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Bancos centrales y no el COVID definirán economías mundiales en 2022

Bloomberg Economics espera que ómicron tenga un efecto visible pero de corta duración en el crecimiento.

Bloomberg Economics prevé que la economía estadounidense crezca a un ritmo del 4.4 por ciento durante la primera mitad de 2022. (Especial).

El coronavirus no será el enemigo público número uno de la economía mundial en 2022. Los mayores peligros de este año vendrán de la inflación y el riesgo de que los bancos centrales entiendan incorrectamente la recuperación pospandémica.

Este es el año en que descubriremos si la economía global es lo suficientemente sólida como para sobrevivir con menos ayuda de los gobiernos y los bancos centrales; y si la inflación es una consecuencia temporal del COVID o un problema más persistente.

Frente a una amplia gama de posibilidades, los pronosticadores suelen ubicarse en algún punto intermedio. Entre los encuestados por Bloomberg, el consenso es que la economía mundial crecerá 4.4 por ciento en 2022.

Pero a partir de 2023, coinciden en que el crecimiento volverá a su estándar a largo plazo de alrededor del 3.5 por ciento, tal como si el COVID-19 nunca hubiera ocurrido.


Solo hay un problema. Nada en esta economía parece normal, está completamente fuera de control. Si eso sigue siendo cierto en 12 meses, es casi seguro que los formuladores de políticas monetarias habrán cometido un error.

Tomemos el mercado laboral. Había al menos 10 millones de puestos vacantes en Estados Unidos a fines de 2021, que cualquier gerente de restaurante, supervisor de planta y directivo te dirá que batalla para cubrir. La escasez de mano de obra aparece en todas partes, excepto en las estadísticas. Si analizamos los números hay al menos 5 millones de estadounidenses adultos que no trabajan hoy y que tenían un empleo remunerado a principios de 2020.

Estados Unidos no es el único país con ese problema. Reino Unido tenía más de un millón de vacantes en noviembre, pero al menos 600 mil personas más que a principios de 2020 decidieron quedarse al margen del mercado laboral. Se niegan a aceptar un trabajo incluso cuando los salarios suben.

Ya se trate de meseros o camioneros, microchips o queso crema, el desajuste entre la oferta y la demanda se ha convertido en el leitmotiv de la recuperación del COVID, el legado de un loco periodo de 18 meses en el que la mayor economía del mundo se contrajo casi un 20 por ciento en seis meses para luego recuperarlo todo a mediados de 2021.


Los grandes ganadores de esa recuperación histórica fueron los hogares estadounidenses, cuya riqueza se disparó gracias al boom de los mercados inmobiliarios y bursátiles. Colectivamente, los estadounidenses tenían un estimado de 2.6 billones de dólares en ahorros adicionales en sus cuentas bancarias a mediados de año, un monto que equivale al 12 por ciento del PIB.

Durante buena parte de 2021, los funcionarios de la Reserva Federal y de muchos otros bancos centrales se sintieron confiados en desestimar la escasez de mano de obra y las crisis en la cadena de suministro como consecuencias a corto plazo de la pandemia. El miedo persistente al COVID y esos dólares federales adicionales en las cuentas bancarias estaban desanimando a muchos desempleados a regresar al trabajo. Con el tiempo estos problemas se resolverían, razonaron los bancos centrales.

El hecho de que una buena parte de la “sorpresiva” inflación de 2021 se deba al aumento de los precios de la energía pareció fortalecer la lógica de la inacción del banco central, porque los costos energéticos más altos, en general, tienden a desacelerar el crecimiento. Pero para el Día de Acción de Gracias, la inflación de los precios al consumidor era del 6.8 por ciento anual en Estados Unidos, la más alta desde que Ronald Reagan fue Presidente y aproximadamente tres veces el pronóstico de la Reserva Federal a principios de 2021.

Entonces, en diciembre, la narrativa finalmente cambió de la inflación “es transitoria” a “está tardando tanto en moverse que puede necesitar intervención”, y los mercados ahora apuestan a que la Fed subirá las tasas de interés al menos tres veces en 2022.

El Banco de Inglaterra, que esperaba que la inflación superara el 6 por ciento en los próximos meses, desde su última reunión de política monetaria de 2021 elevó las tasas de interés en 25 puntos básicos. Los inversores han previsto otras cuatro alzas en 2022.

El Banco Central Europeo (BCE) no ha elevado su tasa de interés en más de una década, y su presidenta Christine Lagarde ha dicho que este año tampoco prevé un aumento. Para empezar, la zona euro es menos propensa a la inflación que Reino Unido y Estados Unidos, además de que su recuperación económica ha sido menos robusta. No obstante, con el más reciente dato que muestra que los precios al consumidor aumentaron a un ritmo récord del 5 por ciento en el año, el BCE también podría verse presionado a subir las tasas.

Sabemos que el banco central estadounidense, el más importante del mundo, retirará el apoyo a la economía, y es posible que otros hagan lo mismo. El 2022 estará determinado por ese dilema: si la recuperación no aguantará esa medida porque fue “demasiado”, o si es demasiado poco, demasiado tarde.

Antes los bancos centrales causaban la mayoría de las recesiones. Para estar en el lado “demasiado” del argumento y temer que la Fed cause la próxima recesión, ayuda ser pesimista sobre las consecuencias económicas de la variante ómicron y también temer los efectos económicos secundarios del fin del estímulo federal al tiempo que suben las tasas de interés.

Bloomberg Economics espera que ómicron tenga un efecto visible pero de corta duración en el crecimiento. Cada pico sucesivo de contagios ha tendido a tener costos económicos decrecientes, en parte porque todos han mejorado en el manejo de las consecuencias económicas. Ómicron parece ser más contagioso, pero menos mortal que las variantes anteriores. Los picos de infecciones aún podrían pesar sobre la actividad económica a corto plazo al aumentar considerablemente el ausentismo, como ya está sucediendo en Estados Unidos y Reino Unido. Sin embargo, a largo plazo, la llegada de ómicron podría acelerar la transición de pandemia a endemia, reduciendo la necesidad de los confinamientos tan disruptivos para la economía.

El golpe del fin de la ayuda gubernamental es más difícil de minimizar, porque es aritmética simple. La economía estadounidense tuvo dos años y un billón de dólares en estímulo federal (principalmente en la forma de cheques para los hogares).

Eliminar todo eso inevitablemente abre un agujero en la demanda total por valor de al menos el 3 por ciento del PIB, según Alec Phillips de Goldman Sachs Group Inc.

¿Este cambio radical tanto para la política fiscal como para la monetaria acabará con la recuperación mundial? Los mercados financieros no parecen pensar así. Los mercados mundiales de renta variable valían alrededor de 150 billones de dólares a fines de 2021, habiendo duplicado su valor desde marzo de 2020. El índice S&P 500 incluso logró subir el día que la Fed anunció que reduciría sus compras de bonos más rápido para preparar el alza de tasas.

Bloomberg Economics prevé que la economía estadounidense crezca a un ritmo del 4.4 por ciento durante la primera mitad de 2022, a pesar del retiro del estímulo federal y el impacto en el gasto y la inversión por ómicron, desacelerándose a un todavía respetable 2.7 por ciento en la segunda mitad. ¿La razón? La mayoría de los consumidores estadounidenses aún tienen dinero para gastar: esos 2.6 billones de dólares adicionales en cuentas bancarias. Y, por una vez, ese dinero no se concentra entre los hogares más ricos, probablemente porque aproximadamente dos tercios provinieron de ayudas del gobierno.

Supongamos pues que la economía de Estados Unidos puede resistir el endurecimiento monetario. ¿Qué pasa con el resto del mundo? Los cambios en la postura de la Fed pueden detonar una fuga de dinero hacia Estados Unidos y el abandono de mercados más riesgosos. Muchas economías de mercados emergentes se enfrentarán a una difícil elección entre subir las tasas para frenar las salidas de capital o mantenerlas bajas para sostener la recuperación interna. Ziad Daoud, de Bloomberg Economics, ha identificado cinco que son especialmente vulnerables al aumento de las tasas de la Fed: Brasil, Egipto, Argentina, Sudáfrica y Turquía.

En general, las tasas de referencia de los mercados emergentes probablemente aumentarán, pero Bloomberg Economics prevé que estas economías, salvo China, crecerán un 4.8 por ciento en 2022. Eso es casi 2 puntos porcentuales menos que en 2021, aunque está muy por encima de los niveles anteriores al COVID.

La principal razón por la que el mundo podría ignorar el impacto del ajuste de la Fed es que el BCE y el Banco de Japón están comprometidos a mantener las tasas al mínimo por el momento. Así que todavía hay mucho dinero barato flotando alrededor del mundo en busca de un hogar. Esto explica en parte por qué las tasas de interés a largo plazo (como se refleja en el rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años) no han reaccionado de manera muy dramática a los planes de la Reserva Federal de aumentar las tasas a corto plazo.

Otra razón es que el Banco Popular de China, por primera vez, se moverá exactamente en la dirección opuesta a la Reserva Federal. Al flexibilizar la política para apoyar una economía que lucha contra los efectos de la ofensiva contra el mercado inmobiliario al mismo tiempo que la Fed la endurece, el Banco Popular de China hará su propia declaración de independencia de Estados Unidos.

Para Europa, la incertidumbre en este año viene de la política y los precios de la energía. Los precios del gas y la electricidad están en máximos históricos debido al cierre de centrales nucleares en Francia y la reducción de los suministros de gas natural ruso. El Primer Ministro italiano, Mario Draghi, ha dicho que los gobiernos deben tomar medidas para proteger a los consumidores, pero a los gobiernos que ya tienen una gran deuda adicional no les gustará tener que ayudar de nuevo.

En Francia, la crisis energética y una posible sexta ola de COVID serán el telón de fondo de una elección presidencial que, salvo una sorpresa de último minuto, probablemente verá a Emmanuel Macron mantener el poder.

El futuro de Italia parece menos cierto tras la sorpresiva noticia en diciembre de que Draghi podría aspirar a la presidencia, dejando el trabajo más práctico de Primer Ministro a otra persona. Italia todavía se considera el país con más probabilidades de causar la próxima crisis financiera europea, y ninguno de los probables sucesores de Draghi tiene la estatura del expresidente del BCE ni la confianza de otros líderes europeos e inversores internacionales.

En Reino Unido, luego de una serie de escándalos políticos, muchos esperan que el Primer Ministro Boris Johnson sea destituido en algún momento de la primera mitad de 2022. Pero sin elecciones parlamentarias en el horizonte, un cambio de liderazgo quizás no tenga gran impacto en el manejo de la economía.

En cuanto a Estados Unidos, que para bien o para mal domina cualquier debate sobre la trayectoria de la recuperación mundial porque representa una cuarta parte del PIB mundial, los inversores están valorando solo tres aumentos en las tasas de referencia en 2022. Bloomberg Economics considera que los últimos pronósticos de la Fed para la tasa de desempleo y la inflación subyacente son consistentes con seis aumentos. Pero incluso eso apenas llevaría la tasa por encima del 1 por ciento para fin de año, muy por debajo de la inflación y por debajo del nivel prepandemia.

La gran pregunta no es si la Fed habrá hecho demasiado para fin de año, sino si habrá hecho lo suficiente. “Mi temor es que ya estemos llegando a un punto en el que será difícil reducir la inflación sin provocar una recesión”, dijo en diciembre el exsecretario del Tesoro Larry Summers. El consenso entre los economistas encuestados por Bloomberg es que la pandemia puede haber cambiado para siempre la forma en que trabajamos y compramos, pero que la dinámica básica de la oferta y la demanda volverá pronto a la normalidad una vez que se neutralice la amenaza del virus. Luego la inflación comenzará a gravitar hacia el objetivo a largo plazo de la Reserva Federal del 2 por ciento. Si tienen razón, la Fed habrá logrado llevar la economía estadounidense a un aterrizaje suave y evitar una recesión. Si se equivocan, 2023 será el año en que todos paguemos el precio.

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