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Guerra en Ucrania: ¿Podrá la desmoronada economía rusa detener a Putin?

La guerra entre Ucrania y Rusia juega en dos pistas: en el suelo del primero y en el sistema financiero de este último.

Residentes hacen fila frente a una farmacia en Kiev, Ucrania. Rusia dijo que seguiría adelante con su invasión hasta que se cumplan sus objetivos. (Erin Trieb / Bloomberg)

La Unión Europea, Estados Unidos y un puñado de aliados de Estados Unidos en Asia han respondido a la invasión rusa de Ucrania con sanciones financieras sin precedentes para un objetivo del tamaño de Rusia. Las medidas adoptadas para aislar al país del sistema financiero mundial tienen como fin castigar al presidente Vladimir Putin sembrando el caos en la economía nacional.

En la primera semana del conflicto, el banco central ruso luchaba por contener los efectos en su propio lado de la frontera, mientras que Ucrania pudo mantener una apariencia de estabilidad incluso cuando reunió recursos financieros globales en torno a su esfuerzo de defensa.

Desde su creación, los bancos centrales han sido actores clave en el financiamiento de la guerra. “Si miras la fundación del Banco de Inglaterra en la década de 1690, puedes ver directamente que obedeció en gran parte para poder financiar las guerras contra Luis XIV, y también para ayudar a estabilizar la economía durante esas guerras”, señala Paul Poast, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Chicago.

Y en efecto, el Banco Central de Rusia fue fundamental para la estrategia de Putin en los años previos a la invasión, esto es, desde 2014, cuando anexó la región ucraniana de Crimea y las naciones occidentales respondieron con sanciones que pretendían dificultar las transacciones de Rusia en el sistema financiero mundial dominado por Estados Unidos.


Las repercusiones de ese episodio fueron graves. Combinadas con la caída en los precios del petróleo ese año, provocaron que el rublo cayera más del 40 por ciento frente al dólar estadounidense, lo que obligó al banco central ruso a aplicar aumentos dramáticos en las tasas de interés que empujaron a la economía a la recesión.

A partir de ese momento, el banco se embarcó en una masiva acumulación de reservas en moneda extranjera. Esa reserva, hoy la cuarta más grande del mundo con alrededor de 643 mil millones de dólares, podría usarse para defender el rublo en caso de otra crisis.

“Han estado tratando de ‘proteger’ su economía de las sanciones desde 2014″ advierte Elina Ribakova, quien es economista del Institute of International Finance en Washington.

Esa protección tuvo un costo significativo. Miles de millones de dólares generados a través de las exportaciones de crudo y gas se guardaron en lugar de reinvertirse en la economía, que ha promediado un crecimiento del uno por ciento anual desde 2014.


En ese sentido, la ciudadanía rusa ya lleva muchos años cargando con el costo del conflicto actual.

Es por eso que es tan importante la nueva batería de sanciones, y en particular aquellas dirigidas contra las transacciones y los activos del Banco Central de Rusia. Putin confiaba en que la dependencia en las exportaciones de energía rusa del mundo, y sobre todo de Europa, y las inversiones de un conjunto de corporaciones extranjeras de renombre evitarían que los gobiernos tomaran medidas extremas en los primeros días de la invasión. No funcionó: apenas unos días después de que las tropas rusas entraran en Ucrania, Estados Unidos, las naciones europeas y otros aliados remataron un aluvión de duras sanciones al bloquear el acceso a cientos de miles de millones en reservas rusas ubicadas en sus jurisdicciones.

Con eso, el fondo de reserva de Putin se redujo a la mitad de la noche a la mañana. “A estas alturas, la ‘Fortaleza rusa’ se ha ido por la borda”, dice Ribakova. La medida de congelar las reservas “limita significativamente sus opciones en términos de ayudar al sector financiero, ocuparse de la población, ya sabes, financiar el esfuerzo bélico”.

La financiarización de la guerra está poniendo de relieve el carácter social del dinero a una escala mundial. O, en palabras del columnista de Bloomberg, Matt Levine: “Las reservas de Rusia en moneda extranjera consisten, en primera instancia, en una serie de asientos contables. Pero en una crisis los asientos contables no importan en absoluto. Todo lo que importa son las relaciones, y si tus relaciones empeoran lo suficiente, entonces el dinero prácticamente se habrá perdido”.

Y las consecuencias han sido serias. Para detener la depreciación del rublo sin agotar sus ya disminuidas reservas internacionales, el banco central ruso aumentó su tasa de interés de referencia al 20 por ciento. Y seguramente vendrá una estanflación a medida que la economía se hunda en la recesión, mientras que una moneda más débil impulsa la inflación ya alta.

Las autoridades rusas también se vieron obligadas a implementar controles estrictos para evitar la fuga de capitales y detener un pánico bancario que en un solo día vio la retirada de depósitos por valor de 14 mil millones de dólares. Las medidas incluyeron congelar los activos de todos los inversionistas no residentes, haciéndoles imposible liquidar sus tenencias, y la prohibición de convertir rublos en otras monedas. Las empresas que obtienen ingresos del extranjero por concepto de exportaciones recibieron la instrucción de vender el 80 por ciento de sus divisas, obligándolas en la práctica a poner un piso debajo del rublo.

Estados Unidos y Europa también tomaron medidas para excluir a varios bancos rusos del SWIFT, el sistema de mensajería mundial utilizado para facilitar los pagos entre instituciones financieras. Eso los obligará a encontrar soluciones alternativas complicadas.

Si el objetivo de todos estos movimientos es precipitar una crisis financiera en Rusia, la estrategia parece estar funcionando. ¿Un indicador revelador? El costo de asegurar la deuda soberana rusa se ha disparado, una métrica muestra que la probabilidad de impago ha subido hasta el 65 por ciento. El miércoles 2 de febrero Fitch y Moody’s rebajaron la calificación crediticia soberana de Rusia a la categoría de basura, citando que las sanciones debilitarían la economía.

“En términos de guerra económica, esto es saltar al vacío”, advierte Yakov Feygin, director asociado del programa Future of Capitalism en el Instituto Berggruen en Los Ángeles.

Incluso si el presidente Volodymyr Zelensky logra repeler el ataque ruso con ayuda de sus amigos en el extranjero, la economía de Ucrania sufrirá mucho por la destrucción física de la incursión militar. Sin embargo, a diferencia de Rusia, el banco central ucraniano al menos ha podido mantener la liquidez en su sistema financiero nacional para financiar la defensa del país. Desde el primer día de la invasión dio un giro a la función tradicional del banco central de financiar la guerra al establecer una cuenta de crowdfunding para recibir donaciones de extranjeros. Ha recaudado casi 200 millones de dólares hasta el momento.

El Ministerio de Finanzas de Ucrania vendió el primero de febrero 8 mil 100 millones de grivnas (277 millones de dólares) en bonos de guerra con un interés del 11 por ciento a inversores internacionales. También realizó un pago de intereses periódico de alrededor de 300 millones de dólares sobre deuda pendiente.

La ayuda internacional está llegando a raudales a través de otros canales. Estados Unidos y los países europeos ya han autorizado miles de millones de dólares en fondos y equipos para ayudar a la defensa de Ucrania, y hay más en camino. Por primera vez en su historia, la Unión Europea está suministrando armas a un país en guerra, a través de un vehículo financiero que llama Peace Facility. Las operaciones fluidas en el Banco Nacional de Ucrania ofrecieron un atisbo de estabilidad sobre el terreno en Kiev durante los primeros días de la invasión, incluso cuando las sirenas antiaéreas sonaban y los residentes huían a los refugios. El séptimo día de la invasión, el banco central suavizó las restricciones previas sobre los retiros de moneda extranjera para las personas, elevando el límite diario a 30 mil grivnas, o casi mil dólares.

Los productos básicos comienzan a escasear en las ciudades que sufrieron graves daños por el ataque ruso, como Kiev y Járkov, según Nataliia Shapoval, titular del Instituto KSE de la Escuela de Economía de Kiev. Pero en áreas del país donde la infraestructura civil sigue intacta, la vida es más normal y los precios no se han visto afectados. “La estabilidad macrofinanciera es importante, y la capacidad del banco central y el ministerio de finanzas para tener el control es importante”, dice Shapoval.

A pesar de las fuertes sanciones, Rusia aún tiene sus exportaciones de petróleo y gas como un vital salvavidas financiero. “Tenemos una situación en la que los precios de la energía son altos y pueden subir aún más, y esto ayuda a la economía rusa”, explica Vasily Astrov, economista del Instituto de Estudios Económicos Internacionales de Viena. “Esta es una diferencia con la situación en 2014, cuando fue un doble impacto por las sanciones occidentales y la caída de los precios de la energía”.

Estados Unidos y la Unión Europea se han mostrado reacios a tomar cualquier medida que resulte en una interrupción grave de los suministros de petróleo y gas, ya que sufrirían algunas de las consecuencias económicas. Rusia proporciona cerca del 40 por ciento del gas natural de Europa, y el Banco Central Europeo ha estimado que un cierre total resultaría en un impacto económico equivalente al 3 por ciento del producto interno bruto. El aumento resultante en los precios del petróleo y el gas también avivaría la inflación, que se ha convertido en un problema político.

Pero los aliados de Ucrania pueden seguir intensificando las sanciones si así lo desean, asegura Ribakova. La Unión Europea está buscando formas de limitar el acceso de los buques rusos a sus puertos y aguas, ampliando una prohibición previa que cerraba su espacio aéreo a vuelos rusos. Y la Casa Blanca anunció restricciones a las exportaciones de tecnología petrolera al país con el objetivo de “degradar el estatus de Rusia como proveedor líder de energía”.

Queda por ver hasta qué punto las modernas técnicas de guerra financiera llegarán a convertirse en un sustituto eficaz de las tropas y los tanques de antaño. Para Julia Friedlander, quien es investigadora del Atlantic Council y se desempeñó como funcionaria del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, la preocupación se centra en que el resultado sea una situación en la que todos pierden.

“Creo que este va a ser un conflicto que durará mucho tiempo y podríamos verlo destruir completamente a Ucrania. Ese es mi mayor temor: empobreces a Rusia por medio de sanciones, pero ellos destruyen Ucrania en el proceso y nadie gana nada”. - Con la colaboración de Volodymyr Verbyany

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