Lety, es una migrante de Costa Rica, que alcanzó a llegar a Estados Unidos pero fue deportada y se quedó a radicar en Monterrey. Ella trabaja en una carpintería, ubicada en el municipio de Santa Catarina, de donde salen los recursos para mantenerse con su pareja, dos hijas y su nieta. Lety es una de tantos migrantes que dejó atrás el “sueño americano” para quedarse a vivir en Nuevo León el llamado “sueño regio”.
Desde hace varios años, migrantes extranjeros y también nacionales, cruzan el país en busca de llegar a Estados Unidos, pero las dificultades que atraviesan en el camino o las deportaciones, hacen que comiencen a hacer vida en el estado. Se trata de hondureños, colombianos, salvadoreños, haitianos y costarricenses, además de migrantes nacionales del sur del país, que son empleados en diversos lugares que van desde grandes empresas hasta tienditas, ferreterías, taquerías, mercados rodantes, construcciones y restaurantes de comida rápida, en ocasiones de manera irregular.
Un análisis de la Coparmex Nuevo León, con datos del último Censo de Población y Vivienda 2020, del Inegi, refleja que este estado fue el que recibió la mayor cantidad de migrantes extranjeros y mexicanos.
Los migrantes tienen entre 17 y 42 años de edad, en donde el 90 por ciento son hombres, mientras que las pocas mujeres que llegan se emplean de inmediato en la zona metropolitana de Monterrey, en su mayoría como trabajadoras del hogar, que es altamente demandado, bien pagado y no requiere de mucha experiencia. El promedio que ganan estas personas va entre dos mil quinientos a tres mil quinientos pesos a la semana.
Arturo Rodríguez, director de “Nuevo Corazón”, una asociación civil que desde hace un par de décadas apoya a los migrantes nacionales y extranjeros en su búsqueda de alcanzar el “sueño americano”, señala que Monterrey es una ciudad próspera que ofrece empleo a este segmento.
“En mi experiencia, creo que ninguna otra ciudad tiene tanta abundancia como la que existe aquí, tan solo hay que ver el número de tiendas de conveniencia que existen, una en cada esquina… y todas venden”, afirma.
Rodríguez señala que en las calles son evidentes los anuncios para solicitar personal, principalmente en el rubro de servicios, es ahí donde los migrantes se emplean y van haciendo vida en el estado. “Muchos de los migrantes que llegan a esta ciudad vienen con un fin: realizar un sueño, que es el ‘sueño americano’, y en ese intento muchos de ellos le toman un gran cariño al ‘sueño Mexicano’, o más bien, el ‘sueño regio’, que se traduce en tener un buen empleo, ahorrar, tener una casa, un auto, ser independiente, o mejorar la calidad de vida, incluso de la que tenían en sus propios países o estados, sobre todo porque la mayoría de migrantes huye de la inseguridad, violencia y falta de oportunidades económicas, y eso no es reciente, ya que viene sucediendo desde hace varios años, solo que llegó a un punto crítico por el endurecimiento de la política de inmigración de Estados Unidos”, explica Rodríguez.
Además, señala que la capacitación es un tema que los migrantes requieren para integrarse a la industria o a empresas en donde necesitan de personal. “En su intento de llegar a los Estados Unidos, al pasar el tiempo y quedarse en Monterrey, muchos de ellos no están capacitados para cubrir los puestos que nuestra ciudad demanda, por tal motivo muchos son rechazados en diferentes lugares y, desafortunadamente, son el candidato ideal para los criminales, ya que muchos se encuentran solos, sin dinero, sin familia, sin casa, y por obvias razones esta situación los lleva a deprimirse y a sentir enojo por el rechazo, es ahí cuando las bandas del crimen organizado aprovechan para contratarlos e ingresarlos a sus filas”, afirma.
Sin embargo, las mismas organizaciones que requieren mano de obra han abierto oportunidades con el fin de ingresarlos a las filas productivas. Además, las asociaciones apoyan con la instalación de comedores o con capacitaciones gratuitas, para oficios que son altamente demandados en esta ciudad, como electricidad, plomería, panadería y cocina, así como técnicos en computación, aire acondicionado, o los apoyan para que terminen sus estudios de primaria o secundaria.
“Sin duda, seguirán llegando más y más migrantes a nuestra ciudad, de eso no hay duda, y con la nueva planta de Tesla, ni dudarlo, pues dará miles de empleos directos e indirectos. Seguro seguiremos siendo la ciudad que más empleo ofrece y también la más próspera de América Latina”, afirma Rodríguez.
Lety se quedó en el “sueño regio” y ahora está en proceso de tramitar su identificación para tener acceso a servicios bancarios y hacer trámites regulares, para que en un futuro salga del país legalmente para visitar a su familia en Costa Rica.
El otro lado del ‘sueño regio’
Un factor que enfrentan los migrantes es la explotación laboral. De acuerdo con Raquel Romero, presidenta de la asociación civil Libre Mariposa y quien fuera cónsul de El Salvador en Monterrey del 2014 al 2021, la explotación laboral es una práctica común en algunos comercios y empresas en donde no se cubren accidentes laborales, e incluso, la manera en que les pagan también es irregular.
“En mi trayectoria (como Cónsul) encontré varias situaciones de irregularidades en esos términos. Al consulado nos llegaron casos de salvadoreños a decirnos que habían tenido algún accidente laboral y la empresa no se hizo cargo por el hecho de ser irregular, por no tener un documento. Ellos (los patrones), les dijeron: ‘yo no me encargo de ti’, pero no hay nada que compruebe que estaba contratado. Eso sucede mucho”, afirma la líder de esta asociación que brinda atención integral a migrantes en estado de vulnerabilidad y que están en la búsqueda de estabilidad económica para iniciar un proceso de residencia en la entidad.
En estos casos, los migrantes trabajan sin ninguna prestación y sin presentar documentos de identidad que comprueben su estancia legal.
La excónsul comentó que si bien solo 10 de cien personas que ingresan por la frontera Sur a México de manera irregular tiene una tarjeta de visitante con la que podrían tener acceso a un empleo formal, estos tienen la limitante de no poder acudir a su consulado a solicitar el pasaporte en caso de tenerlo vencido, porque solo está en CDMX, lo que implica gastar en el traslado.
Para Martha Patricia Herrera, Secretaria de Igualdad e Inclusión en NL, la atención a migrantes se hace por medio de los centros comunitarios. “El apoyo para la comunidad migrante es a través de programas sociales y mediante refugios que son operados junto a organizaciones civiles
Sin distinción hemos atendido a cualquier persona, no importa de dónde venga, para que puedan entrar a la escuela, que puedan ser vacunados o garantizar cualquier programa nuestro”.
El apoyo de la IP
Ante la situación sobre el empleo de migrantes, diversas empresas han establecido acciones para integrarlos a su planta laboral y muchas brindan una capacitación para ellos.
Grupo Frisa, por medio de la fundación que lleva el mismo nombre, apoya con recursos económicos a asociaciones civiles que atienden el tema migrante y uno de los retos que han observado es que las personas en esta condición tardan mucho tiempo en obtener una identificación oficial, lo que les hace difícil acceder a servicios bancarios y, por ende, a un empleo formal. Esto impide a las empresas poder aprovechar, de manera digna, esa mano de obra.
Carmen Garza T Junco, directora de la fundación, comentó que a través de asociaciones brindan, mediante recursos económicos, alimento, vivienda, oficios y asesoría legal para que puedan regularizar su papelería.
“Otro gran reto que tenemos ahorita es la migración local y no solamente el sur de México hacia acá, sino de nuestro mismo estado, es increíble cómo se da la migración de unos municipios a otros porque vienen huyendo de la violencia o la falta de oportunidades, es preocupante”, señala.
“Se está viniendo mucha gente a trabajar, a vivir, a buscar cruzar a Estados Unidos. Otro reto es la infraestructura que tenemos en temas de transporte, de vivienda digna, de educación, hospitales. Están viniendo los migrantes, algunos de ellos permaneciendo aquí, y no estamos pudiendo satisfacer la demanda”, comentó.
Garza T Junco pidió ser más empáticos con las personas que se encuentran en esta situación ya que por lo general huyen de cosas más graves, por lo que no les importa poner en riesgo sus vidas. “Veámoslo como una oportunidad de que ellos tienen mano de obra calificada, que es gente preparada que también puede apoyar a generar riqueza en nuestro estado y no vienen solamente pidiendo, también están dispuestos a aportar y eso es algo valioso que nos falta visibilizar muy bien”, puntualizó.
Grupo Frisa, empresa que ofrece soluciones de forjado para la industria aeroespacial, petrolera y minería, entre otras, invierte el 3% de sus utilidades, a través de la fundación, a organizaciones de la sociedad civil de Nuevo León que se canalizan a temas de educación, salud, desarrollo comunitario e inclusión social, en este último destina poco más de medio millón de pesos para atender necesidades de migrantes.
El empleo en tiendas de conveniencia
Fomento Económico Mexicano, S.A.B. de C.V. (FEMSA), dedicada a la producción y distribución de bebidas, a través de su división embotelladora de Coca-Cola, y a la operación de tiendas de conveniencia, emplea a un gran número de refugiados y migrantes en México, con más de mil 500 personas colocadas en sus tiendas Oxxo y estaciones de servicio Oxxo Gas, esto, debido al acompañamiento que le dio el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Anabel Olivas, jefa de Diversidad, Equidad e Inclusión de FEMSA, comentó a Bloomberg Businessweek México que ya preparan al resto de las unidades de negocio para, eventualmente, echar a andar sus pruebas piloto, pues en los últimos años, las solicitudes de asilo en México se han incrementado de manera importante.
“Para poder atender este tipo de situaciones, hay que reconocerlas. No pueden ser ignorados por el sector privado, tienen que ser algo abordado en articulación tanto de la sociedad civil, el gobierno, como de las empresas”.
Florian Hoepfner, oficial principal de Soluciones Duraderas de ACNUR, explicó que el programa de reubicación, inserción laboral e integración local se comenzó a implementar en México en el 2015, en Saltillo y, posteriormente en Monterrey, debido a que se dieron cuenta que, si bien, el país tiene un marco normativo incluyente, las personas eran excluidas del campo laboral, por desconocimiento, tanto del sector público y la iniciativa privada.
“Muchos de ellos, de acuerdo con un estudio realizado con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), encajaban con las necesidades laborales que se tenían en el norte y centro del país, por lo que el reto ahora era moverlos del Sur hacia entornos donde existieran mayores oportunidades. Desde entonces a la fecha la ACNUR ha logrado acompañar a poco más de 30 mil personas y la participación de 500 empresas.
“Estas 30 mil personas generan una contribución fiscal de 160 millones de pesos al año, versus, los 48 millones de pesos que el gobierno federal presupuesta para la Comisión Mexicana de Ayuda de Refugiados (Comar)”, explicó.
Por su parte, Olivas dijo que las personas que huyen de sus países de manera forzada o voluntaria han destacado por tener un compromiso con la empresa muy notorio “ya que valoran la oportunidad, gracias a que no la tuvieron fácil”.
“En la actualidad, FEMSA, a través de Oxxo y Oxxo Gas, pasaron de tener 18 refugiados contratados a poco más de 1,500, provenientes de Honduras, Haití, Cuba, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Venezuela, Ecuador, Colombia y Uruguay, entre otros”.
Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas pues, de acuerdo con Hoepfner, las personas en situación de desplazamiento no tienen fácil acceso a cuentas bancarias, además de la larga espera que tienen que hacer para tramitar su RFC.
Añadió que esto ayudaría, en parte, a reducir la falta de mano de obra que hay en el Norte del país, provocada por el T-MEC y la relocalización o nearshoring de las empresas, las fricciones comerciales entre China y Estados Unidos y, a un menor número de jóvenes que se incorporan al mercado laboral.
“Necesitamos lograr, en términos de política pública, un entorno incluyente a nivel nacional para que eso sea una opción real para la gran mayoría de las personas en situación de movilidad”, destacó Hoepfner.
Migrar por México es un infierno
Hay que cruzar ríos, selvas y montañas de lodo. Además, siempre hay alguien que busca aprovecharse de la situación de los más desprotegidos.
Para aquellos que huyen de sus países, llegar a la Ciudad de México es el resultado de semanas de caminar, caminar y seguir caminando. “Los zapatos tienen que aguantar, o hay que hacerlos aguantar”, explica César, un venezolano de 46 años que lleva un mes en su viaje. Con las manos ásperas, muestra el calzado que pudo conseguir unas horas antes de salir de su país para buscar el “sueño americano”.
El rostro de César denota una seriedad enmarcada por ojeras. Cruzado de brazos, cuenta que esos fueron los zapatos que usó para cruzar los ríos de la selva del Darién, en Venezuela.
“Eso es una locura, dos días caminando por un río al que no le encuentras fin. ¡Imagínate!”, dice. “Si alguien me pregunta si puede venir, le digo: ‘no, ni se te ocurra. Es una locura”, agrega. Su plan original era juntar dinero para reunirse con su familia. Pero ese plan cambió. “Yo estaba pensando cómo hacer para que mi familia viniera, pero ni loco. Es muy fuerte, no quiero. Me ha afectado mucho, porque me hace mucha falta mi familia. Yo nunca me separé de mi familia”, explica después de contar que dejó atrás a un bebé de nueve meses.
Con voz baja, pero sin detenerse en su relato, César señala que una vez que salió de Venezuela llegó a Necoclí, al norte de Colombia. “Ahí agarras una lancha hasta la selva, que es donde empieza la locura”.
“Subimos como cuatro montañas de lodo que, si te resbalas te caes al precipicio. Para abajo. Puras cosas peligrosas, que si no tienes unos zapatos correctos para caminar (se te puede) doblar un tobillo y ahí quedas. Nadie te va a cargar”, sostiene.
También hay que enfrentarse a la gente que abusa de los migrantes. “En cada país te engañan para sacarte plata. ¡No! Si tuviéramos la plata no vendríamos para acá”, reclama. “Ahí queda el sacrificio que haces. Tienes que pedir prestado, vender cualquier cosa. Si tienes un carrito, si tienes algo, una casa, debes venderla para poder venir”, señaló.
Ya en México se dio cuenta que el respiro que tanto esperaba, y en el que tanto creía, no iba a llegar. “No hay un país que no nos haya engañado. Incluso, cuando ya pensamos que todo había pasado, llegando a México nos robaron lo poco que nos quedaba”, dice con resignación. El viaje, además, lo está haciendo acompañado de dos menores. “Yo me vine con una familia de dos niños, un papá y una mamá. Son familia mía, es mi cuñado. Ellos sí trajeron a sus niños porque no tienen dónde dejarlos”, comenta.
Migrar con niños
Esta también es la historia de Militza, una madre venezolana de 34 años que viaja con su familia, lo que incluye a tres menores: una jóven de 17 años, y dos niños, uno de 10 y otro de cuatro. “El viaje con ellos ha sido horrible”, lo dice con un tono de desesperación. “Por ejemplo, el más pequeño se marea, vomita, quiere dormir y esto es muy incómodo”, cuenta la mamá.
Además del cansancio de caminar, los migrantes que llegan a la capital del país se tienen que enfrentar a la falta de recursos, cosa que, en ocasiones, los obliga a buscar refugio en los lugares menos pensados, como la Central de Camiones del Norte.
Vivir en la Central
Al lado de una de las entradas de la central camionera hay una familia de 10 migrantes de Ecuador. Robert, un joven de 17 años, dijo que esa era su única opción.
Solo comen una vez al día. Tienen que ahorrar para comprar los pasajes, pagarle a las personas que los guían en el camino, así como a los policías. Robert viaja con sus primos, tíos y un hermano que buscan llegar a EU. Él en particular tiene solo una meta en mente: “Ser marino”.
Hacer el camino no les garantiza nada. Nadie les puede decir si llegarán o no a su destino, mucho menos si van a encontrar trabajo.
Pero para César, Militza o Robert, como para tantos otros migrantes que cruzan México, eso no importa. Han llegado demasiado lejos como para rendirse.
—Con información de Pedro Hiriart
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