Bloomberg Businessweek

La recesión que viene y sus efectos

Europa podría ser la región más afectada. En EU se prevé suave y, en México, se vislumbra una recuperación del crecimiento económico hasta el segundo semestre de 2023.

La reunión que celebra el Fondo Monetario Internacional cada año en Washington terminó hace poco más de una semana. La conclusión es que hay una clara tendencia a un freno económico en los últimos meses de este año o en los primeros del 2023. La encuesta de Bloomberg entre analistas señala 100 por ciento de probabilidades de recesión en Estados Unidos en los siguientes doce meses. No es sorpresivo el hecho.

Se había previsto que el alza de las tasas de interés, virtualmente en todo el mundo, conduciría a una reducción del ritmo de actividad económica y en algunos casos incluso podría producir una recesión. De hecho, la discusión global ya no es si habrá freno económico o no. Hay múltiples evidencias de que incluso ya se está presentando.

La discusión ahora es si hay condiciones para un aterrizaje suave o bien si persiste la amenaza de un aterrizaje violento de la actividad económica.

Las consecuencias de uno y otro caso son muy diferentes y las condiciones para que estos hechos ocurran también lo son en el mundo. En Estados Unidos persiste un alto nivel de generación de empleos, con una tasa de desocupación que se encuentra en mínimos históricos. Esto, combinado con el hecho de que no parece haber la amenaza de una crisis financiera, anticipa una recesión suave.

Esto quiere decir que probablemente sería de corta duración (dos a tres trimestres) y con una reducción del PIB que quizá no rebasaría la tasa del 1 por ciento trimestral.

Algo muy diferente se percibe en Europa. La dependencia que existe al gas ruso, cuya provisión se ha suspendido, así como los efectos inmediatos que trae consigo el conflicto militar en Ucrania se sumarían al efecto recesivo global y producirían un impacto mayor en esta región. Los casos de Alemania e Italia son los más sensibles, pues el FMI anticipa caída del PIB para el próximo año.

Europa sería quizás la zona del mundo más afectada por un freno de la economía global.

En el caso de oriente, China seguramente tendrá un ritmo de actividad económica más bajo que el promedio de los últimos 10 años. Sin embargo, de no producirse una nueva crisis sanitaria, lo más probable es que tenga un crecimiento que estaría entre el 3 y el 4 por ciento, lo que sería superior a las cifras del 2021.

En este contexto global, ¿cómo queda México? En la medida que somos sumamente dependientes de la dinámica económica de los Estados Unidos, lo más probable es que tengamos el próximo año un ritmo de crecimiento inferior al de 2022. El consenso de los pronósticos en este momento anticipa una tasa de crecimiento para el PIB de 1.2 por ciento en 2023. Sin embargo, algunos analistas influyentes consideran que podría estar incluso debajo del 1 por ciento.

En los últimos años ha sido claro que el principal motor de la actividad económica en México han sido las exportaciones. Sin embargo, quizás su efecto sobre las variables macroeconómicas no sea tan relevante como se cree. El hecho de que para exportar manufacturas también se requieran importaciones, conduce a que las exportaciones netas de importaciones sean relativamente menores o negativas.

De hecho, en el segundo trimestre de 2022 hubo un efecto negativo en el PIB pues las importaciones de bienes y servicios fueron superiores a las exportaciones. Es decir, una caída de las exportaciones en realidad tendría poca influencia en el desempeño del PIB. Sin embargo, en términos prácticos y ya no tanto del impacto macroeconómico, el dinamismo del país, y en particular de ciertas regiones, depende totalmente del ritmo exportador.

Si este se frena, como todo pareciera indicar, incluso esas zonas del país que han mantenido un ritmo de actividad muy intenso, podrían empezar a detenerse.

Hay otro factor, sin embargo, que puede amortiguar en cierta medida el efecto recesivo que tienen las altas tasas de interés.

Es el hecho de que hay una parte muy importante de la economía mexicana que no está bancarizada o que por lo menos no recurre al crédito bancario como una de las fuentes fundamentales de su financiamiento. De acuerdo con las encuestas que trimestralmente aplica el Banco de México, solo el 41 por ciento de las empresas usó algún tipo de crédito bancario para financiarse en tanto que el 63 por ciento utilizó el financiamiento que ofrecen sus proveedores.

Debido a esa circunstancia, es probable que el alza de las tasas de interés, que en ambientes en los que hay una alta bancarización tiene un impacto muy fuerte, en el caso de México lo pudiera tener un menor efecto. Esto podría implicar que la actividad económica interna podría no verse tan afectada por el alza de las tasas de interés que ya estamos presenciando.

Sobre esta base es que se anticipa que aunque la economía norteamericana solamente crezca —según el FMI— a una tasa de 1 por ciento, la de México podría crecer incluso ligeramente por arriba.

En el curso de 2023, si no hubiera efectos inesperados, podríamos tener dos etapas. Es probable que hasta mitad de año tuviéramos un descenso de los ritmos de actividad productiva, mientras que a partir del segundo semestre pudiéramos ver una recuperación del crecimiento. Lo anterior, sobre la base de que la recesión en Estados Unidos —el factor más influyente sobre México— es relativamente suave y de corta duración. Y ello podría coincidir también con una reducción más visible del ritmo inflacionario.

No es de esperarse que en el 2023 se presente un descenso muy marcado de las tasas de interés, pero lo que seguramente sí podría verse es un cambio de tendencia con un proceso de reducción gradual que quizás pudiera llevar las tasas a un nivel de alrededor del 4 por ciento para el primer semestre del 2024. Claro que el entorno económico es altamente volátil y estas previsiones pueden estar sujetas a numerosas contingencias.

En estos meses, muchas empresas realizan sus ejercicios de planeación para el 2023. En ellos no se podría omitir el riesgo de que la inflación no ceda suficientemente rápido y de que tengamos tasas de interés elevadas a lo largo de todo el próximo año.

Este escenario podría ser muy relevante para el desempeño de las finanzas públicas, pero también para el comportamiento de las finanzas empresariales. Las empresas y gobiernos que han cuidado su endeudamiento en años anteriores serán lo más habilitados para sacar ventaja del entorno.

El Gobierno mexicano está entre ellos. Ojalá que aproveche esa ventaja pues tendrá el revés que significa estar atado de manera muy estrecha al desempeño económico de Estados Unidos.

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