Lo soñó desde que era niño y ahora es un gran músico, profesor y el nuevo director de la Orquesta de Jazz de Friburgo, en Suiza. El saxofonista Gerry López, nacido en Cd. Juárez y de familia tapatía, pone en todo lo alto no solo a los artistas mexicanos, sino también al jazz latino.
El multipremiado músico sucede a una leyenda del jazz en el cargo, el director fundador Max Jendly, en buena medida por presentar un proyecto en el que se involucran sus raíces.
¿Y cuáles son estas? Gerry, quien se considera un mexicano raro de la frontera, conversó con Bloomberg Businessweek México sobre sus orígenes, sus influencias y sus retos como músico y migrante. El artista cuenta que su gusto por la música empezó desde niño: cuando su madre lo llevó a una escuela de arte para tomar clases de dibujo, él prefirió colarse a las clases de piano.
Después vino el saxofón. Por motivos de salud, a los 12 años le recomendaron practicar un instrumento con el que fortaleciera su diafragma y su esófago.
Así fue como empezó su pasión por el jazz y por artistas como Charlie Parker y John Coltrane, aunque su influencia musical también es muy latina.
“Sin duda hubo una influencia de la música que se escuchaba en casa. Mi familia viene de Jalisco y ellos escuchaban bastante mariachi, boleros y danzón. Soy un gran amante del bolero, de César Portillo, de Agustín Lara e incluso del maestro Armando Manzanero”, contó.
A los 12 años decidió ser músico, pero no fue fácil al principio. “Era un poco prohibido. (Me decían): ‘¿Cómo crees que te vas a dedicar a esto? No es serio, no es seguro, no es bueno’. Pero cuando mi padre vio esa convicción ya no se opuso más”.
Gerry empezó sus estudios como músico de manera formal a los 15 años.
En la mañana estudiaba la preparatoria y en la tarde acudía al conservatorio de música. Después se inscribió en la Escuela Superior de Música en la CDMX.
“Fue un periodo de gran aprendizaje, de aprender a ser disciplinado, a ser independiente y a saber administrar toda la energía, el tiempo y el dinero. Fueron años de mucho enfoque”, relató.
A sus 20 años, Gerry ya figuraba en la escena del jazz nacional y hacía giras con grandes músicos, quienes le recomendaron seguir preparándose en Francia, donde podía acudir a escuelas públicas.
“Estaba en París tocando tres conciertos y alguien me dijo: ‘esta semana están haciendo exámenes en el Conservatorio de París. ¿Por qué no te presentas?’ Y así fue como llegué a esos exámenes sin realmente planear nada. Fue todo muy espontáneo”, recordó.
Como migrante tampoco fue sencillo. El idioma, la comida, el clima y estar alejado de familiares y amigos fue un shock para él los primeros años en Francia. Además, tuvo que vender su primer saxofón para pagar parte de su estancia.
“Ahora que volteo hacia atrás entiendo que las cosas siempre al final se ajustan de una u otra manera y que nada es propiamente definitivo. Somos adaptables y esa es mi filosofía”.
Gerry, quien se considera hiperactivo, pero siempre buscando descansos y balances en la vida —en donde lo princioal es su familia y su gente cercana— interactúa con casi 100 músicos cada semana, además de que le apasiona enseñar y le gusta bailar salsa y cumbia, caminar por la naturaleza, comer tacos al pastor y burritos.
“Mi recomendación para los jóvenes es que se preparen lo más que puedan. Hay que ser religioso y disciplinado en tratar de ser el mejor contigo mismo, en tu propia lucha, en tu lucha interior”.