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¡Viva la guerra comercial entre EU y China!

La reconfiguración del comercio mundial y la búsqueda de importaciones de países más cercanos convirtió a México en el mayor proveedor de EU. Sin embargo, el país tiene un amplio historial de desaprovechar estas oportunidades.

La nueva Guerra Fría es una oportunidad comercial y México parece estar mejor posicionado para aprovecharla que cualquier otro país.

Las tensiones entre Estados Unidos y China están reconfigurando el comercio mundial, toda vez que Estados Unidos pretende, por un lado, reducir la dependencia de la cadena de suministro de rivales geopolíticos, y por el otro, buscar las importaciones de países más cercanos. México resulta atractivo en ambos aspectos, razón por la cual está superando a China como el mayor proveedor de bienes del vecino del norte.

Además del repunte de las exportaciones, México tiene este año una de las monedas más fuertes del mundo y uno de los mejores mercados bursátiles. La inversión extranjera directa ya ha subido más del 40 por ciento este año, incluso antes de que Tesla comience a construir una fábrica de 5 mil millones de dólares. Desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1992, el país no había disfrutado tanto del atractivo para inversionistas que tiene hoy. Sin embargo, ese precedente es un recordatorio de que México tiene un historial de desaprovechar oportunidades doradas. En las últimas tres décadas, ni siquiera un acuerdo comercial con la primera economía del mundo (que, al igual que la actual ola del nearshoring, trajo consigo inversión extranjera) pudo sacar a México de su estancamiento.

El crecimiento de su PIB en esas tres décadas, de alrededor del 2 por ciento anual, está muy por debajo del promedio de las economías en desarrollo y no es suficiente para sacar a millones de mexicanos de la pobreza. Turquía, Malasia y Polonia son solo tres ejemplos de naciones que eran más pobres que México a principios de este siglo y ahora son sustancialmente más prósperas.


Y hay muchos obstáculos, viejos y nuevos, que también podrían descarrilar el boom actual.

El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha chocado repetidamente con intereses empresariales en su intento por reforzar el papel del Estado en la economía. Las empresas locales se muestran reacias a pedir prestado e invertir, lo que dificulta sostener el crecimiento. Y México se enfrenta a una feroz competencia de Vietnam y otros países en la carrera por reemplazar a China como proveedor de Estados Unidos.

Es más, incluso las inversiones que México ya recibe están sometiendo su infraestructura a una presión cada vez mayor, en medio de problemáticas creadas por un servicio eléctrico inestable, un espacio industrial limitado y la escasez de agua.

Pedro Campa Eliopulos, ejecutivo tecnológico en el polo industrial de Monterrey, ha podido observar de cerca el potencial de México y sus limitaciones.

Hace dos años, cuando Tesla estaba por abrir una planta en Texas, el gigante automotor buscó un proveedor cercano que fabricara “el cerebro” de sus vehículos eléctricos (las computadoras que se conectan a los satélites, permitiendo la conducción autónoma) en lugar de traerlo desde China. La empresa taiwanesa Quanta Computer Inc., para quien Campa trabajaba, dio un paso al frente para satisfacer la demanda con una planta en Monterrey. “En agosto empezamos a meterle mano a este edificio y en diciembre ya estábamos produciendo”, recuerda. Pronto la propia Tesla estará avecindada en Monterrey, con el comienzo de la construcción de su Gigafábrica prevista para este año.

Campa también describe cómo la planta sufría apagones que afectaron su productividad, porque la red eléctrica de la ciudad brega por seguirle el paso a industrias de rápido crecimiento. En momentos como esos, dice, sus pensamientos sobre las perspectivas de México se volvían sombríos, con la pregunta constante de si “mucho del nearshoring va a ir a otros lados porque nosotros no tenemos la capacidad”.

Las ciudades industriales de México

A pesar de todas las dificultades que se avecinan, no hay duda de que algunas partes de México parecen en este momento ciudades industriales en medio de un boom.

En Monterrey, el polvo de las excavadoras anuncia la aparición de nuevas fábricas. Las naves se venden en obra negra, mucho antes de tener techos y puertas. El espacio industrial ha crecido un 30 por ciento desde 2019, según la asesora inmobiliaria CBRE.

Esto se debe en parte a la prisa por proporcionar componentes para Tesla, y es alentador para México que el gigante de los autos eléctricos parezca dispuesto a traer consigo una parte importante de la cadena de producción.

La firma AGP fabrica parabrisas; la china DSBJ, piezas electrónicas, la italiana Brembo, frenos... y todas están en el proceso de establecer o ampliar fábricas en la región.

En total, más de 30 empresas se han mudado a Nuevo León desde que Tesla anunció las fábricas en Texas y Monterrey, de acuerdo con Iván Rivas Rodríguez, secretario de Economía del estado. “Era una solicitud de Tesla hacia sus proveedores, les dijo: ‘Tienes que venirte a Norteamérica’”, refiere Rivas, quien considera que su trabajo es asegurarse de que se cierren los acuerdos.

Tesla no es la única. Otras automotrices, entre ellas General Motors, Kia Motors y BMW, han anunciado inversiones en vehículos eléctricos en México desde principios de 2021. Los fabricantes de productos electrónicos y electrodomésticos se están expandiendo en el centro del país. Y cruzando la frontera de California, las industrias aeroespacial y del plástico están creciendo.

Los parques industriales donde suelen establecerse los recién llegados se están llenando deprisa. A nivel nacional, las tasas de disponibilidad cayeron al 2.1 por ciento el año pasado. En Monterrey, conseguir un contrato de arrendamiento normalmente requiere un compromiso de 10 años. La Asociación Mexicana de Parques Industriales Privados estima que unas tres cuartas partes de los inquilinos son empresas extranjeras. Y una encuesta del banco BBVA estimó que una de cada cinco empresas que vendrán a México son chinas, una señal de que las empresas de origen chino están buscando eludir los aranceles estadounidenses.

Las personas y empresas propietarias de estos parques están aprovechando el momento. La desarrolladora de espacios industriales Corporación Inmobiliaria Vesta SAB recaudó casi 450 millones de dólares en una oferta pública inicial en Estados Unidos que fue la mayor realizada por una empresa mexicana en más de una década, y asegura que está acelerando una cartera de proyectos de 1,100 millones de dólares a medida que el nearshoring aumente la demanda. Prologis Property México SA y su matriz planean una inversión de 1,200 millones de dólares en naves y terrenos.

Las constructoras locales también se encuentran entre los grandes ganadores. “Tenemos quince años diciendo ‘Aquí estamos, aquí estamos’ y de repente ¡boom!”, expresa José María Garza De Silva, la tercera generación de su familia al frente del desarrollador Grupo GP, cuyos primeros proyectos incluyeron viviendas y el primer centro comercial de la ciudad regiomontana. La empresa es accionista en el parque industrial más grande de Monterrey.

Un bache: los recursos económicos

A pesar de todo, los recursos naturales de Nuevo León podrían frenar el crecimiento. El año pasado una sequía dejó las presas casi vacías y a miles de habitantes sin agua. La industria local tuvo que aceptar una proporción menor del suministro hídrico del estado y el Gobierno construye a marchas forzadas un nuevo acueducto para llevar agua a Monterrey, la segunda área metropolitana más poblada del país.

Luego está la cuestión de si la inversión interna se recuperará junto con la llegada de empresas internacionales, pues ello ayudaría a distribuir más ampliamente los beneficios del boom del nearshoring y a encauzar la economía hacia una senda de crecimiento más rápido. Sin ese factor, algunos economistas creen que México simplemente terminará importando más componentes para ensamblarlos y exportarlos, con poco valor agregado a nivel local.

Banco Base, con sede en Monterrey, ha visto crecer su cartera de préstamos en alrededor del 75 por ciento en los últimos cinco años. Eso es gracias en parte al renovado interés en exportar a Estados Unidos, apunta Gabriela Siller Pagaza, directora de análisis económico del banco. No obstante, le preocupa que la nueva inversión resulte insuficiente.

“El nearshoring es una oportunidad para México. No la estamos aprovechando al máximo”, dice. Por razones que incluyen altas tasas de interés y una economía informal arraigada, los pequeños negocios no han podido utilizar el crédito para expandirse, advierte. “Creo que muchas empresas no quieren arriesgarse, las locales pueden inclusive tener más miedo que las empresas extranjeras”. Y la inversión que hay tiende a concentrarse en un puñado de lugares, como Nuevo León.

Eso es esencialmente lo que también ocurrió en el TLCAN, y es el resultado que López Obrador dice que está decidido a evitar esta vez.

El presidente, que está en el último año de su sexenio, quiere que su período transforme la economía y deje al partido Morena en buena posición para conservar el poder en las elecciones del próximo verano. “Se está procurando que el crecimiento en México sea más horizontal”, dijo en una mañanera de abril. En repetidas ocasiones ha señalado la escasez de agua en lugares como Nuevo León como el tipo de problema que surge cuando el crecimiento de la economía y, en consecuencia, de la población, es desequilibrado.

López Obrador se ha ganado la reputación de antiempresarial y ciertamente ha librado algunas peleas. Trató de limitar el papel de las empresas extranjeras en los mercados energéticos y a mediados de este año envió al ejército para recuperar unas vías férreas concesionadas a una empresa privada, antes de llegar a un acuerdo con su propietario. Por otro lado, el presidente participó activamente en las conversaciones con Elon Musk sobre la inversión de Tesla y afirma que da la bienvenida a las empresas extranjeras que crean empleos; solo quiere distribuirlos de manera más uniforme en todo el país.

Hasta ahora, los contendientes en las elecciones presidenciales del próximo año dicen que continuarán con la apuesta de López Obrador para desarrollar el sur del país. La senadora Xóchitl Gálvez, candidata de la alianza opositora, afirma que también impulsará una mayor inversión en energía renovable y una mejor capacitación para las mujeres a fin de mejorar la fuerza laboral técnica del país. Claudia Sheinbaum, que representará al partido de AMLO, ha prometido que continuará con muchos de sus planes.

México se forjó un lugar en el sector manufacturero mundial con las maquiladoras, fábricas que surgieron desde la década de 1960, principalmente a lo largo de la frontera con EU. Era un modelo rentable de producción en serie que empleaba trabajadores con salarios bajos. Con el TLCAN, las exportaciones recibieron un impulso adicional, acelerando el crecimiento de ciudades como Monterrey. Pero al mismo tiempo, las importaciones de maíz y otros alimentos cultivados en EU en el marco del acuerdo estaban impactando la viabilidad de la agricultura a pequeña escala, vaciando el campo mexicano y consolidando la brecha de riqueza entre el norte y el sur.

López Obrador mantiene un estricto control sobre el erario, pero ha hecho una excepción con las inversiones públicas destinadas a estimular el sur. Uno de esos proyectos es el enlace ferroviario que conecta el Golfo de México con el Pacífico, denominado Corredor Interoceánico. Las autoridades prevén que la ruta estará bordeada de parques industriales y dicen que con el tiempo podría rivalizar con el Canal de Panamá.

El problema, desde el punto de vista del inversionista, es que todos esos lugares simplemente están más lejos de la acción. Cuando Mauricio Garza, director del parque industrial más grande de Nuevo León, quiere convencer a clientes, nunca olvida mencionar que pueden conducir hasta el paso fronterizo con Estados Unidos en menos de tres horas sin toparse un solo semáforo en rojo.

En última instancia, el atractivo de México para las empresas globales estriba “en cuestiones geográficas y de los acuerdos de libre comercio” con EU, señala Gerardo Esquivel, ex subgobernador del Banco de México. “La razón por la que voltean a México y por la que México es tan atractivo, es porque ya está realmente integrado a EU”, añade. Eso traerá más flujos de inversión “incluso si México no hace nada”.

En términos generales, Esquivel es optimista sobre el impulso que inyectará el nearshoring a la economía mexicana, y cita estimaciones de que podría terminar añadiendo hasta 0.7 puntos porcentuales al PIB anual. “Parece poco, pero no es tan poco considerando que crecemos al 2 por ciento, subir a 2.7 o a 3 por ciento al año sería una gran cosa para un país como México”.

—Con la colaboración de Felipe Hernández y Heitor Caixeta

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