar desde la perspectiva de una niña migrante. Ese instante decisivo lo llevó no solo a ganar el World Press Photo 2019, sino a ponerle rostro a las duras medidas de cero tolerancia que adoptó el gobierno de Trump hacia los migrantes.
“Cuando la niña estaba llorando, yo sabía que ese momento era importante. Había pedido permiso de la patrulla fronteriza para trabajar con ellos y documentar lo que estaba pasando. En ese momento no había imágenes para mostrar visualmente el fenómeno de la separación de familias, que ocurría en los centros”, recuerda Moore, “no sucedía frente a las cámaras y en ese momento no me imaginé que esa foto iba a tener la influencia y el impacto mundial que consiguió, pero sabía que era importante”.
10 segundos para el disparo perfecto
Para Henri Cartier-Bresson llevar consigo una cámara no solo se trataba de captar una imagen, él iba por ahí “resuelto a atrapar la vida, a preservar la vida en el acto de vivir”. El caso de John Moore es de una mirada que antes busca conocer el entorno y las problemáticas del tema que va a tratar.
“No soy el fotógrafo clásico de la calle tomando fotos de cualquier cosa, quiero contar una historia específica y noticiosa. Me gusta aportar a las personas de mis fotos; por ejemplo, ahora estoy cubriendo la historia del Covid-19 en Texas, Estados Unidos. Trabajo con paramédicos que responden a emergencias de pacientes que son llevados a los hospitales. Hablo con la familia o con el paciente y les digo que me gustaría quedarme aquí con ellos un rato para contar esa historia importante”, comenta John Moore.
A los 16 años de edad John Moore tomó por primera vez una cámara y fue una profesora de fotografía quien le platicó sobre la trascendencia que puede generar un instante capturado en imagen.
“Cuando era adolescente no tenía idea de muchas cosas. No sabía lo que quería ser en el mundo, pero me gustó mucho lo que podía hacer con la cámara”, recuerda, “desde los 16 años hasta ahora siempre he pensado que lo que hacemos, cuando lo hacemos bien, es importante para el mundo. Una cámara nos permite mostrar lo que está pasando realmente en el mundo y por eso me parece una profesión que realmente vale la pena”.
La fotografía no es una simple porción del tiempo, sino un testigo fiel de los acontecimientos que marcan el devenir de la historia. En el caso de John Moore, ha sido puesta al servicio de la sociedad para visualizar a quienes se fragmentan en los cruces fronterizos.
“Estoy trabajando una hora o hasta tres cuando por fin tengo una imagen que es más o menos exactamente lo que quería. Veo a un lado algo interesante y me gasto 10 segundos en un disparo; luego, en la edición me doy cuenta que las fotos que pasaron por accidente son más interesantes. ¿Cuántos disparos necesito? A veces tomo 200 o 500 fotos en un día, pero cuando busco contar una historia y la imagen icónica, solo hace falta un disparo”, finaliza.
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