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¡María Sabina tenía razón! Beneficios de hongos mágicos están ‘a nada’ de llegar en pastillas

Más de 50 empresas psicodélicas cotizan en Estados Unidos, y las startups están brotando, valga el símil, como hongos.

Numinus Wellness es una empresa canadiense líder en 'los hongos mágicos', un nuevo subcampo de la industria farmacéutica (Bloomberg)

Bajo la pálida luz de una cámara de flujo, Sarah Neumann inspecciona el ‘sombrero’ de un hongo. Las esporas que contiene son como una huella digital que sirve para identificarlo, es depositaria de información genética.

En este caso, la huella pertenece a una especie llamada Psilocybe cubensis. Por motivos aún misteriosos, los cuerpos fructíferos de este hongo y algunos de sus primos contienen otra carga: sustancias químicas que interactúan con los receptores de neurotransmisores del cerebro humano para desvincularnos de la percepción y la cognición cotidianas, de formas que pueden sentirse como una pesadilla; una visión de las verdades más básicas del universo... o ambas cosas.

Neumann es la micóloga en jefe de Numinus Wellness, una empresa canadiense líder en este nuevo subcampo de la industria farmacéutica. Durante siglos, la humanidad ha explorado los suelos en busca de la salvaje y gloriosa imprevisibilidad de un viaje psicodélico. El trabajo de Neumann es domesticar ese caos. En la primavera de 2022, en un anodino laboratorio en la isla de Vancouver, abrió un refrigerador lleno de placas de Petri y frascos Mason con micelio en diferentes etapas de desarrollo. “Eso es lo que estoy buscando”, dice, sosteniendo una muestra con filamentos particularmente gruesos.

Esa evaluación inicial es el primer paso de una minuciosa selección. A partir de esporas, Neumann cultivará micelio, transformando candidatos prometedores en hongos para analizar su vigor y cargas químicas, repitiendo este paso una y otra vez para eliminar cualquier duda y agregando los mejores especímenes al banco de células de su empresa.


Esta verificación de seis meses es solo un paso en el proceso de optimización de hongos mágicos de Numinus, cuyos investigadores están experimentando para determinar cuál es el mejor alimento para su P. cubensis; cuándo es mejor extraer el principal compuesto psicoactivo, la psilocibina; y qué tan finamente moler el tejido fúngico al convertirlo en un polvo que pueda envasarse.

El extracto se analizará en busca de impurezas y luego se introducirá en una cápsula con una mezcla de estabilizadores y otros ingredientes. Si todo sale según lo planeado, una versión de esta píldora se tragará con un sorbo de agua en una clínica bajo la atenta mirada de un terapeuta y será pagada por el seguro médico.

Remedios psicodélicos tienen ‘mejor fama’ ahora

Hasta hace una década, las drogas psicodélicas eran cosa de místicos y aventureros experimentales, pero hoy gozan de mayor aceptación. Ha sido un cambio vertiginoso; las organizaciones de veteranos y el exgobernador de Texas, Rick Perry, se encuentran entre sus partidarios, y la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés) clasificó a la psilocibina como una “terapia innovadora”, una designación destinada a acelerar el proceso de comercialización.

Una creciente literatura científica ratifica lo que los místicos han dicho durante mucho tiempo: estos compuestos pueden curar. Los psicodélicos han mostrado prometedores resultados en el tratamiento de condiciones tan diversas como el alcoholismo, los trastornos alimentarios y las migrañas.


Un pequeño estudio publicado en febrero en el Journal of Psychopharmacology concluyó que la terapia asistida con psilocibina alivió los síntomas de depresión durante al menos un año en 75 por ciento de los participantes y eliminó los síntomas en más de la mitad de ellos durante el periodo de estudio.

Resultados igualmente excepcionales ha reportado la metilendioximetanfetamina (MDMA), un derivado de la anfetamina que es el ingrediente activo del éxtasis. Un ensayo clínico realizado entre 2018 y 2020 brindó terapia asistida con MDMA a veteranos de guerra, sobrevivientes de agresiones sexuales y otras personas que sufrían de trastorno de estrés postraumático grave. Después de tres sesiones, dos tercios ya no cumplían con los criterios de diagnóstico de TEPT, un hallazgo inaudito.

La FDA también ha clasificado a la MDMA como terapia innovadora. Todo esto en un momento en que la pandemia y las disrupciones sociales resultantes han aumentado drásticamente las tasas de depresión y ansiedad y han evidenciado las insuficiencias de las actuales herramientas para tratarlas.

Como consecuencia, lo que antes era un submundo ahora es una industria. Más de 50 empresas psicodélicas cotizan en Estados Unidos, y las startups también están brotando, valga el símil, como hongos. Un informe reciente de Data Bridge Market Research proyecta que el mercado mundial de psicodélicos farmacéuticos alcanzará los 6 mil 900 millones de dólares para 2027. A ese ritmo, la industria “podría superar al mercado legal de cannabis en Estados Unidos”, señaló un artículo en la revista JAMA Psychiatry.

Un ‘paseo’ por la larga historia de la psicodelia

Sin embargo, demostrar que los medicamentos funcionan puede ser la parte fácil. De alguna manera, el dinero y la aceptación popular han dividido al mundo psicodélico. Algunos defensores de las drogas, después de haber pasado sus vidas tratando de vindicarlas, ahora cuestionan la velocidad del cambio.

“Lo que me preocupa es que si somos demasiado rápidos para simplemente abrir el acceso, conociendo a los seres humanos y la forma en que operamos, podríamos perder la oportunidad terapéutica”, señala Payton Nyquvest, cofundador y CEO de Numinus.

La investigación moderna de la psicodelia comenzó en 1938, cuando el LSD fue creado por la farmacéutica Sandoz (ahora una división de Novartis). Unos años más tarde, Albert Hofmann, el joven químico que lo sintetizó a partir de un hongo del centeno, descubrió los efectos eufóricos del químico cuando accidentalmente lo manipuló con las manos desnudas. En 1955, una pareja estadounidense obsesionada con la micología, Valentina Pavlovna y R. Gordon Wasson, viajó a Oaxaca, México, donde María Sabina los introdujo en ancestrales ceremonias con hongos mágicos. El relato de Gordon Wasson sobre la experiencia en la revista Life dos años después fue una sensación.

Durante las siguientes décadas se escribirían más de mil artículos científicos sobre los misteriosos químicos, y todos, desde Cary Grant hasta Charles Mingus, exaltaron su potencial terapéutico. En los años cincuenta y principios de los sesenta, decenas de miles de pacientes recibían psicodélicos para la depresión, el alcoholismo y otras afecciones. El psiquiatra checo Stanislav Grof argumentó que los psicodélicos podrían ser tan valiosos para la psiquiatría y la psicología como lo fueron el telescopio y el microscopio para la biología y la astronomía.

Pero con la represión contra las drogas a fines de la década de los sesenta, desapareció la oportunidad de probar (o refutar) la afirmación de Grof. La Ley de Sustancias Controladas de 1970, promulgada por Richard Nixon, prohibió en el país el estudio de los efectos de estos compuestos. Cuando la gente habla del renacimiento psicodélico, aquellos años fueron la edad oscura. Los iniciados que custodiaban la llama eran una pequeña red de terapeutas que seguían trabajando en secreto, lo que Michael Pollan, autor de Cómo cambiar tu mente, denominó “el underground psicodélico”.

En la década de los noventa, algunos investigadores en Estados Unidos, Alemania y Suiza lograron encontrar formas de sortear las barreras para trabajar con psicodélicos. Uno de ellos, el psiquiatra Rick Strassman de la Universidad de Nuevo México, expuso ante los reguladores que estudiar estas drogas podría ayudar a caracterizar y tal vez incluso tratar trastornos psicóticos como la esquizofrenia.

La conexión con la serotonina, un vínculo que puede ‘valer oro’

Con el tiempo, los científicos han comenzado a comprender mejor el mecanismo biológico de las sustancias químicas psicodélicas. Los estudios han demostrado similitudes en la forma en que el cerebro responde a drogas como la psilocibina, el LSD, el DMT (el ingrediente activo de la ayahuasca) y la mescalina (un alcaloide derivado del peyote): todas se unen a los receptores de serotonina, un neurotransmisor que afecta el estado de ánimo. Así es como funcionan también los antidepresivos tradicionales. Pero a diferencia de esos medicamentos, una sola dosis de psicodélicos, en combinación con terapia, al parecer puede aliviar los síntomas de la enfermedad mental durante meses.

Por ejemplo, un estudio reciente del profesor de neurología y psiquiatría de la Universidad de California Robin Carhart-Harris encontró que para las personas con depresión, el aumento de la conectividad y flexibilidad cerebral inducida por la psilocibina todavía estaba presente tres semanas después de la terapia, al igual que las mejoras en los síntomas. Otros estudios encontraron efectos aún más duraderos.

Durante años, buena parte del financiamiento para esta clase de estudios provino de la Asociación Multidisciplinaria de Estudios Psicodélicos (MAPS, por sus siglas en inglés), una organización estadounidense fundada por el infatigable Rick Doblin, quien solicitó sin éxito a la agencia antidrogas, la DEA, que dejara de criminalizar a la MDMA.

En el año 2000, MAPS comenzó sus primeros ensayos clínicos para probar la eficacia de la metilendioximetanfetamina en el tratamiento del trastorno de estrés postraumático.

La aceptación actual de los psicodélicos es una reivindicación de la búsqueda alguna vez ‘quijotesca’ de Doblin, pero también es un momento de reconvención. Una de las grandes aportaciones de Doblin a la causa ha sido su capacidad para recaudar fondos. Hoy, sin embargo, está descubriendo que los donantes están menos interesados en dar, ahora lo que quieren es invertir.

“Durante 36 años los fondos que nos empujaban venían de la filantropía y las subvenciones, y eso ahora está cambiando”, dice Doblin. “Se podría decir que somos víctimas de nuestro propio éxito”.

Animada por sus dramáticos resultados con el trastorno de estrés postraumático, MAPS ha comenzado a recaudar fondos para un segundo ensayo clínico Fase III que concluirá en el otoño, el último obstáculo antes de que la FDA considere la MDMA para uso medicinal. Para hacerlo, la organización ha creado un vehículo de inversión de propósito especial de 70 millones de dólares en colaboración con Vine Ventures, uno de un puñado de fondos de capital riesgo que intentan subirse al auge psicodélico.

Sin embargo, en una comunidad dominada por largo tiempo por verdaderos creyentes, la posibilidad del lucro es una fuerza nueva y desestabilizadora. De ahí la controversia en torno a Compass Pathways, fundada inicialmente como una empresa de salud mental sin fines de lucro en 2015. Compass financió importantes proyectos de investigación y contó con el apoyo de Doblin y varios investigadores destacados en el campo de los psicodélicos. Luego, en 2018, comenzó a tramitar patentes, en su mayoría relacionadas con una forma específica, o polimórfica, de psilocibina sintetizada. También obtuvo patentes para una técnica de terapia psicodélica, llegando incluso a afirmar que los aspectos decorativos de la clínica (“muebles mullidos”, “colores apagados”, “un sistema de sonido de alta resolución”) son parte de la patente porque son clave para la terapia de Compass.

El presidente ejecutivo y cofundador de la compañía, George Goldsmith, sostiene que esta es la mejor manera de llevar un tratamiento prometedor a las masas. Compass tiene el potencial de transformar la salud mental, pero no si no puede ganar dinero, dice.

Sin embargo, para sus críticos, esta agresiva estrategia de perseguir la propiedad intelectual amenaza con estrangular el incipiente mercado.

“Esto es como si alguien dijera que vamos a patentar la frase ‘Ave María’”, opina el inversionista y filántropo Carey Turnbull, quien fundó una organización sin fines de lucro llamada Freedom to Operate para combatir las patentes de Compass y de otros que quieren atribuirse la propiedad de la psilocibina u otras sustancias psicodélicas.

Los expertos en química, física y cristalografía que contrató, descubrieron que la molécula sintetizada de Compass no era nueva, sino un mosaico de polimorfos más antiguos. En junio de este año, el Tribunal de apelación y juicio de patentes de Estados Unidos rechazó las peticiones de Turnbull de revisar las patentes concedidas a Compass.

Compass debutó en bolsa el 18 de septiembre de 2020, en ese primer día de negociación alcanzó un valor de mercado de casi mil millones de dólares. En diciembre pasado, después de que la compañía presentara los resultados de su mayor ensayo de terapia con psilocibina hasta la fecha, el precio de sus acciones alcanzó un récord de 58 dólares. Empero, los resultados del ensayo fueron mixtos y también suscitó preocupaciones de seguridad, ya que algunos participantes experimentaron impulsos suicidas. Las acciones de Compass han disminuido sostenidamente durante el último año y medio y al 23 de agosto cotizaban en 17.50 dólares por papel.

Payton Nyquvest, CEO de Numinus, es crítico con el enfoque de Compass, aunque en el tono diplomático que uno cabría esperar de un emprendedor canadiense en el campo de los psicodélicos y la salud mental.

“Mi preocupación es que obstaculice la accesibilidad”, dice. “El sector ha recibido muchos recursos con la intención de crear algún producto novedoso para ser controlado y explotado para, ya sabes, beneficio financiero”. Pero él también desconfía del otro extremo del espectro. Algunos terapeutas y activistas creen que las autoridades médicas y los reguladores no deberían tener el poder de impedir que estos compuestos lleguen a las personas que creen que los necesitan.

¿Qué le espera a la industria de los hongos en 2023?

Oregón se convertirá en el primer estado donde los psicodélicos estarán mayormente legalizados. Una iniciativa de noviembre de 2020 le dio a la agencia de salud del estado la tarea de supervisar el consumo de hongos mágicos en “centros de servicio” en presencia de “facilitadores autorizados”.

En la actualidad, California, Colorado, Nueva York y Washington están considerando alguna forma de legalización, mientras que varios otros están aprobando la despenalización. Y la terapia con ketamina ya es legal. Al igual que la MDMA, la ketamina no es un psicodélico clásico y sus efectos disociativos similares al trance la han hecho popular como anestésico legal y como droga ilegal.

Sin embargo, una sólida literatura también ha demostrado que la terapia asistida por ketamina puede reducir los síntomas de la depresión. Algunas compañías ahora ofrecen terapia de ketamina en casa, las pastillas se envían por correo a los pacientes que se supone deben tomarlas bajo supervisión remota.

Los riesgos son obvios pues la ketamina es adictiva. Según la mejor evidencia disponible, la MDMA, la psilocibina y el LSD no lo son, y los psicodélicos clásicos también parecen tener un riesgo muy bajo de efectos secundarios. No obstante, los psicodélicos pueden ser peligrosos. Quienes corren el riesgo de sufrir un trastorno psiquiátrico grave deben evitarlos, e incluso las personas perfectamente sanas en medio de momentos alucinatorios pueden, si no están acompañadas, meterse en serios problemas.

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