Cuando el club Core vuelva a abrir sus puertas para recibir a los ricos y poderosos en una nueva dirección en la Quinta Avenida neoyorquina, tendrá más competencia que nunca. En los últimos dos años ha surgido una nueva clase de clubes exclusivos para miembros, que ya han cambiado la forma en que los adinerados de Nueva York comen, juegan y trabajan. El renovado Core se unirá a un mercado que incluye a Casa Cipriani, Zero Bond, tres establecimientos del imperio Soho House y un Aman Club, que abrirá a una cuadra de Core en la zona del Midtown.
Esta nueva generación sigue más o menos el modelo de los clubes privados de la ciudad que se fundaron en el siglo XIX al estilo de los clubes británicos para caballeros. Los neoyorquinos, después de todo, también disfrutaban de leer el periódico junto a la chimenea, reunirse con amigos para almorzar, realizar negocios con whisky escocés y asistir a cenas animadas y etílicas servidas por camareros en uniforme.
Pero mientras los clubes Metropolitan, University, Union y Knickerbocker comparten las mismas fachadas imponentes, bibliotecas de madera y comida incomible de sus antepasados de Londres, Core y sus pares apuntan a algo diferente. No son instituciones aburridas pobladas por octogenarios que hablan en murmullos; son elegantes centros sociales que ofrecen cenas de primera calidad, vida nocturna, gimnasios de vanguardia y eventos culturales durante todo el año.
Todo eso es atractivo, pero tampoco es exactamente difícil de encontrar en Nueva York, una ciudad que casi se dobla bajo el peso de sus gimnasios, restaurantes, centros nocturnos y teatros. Si el atractivo de los antiguos clubes de membresía era simple (exclusividad combinada con una aversión al silencio aplastante de la vida doméstica), el atractivo de estos clubes tiene más matices.
Algunos, como Zero Bond, tienen un solo local que principalmente ofrece a los miembros algo que hacer mientras están en la ciudad. Aunque tanto este como su contraparte en el centro, Casa Cipriani, se planificaron antes de la pandemia, fueron inaugurados en una ciudad donde los residentes que no podían viajar se enfrentaban a opciones muy reducidas para salir.
Ambos se han convertido en lugares para ver y ser vistos, y son favoritos de Eric Adams, el nuevo Alcalde neoyorquino amante de la vida nocturna (tras su victoria en las urnas, celebró en Zero Bond). Pero Core, que pronto abrirá clubes en San Francisco y Milán, ha puesto su mirada en el modelo de Soho House, con el objetivo de capturar y servir a un grupo demográfico más itinerante.
En cierto modo, Core y Soho House responden a una antigua necesidad: ayudar a los empresarios que viajan a hacer conexiones locales. Es, al menos en parte, la razón por la cual los clubes sociales anglosajones tuvieron tanto éxito en primer lugar. “Eran particularmente atractivos para los inmigrantes y recién llegados a la ciudad”, explica Peter Clark, profesor emérito de historia urbana europea en la Universidad de Helsinki y autor de British Clubs and Societies 1580–1800: The Origins of an Associational World. El objetivo de muchos clubes, dice, era servir como “un punto de apoyo importante en la vida social de las comunidades de destino”.
Pensemos en un hombre que llega a un club en el Boston del siglo XVIII con una tarjeta de membresía de su filial en Londres y es recibido con los brazos abiertos. “Le daba a un recién llegado credibilidad económica y financiera, así como una posición social”, dice Clark. Core podría verse bajo una luz similar: una amigable vía de acceso para una clase social y profesional internacional ansiosa por encontrar su lugar en un espacio seguro con personas de ideas afines.
Mientras que el 60 por ciento de los 2 mil 300 miembros de Casa Cipriani son de Nueva York, en Core, “nuestros miembros siempre han sido internacionales”, advierte su fundadora, Jennie Enterprise. De sus mil 500 miembros, solo el 30 por ciento son locales.
Fundado en 2005, Core tiene una cuota de admisión que oscila entre los 15 mil y los 100 mil dólares, y anualidades de entre 15 mil y 18 mil dólares. Originalmente ubicado en East 55th Street, durante la pandemia anunció que se mudaría a lo que antes se conocía como el edificio de Coca-Cola en la Quinta Avenida.
El espacio, que se inaugurará en septiembre, ocupará los cuatro pisos superiores del edificio y abarcará unos 60 mil pies cuadrados. Incluirá once suites estilo hotel, cinco salas de reuniones privadas, un spa, gimnasio, salón de belleza, teatro, biblioteca, dos comedores y algo llamado el Dangene Institute, un servicio fundado por la esposa de Enterprise que oferta lo que Enterprise describe como “procedimientos no invasivos, no quirúrgicos, de optimización de la edad, longevidad e imperfecciones, en términos generales”.
Core tiene planes para abrir una sucursal en Milán en diciembre, que ocupará 40 mil pies cuadrados dentro de un edificio histórico en la calle Corso Giacomo Matteotti. “Tenemos todo el palazzo”, dice Enterprise. “El campanario más alto de todo Milán, con terrazas en cascada y un patio detrás”. Una tercera ubicación, una sucursal de 45 mil pies cuadrados en la Pirámide Transamerica de San Francisco, será inaugurada en 2023.
Las tres ciudades, explica, “son ciudades estratégicas, ciudades que creemos que son internacionalmente vibrantes y culturalmente relevantes”. El miembro de Core, tal como lo prevé Enterprise, ya está viajando entre Milán, Nueva York y San Francisco; ella simplemente le está proporcionando una forma mejorada de hacerlo.
Pero los rivales no se quedan atrás, sobre todo el más barato Soho House, que tiene sucursales en muchas más ciudades, incluidas Chicago, Hong Kong y Mumbai. The Aman Club, una extensión del programa de lealtad de la famosa cadena de hoteles de lujo, pronto tendrá clubes privados en Miami, Bangkok y otros lugares.
Y, debido, al Covid, la clientela normal de estos lugares no viaja con tanta frecuencia, lo que significa que la competencia por las personas (y las billeteras) es aún más dura.
Enterprise no se amilana. En todo caso, dice, la pandemia es responsable del aumento de los clubes exclusivos para miembros. “Una de las razones por las que hay una proliferación de clubes privados es quizás porque existe la sensación de que la gente quiere estar en un entorno más seguro”, apunta. Enterprise prevé que el miembro de Core se una a varios clubes en lugar de quedarse solo con uno. “Lo interesante de los clubes, sin importar cuántos haya, es que las personas pueden identificarse con la forma en que se están desarrollando esas comunidades”, dice. Zero Bond podría encontrar adeptos por su animada vida nocturna; Dumbo House, por su oferta lounge los fines de semana. Core, en la visión de Enterprise, siempre seguirá siendo el punto de encuentro de sus miembros, un lugar seguro en su itinerancia interminable entre los Centurion Lounge en los aeropuertos y las salas de conferencias.
“A menudo pienso… si cada uno de nuestros miembros está cambiando el mundo a su manera, imagina lo que puede pasar cuando reunimos a todos”, señala Enterprise.
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