Una de las relaciones decisivas del Silicon Valley moderno es la interacción entre Apple y Google. Durante décadas, han intercalado una colaboración entusiasta con una intensa competencia (Steve Jobs alguna vez amenazó con lanzar una “guerra termonuclear” contra Google a causa del smartphone Android). Desde 2005, Google ha pagado a Apple miles de millones de dólares para ser el motor de búsqueda predeterminado en su navegador Safari, un acuerdo que ha unido a las dos corporaciones de manera que han captado el escrutinio de Washington. “Nuestra visión es que trabajemos como si fuéramos una sola empresa”, escribió un empleado de alto rango de Apple a su homólogo de Google después de una reunión realizada en 2018 para que el pacto fuera más rentable.
Ese mensaje es parte de una colección de comunicaciones internas potencialmente perjudiciales que están saliendo a la luz en el marco del juicio antimonopolio promovido por el Departamento de Justicia estadounidense contra Google, donde el gobierno acusa al gigante de las búsquedas de eliminar a sus competidores mediante acuerdos como el que tiene con Apple. Es la primera vez, desde el caso contra Microsoft Corp. hace más de dos décadas, que las acusaciones de conducta anticompetitiva en Silicon Valley serán debatidas en un tribunal federal.
El juicio marca una nueva era de combate antimonopolio centrado en el sector tecnológico. El Departamento de Justicia ya presentó un segundo caso antimonopolio contra Google por su posición dominante en la industria publicitaria. La Comisión Federal de Comercio, una agencia hermana que ha sido mucho más agresiva bajo la actual presidenta Lina Khan que en cualquier otro momento del pasado reciente, está tratando de escindir en partes más pequeñas a Meta Platforms Inc., matriz de Facebook; y también se espera que demande a Amazon por violaciones antimonopolio, en tanto que una investigación del Departamento de Justicia sobre Apple podría derivar en otra demanda judicial antes de que termine el año.
Este primer juicio, que durará 10 semanas, se centra únicamente en la presunta monopolización del mercado de búsquedas por parte de Google, pero si el Departamento de Justicia gana, la autoridad podría intentar separar el negocio de búsqueda de Alphabet de otros productos, entre ellos Android y Google Maps. Un resultado así sería la mayor escisión forzada de una empresa estadounidense desde que AT&T fue fragmentada en 1984. Independientemente del resultado, el juicio puede ser perjudicial no solo para Google, sino también para socios comerciales como Apple, cuyos ejecutivos serán obligados a testificar y sus correos electrónicos serán analizados minuciosamente en audiencia pública.
El Departamento de Justicia y 52 fiscales generales que representan a estados o territorios de Estados Unidos acusan a Google de pagar miles de millones de dólares para mantener su monopolio en la búsqueda online mediante acuerdos con rivales, fabricantes de teléfonos y proveedores de servicios inalámbricos. Aunque Google suscribió varios acuerdos de esta naturaleza, el que tiene con Apple es el más destacado. Fraguado por primera vez hace 18 años, convirtió a Google en el motor de búsqueda predeterminado de Apple, al tiempo que le daba a Apple hasta un 50 por ciento de los ingresos publicitarios que Google obtenía de las búsquedas realizadas por los usuarios del navegador Safari de Apple.
Google se benefició de los éxitos de Apple en la esfera móvil, y las autoridades dicen que ahora concentra una participación del 90 por ciento del mercado total de búsquedas. Al mismo tiempo, Apple se ha embolsado miles de millones de dólares anualmente gracias a esta relación (18 mil millones de dólares tan solo en 2022, según estiman analistas de Sanford C. Bernstein & Co.).
Las acusaciones del Departamento de Justicia son idénticas a las formuladas en el caso Microsoft de finales de los años 1990, aquella demanda se centró en la práctica de la empresa de preinstalar su navegador Internet Explorer en computadoras que ejecutaban el sistema operativo Windows, imponiendo luego obstáculos técnicos para impedir que los fabricantes o consumidores pudieran instalar navegadores web rivales como Netscape. Google rechaza tales comparaciones. A diferencia del navegador predeterminado de Microsoft, los acuerdos de Google no incluyen ninguna barrera técnica que restrinja el cambio a buscadores de la competencia, y el proceso es simple, según Kent Walker, director legal de Alphabet. “La gente no utiliza el motor de búsqueda de Google porque tiene que hacerlo, sino porque quiere”, afirma. Google ha comparado sus acuerdos de búsqueda con los que las empresas de cereales hacen con las tiendas para conseguir un espacio destacado en los anaqueles.
El poder de las configuraciones predeterminadas en el ámbito tecnológico ha sido objeto de numerosas investigaciones. Eric Johnson, profesor de la Escuela de Negocios de Columbia que estudia la toma de decisiones, señala que las configuraciones por defecto pueden afectar significativamente las elecciones de los consumidores incluso cuando las barreras técnicas para cambiarlas son bajas. En un estudio, por ejemplo, el 82 por ciento de las personas aceptó ser donante de órganos si la casilla “sí” del formulario estaba marcada previamente, frente a solo el 42 por ciento cuando “no” era la opción predeterminada. “No se trata solamente del esfuerzo físico del clic, de seleccionar o deseleccionar un botón”, explica Johnson, quien ha pasado 30 años investigando cómo la presentación de opciones cambia el comportamiento del consumidor. “Es ese esfuerzo mental. El quid de la cuestión es que la gente realmente no quiere pensar o ni siquiera es consciente de que existe una opción”.
Apple demostró este poder en 2012, cuando sustituyó el programa predeterminado Google Maps en los dispositivos iOS por su aplicación propia de mapas, considerada muy inferior. Google analizó cuántos usuarios perdió con ese ajuste y luego cuántos ingresos podría perder si Apple cambiara a un motor de búsqueda diferente. Ese análisis, indicó el Departamento de Justicia el año pasado, inspiró a Google a renovar su acuerdo de búsqueda cuando expiró después de 10 años.
De acuerdo con el ejecutivo de Apple, Eddy Cue, la inspiración para la alianza original fue simplemente la conveniencia. En esa época, Windows e Internet Explorer, los dos de Microsoft, eran los líderes del mercado, y Apple buscó ofrecer una alternativa, presentando su navegador Safari con nuevas funciones, incluida una barra de búsqueda integrada. “La idea, originalmente, era simplemente proporcionar una manera fácil para que los clientes, si buscaban en este campo, no tuvieran que escribir una URL”, dijo Cue en una declaración de 2022 sobre el caso. “Eliminamos todo ese paso intermedio”.
Cuando Google y Apple suscribieron su acuerdo en 2005, Safari representaba solo el 1.3 por ciento del mercado de búsquedas. Pero su cuota aumentó con el éxito de los dispositivos móviles de Apple, y para 2014 Google le pagaba a Apple alrededor de mil millones de dólares al año por ser el buscador predeterminado en Safari, según una cifra compartida accidentalmente durante una audiencia judicial en una demanda no relacionada.
Los acuerdos en los que los motores de búsqueda pagan por el estatus predeterminado en navegadores web y dispositivos móviles no son inusuales. Además de estar en Safari, Google es el motor de búsqueda predeterminado en el navegador Firefox (desarrollado por Mozilla) a través de un acuerdo que representó el 83 por ciento de los ingresos de Mozilla en 2021. Verizon acordó preinstalar Bing (desarrollado por Microsoft) como su motor de búsqueda por defecto, mientras que AT&T se asoció con Yahoo! Inc. Sin embargo, en 2011, AT&T, Sprint, T-Mobile y Verizon firmaron convenios con Google que les pagaría entre el 15 y el 40 por ciento de los ingresos por publicidad en los dispositivos que los operadores vendían a clientes. La estrategia era importante porque “de lo contrario Bing o Yahoo pueden robarnos nuestra cuota de búsquedas en Android en cualquier momento. Nuestra filosofía es que pagamos un porcentaje de los ingresos a cambio de exclusividad”, escribió un ejecutivo de Google en un correo electrónico de 2011 citado en los documentos judiciales del caso.
Un ejecutivo de Google dijo a los investigadores de la Comisión Federal de Comercio en 2012 que el volumen de búsquedas de la empresa podía disminuir hasta un 50 por ciento si Apple reemplazara Google Search por Bing. “Estamos pagando por el posicionamiento promocional y la configuración predeterminada”, dijo, según un memorando de la Comisión que data de 2012, filtrado y publicado por primera vez por Politico en 2021. Para 2020, cuando el Departamento de Justicia y los estados interpusieron la demanda contra Google, estimaron que el buscador estaba configurado de forma predeterminada en el 90 por ciento de los navegadores móviles y en el 83 por ciento de los navegadores de escritorio.
Google nunca ha revelado cuánto paga en estos acuerdos. Según el memorando de la Comisión, la empresa pagó entre 10 mil 900 millones y 13 mil 100 millones de dólares en 2012 para asegurar su estatus predeterminado. En sus documentos financieros, la compañía informa, en una cifra global, los pagos realizados a socios por concepto de acuerdos de reparto de ingresos, junto con el dinero pagado a los editores de sitios web y a los creadores de YouTube por publicidad. Esos pagos ascendieron a 48 mil 950 millones de dólares en 2022.
Cuando Apple y Google renegociaron su acuerdo en 2016, el acuerdo modificado amplió el uso del motor de búsqueda de Alphabet a Siri (que había estado usando Bing) y a Spotlight, una función de búsqueda para encontrar programas y archivos en dispositivos Apple. Dos años después, el CEO de Apple, Tim Cook, y el CEO de Alphabet, Sundar Pichai, que participaron en esas negociaciones, se reunieron nuevamente para discutir cómo las empresas podían trabajar juntas para impulsar el crecimiento de los ingresos por búsquedas, indica la demanda del Departamento de Justicia.
Walker, director jurídico de Alphabet, dice que no hay nada irregular en esos acuerdos y que Google considera su relación con Apple como una relación de “coopetición” (parte cooperación, parte competencia). “Trabajamos con ellos en una variedad de áreas diferentes y ponemos a disposición nuestros productos y servicios” en el iPhone, afirma. “Al mismo tiempo, competimos con ellos”.
Pero aunque tal acuerdo pudo haber parecido inofensivo en 2005, la situación cambió cuando las compañías se volvieron tan grandes, apunta Rebecca Allensworth de la Facultad de Derecho de Vanderbilt. El acuerdo multimillonario entre ambas les está proporcionando protección contra la competencia futura. “Se supone que no puedes cooperar con tus competidores”, señala esta experta en legislación antimonopolio.
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