Ya casi nadie habla de dólares digitales. En 2021, cuando las criptomonedas alcanzaban su nivel récord y China experimentaba con una versión virtual del yuan, Washington se entusiasmó con la idea de que la Reserva Federal (Fed) pudiera crear la moneda digital de Estados Unidos.
El entusiasmo se disipó cuando la gente comenzó a analizar los detalles. Aunque en teoría los dólares digitales podían proporcionar un acceso más amplio al sistema financiero, en la práctica para usarlos hacía falta un smartphone y estar bancarizado, un obstáculo para algunas personas de bajos ingresos. Los bancos plantearon que dar a los usuarios una forma segura de almacenar dinero electrónico podría provocar una fuga de depósitos, lo que podría socavar su estabilidad durante un susto financiero. Los políticos externaron temores de que el gobierno vigilara las transacciones minoristas. Y, por supuesto, se produjo el colapso de las criptomonedas, y así, el dinero digital perdió su glamur. “La promesa de la inclusión financiera sigue ahí, pero la expectación se adelantó a la realidad”, dice J. Christopher Giancarlo, expresidente de la Comisión de Comercio de Futuros de Productos Básicos y cofundador de Digital Dollar Foundation, una organización sin fines de lucro que aboga por una divisa digital.
No obstante, la idea no está muerta. Puede que nunca llegues a gastar un dólar digital, pero quizás se avecine un salto tecnológico que impactará al dinero que se mueve entre los bancos centrales y las grandes instituciones financieras. Pensemos en ello como un dólar digital mayorista. Un grupo de investigadores de la Reserva Federal de Nueva York y algunos de los principales bancos han estado experimentando con pagos digitales simulados, demostrando que es posible utilizar una tecnología similar a la cadena de bloques para mover dinero casi instantáneamente en todo el mundo las 24 horas del día, los 365 días del año.
En cierto sentido, estos dólares ya son digitales. Las grandes sumas de dinero no se guardan en forma de billetes de papel; son simplemente un asiento contable en un banco, y moverlas es cuestión de cambiar esos registros en una computadora. Pero las transferencias transfronterizas a veces pueden ser horrorosamente lentas. Cada una implica registrar cambios paralelos en al menos tres, y con frecuencia más, bases de datos completamente segregadas: las que pertenecen a dos bancos y la de la Reserva Federal. Esto requiere una serie de mensajes solicitando y confirmando cada paso a medida que los activos se transfieren de una parte a otra.
Aunque muchas transferencias internacionales se procesan en cuestión de minutos, se detienen los fines de semana y los días feriados en cualquier país involucrado. Las transferencias hacia y desde países pequeños suelen tardar más, porque los bancos locales a menudo deben trabajar a través de bancos más grandes, a menudo en otros países, que tienen cuentas en la Reserva Federal. Cuantos más intermediarios y países intervengan, más probabilidades hay de que la transacción se retrase, a veces durante días, y hay más posibilidades de error.
Esto representa una oportunidad para los países interesados en reducir el predominio del dólar estadounidense en los pagos internacionales. Aproximadamente la mitad del comercio mundial se factura en dólares, y la supremacía del dólar hace que los préstamos en esa divisa sean más baratos y ayuda a mantener estable la moneda. También ayuda a la aplicación de sanciones económicas, ya que las transacciones en dólares finalmente fluyen a través de los bancos regulados por Estados Unidos.
Entre los esfuerzos para acelerar los pagos internacionales está Project mBridge, un experimento que involucra al Banco Popular de China y los bancos centrales de Hong Kong, los Emiratos Árabes Unidos y Tailandia. Este proyecto, el más avanzado de su tipo, está ensayando formas de manejar transferencias y transacciones de divisas en múltiples monedas digitalizadas. “Los pagos mayoristas son transfronterizos”, dice Josh Lipsky, director sénior del Centro de Geoeconomía del Atlantic Council en Washington. “Si estás realmente preocupado por el papel del dólar en el mundo, el proyecto en el que deberías centrarte más es en realidad el proyecto mayorista, no el proyecto minorista”.
Una forma de facilitar las transacciones mayoristas sería “tokenizar” los dólares que los bancos comerciales tienen depositados en el banco central, convirtiéndolos en paquetes digitales al estilo Bitcoin, pero sin el anonimato. Los investigadores de la Reserva Federal de Nueva York, como parte de una iniciativa llamada Project Cedar, ya han utilizado reservas tokenizadas en una transacción de divisas simulada con el banco central de Singapur, según un informe publicado en mayo.
La tokenización permite que la propiedad de un activo y la información que lo acompaña se transfieran de forma segura a través del ciberespacio. La tokenización de las reservas del banco central es importante porque ahí es donde se liquidan las transferencias en dólares entre bancos, es decir, cuando el banco central debita la cuenta de un banco y acredita la de otro. Los expertos de la Fed han estado trabajando con especialistas de grandes instituciones financieras en la construcción de un libro de contabilidad digital compartido que conecte a la Fed y los bancos. La idea es crear una red donde todos los pasos de una transacción puedan registrarse a la vez.
Poder transferir dólares en segundos, además de reducir el riesgo de errores de liquidación, es una alternativa interesante para las empresas que mueven grandes cantidades de dinero a nivel internacional. Los tesoreros de las empresas multinacionales también tendrían una capacidad significativamente mayor para agrupar e invertir el efectivo ocioso o mover dinero entre subsidiarias alrededor del mundo.
Pocos creen que el dólar será derrocado por el dinero digitalizado de otro país en el corto plazo. Incluso si China tuviera versiones minoristas y mayoristas de un yuan digital, junto con una plataforma de pagos internacionales, no igualaría los principales atractivos del dólar: los mercados de capital sumamente líquidos y abiertos de Estados Unidos, su economía robusta, la credibilidad de su banco central y su marco jurídico relativamente estable. “No me preocupa China en absoluto, porque la capacidad de China para hacer del yuan una moneda de importancia mundial reside en criterios mucho más exhaustivos”, dice Darrell Duffie, profesor de finanzas de la Universidad de Stanford. Pero añade que vale la pena tomar medidas ahora para evitar una lenta erosión de la primacía del dólar. “Esa es una gran ventaja para renunciar a ella”, dice Duffie, “incluso si la abdicación se da gradualmente durante dos o tres décadas”.
Hasta el momento, Estados Unidos se está moviendo con cautela. Un funcionario del Departamento del Tesoro, que habló bajo condición de anonimato porque no estaba autorizado a discutir el tema públicamente, solo señala que la dependencia está siguiendo de cerca los proyectos de investigación. En la Casa Blanca, otro funcionario que pidió no ser identificado dice que la directora del Consejo Económico Nacional, Lael Brainard, no está dándole seguimiento al tema y no tiene una posición sobre una posible moneda digital, a pesar de que sí abordó la cuestión cuando era miembro de la junta de gobernadores de la Fed antes de dejar el cargo en febrero.
Ese cambio es visto con cierto escepticismo fuera de la Administración. Mientras estaba en la Fed, Brainard dejó en claro que Washington quiere un asiento en la mesa cuando las naciones determinen cómo modernizar las redes de pago. “Es muy importante para nosotros participar en el establecimiento de estándares en las transacciones transfronterizas”, dijo al Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes en mayo de 2022. “Nuestra capacidad para definir esos estándares dependerá de si realmente tenemos o no una oferta digital”.
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