La economía mundial avanza de un shock a otro mientras dos guerras brutales, una inflación persistente y los altos costos de endeudamiento perjudican la recuperación post pandemia. La próxima fuente de turbulencias en la era de la policrisis es un abarrotado calendario electoral de 2024.
Comenzando con Taiwán en enero y hasta las elecciones presidenciales de Estados Unidos en noviembre, el año traerá 40 elecciones nacionales, una programación muy ocupada incluso en tiempos políticos más tranquilos. Bloomberg Economics calcula que los votantes de países que representan el 41% de la población mundial y el 42% de su Producto Interno Bruto tienen posibilidades de elegir nuevos líderes el próximo año.
Con dos guerras en pleno apogeo, las tensiones entre Estados Unidos y China aumentando y la polarización política empeorando antes de elecciones críticas, el potencial de crisis en 2024 es enorme. Los administradores de dinero y los planificadores corporativos no podrán mantener los planes de inversión en piloto automático.
Es “un año muy trascendental”, dice la politóloga de la Universidad de Stanford Amy Zegart, quien anteriormente asesoró al Gobierno de Estados Unidos en materia de seguridad nacional. “Cuanto más incertidumbre hay sobre cualquier cosa (las reglas del juego, las tasas de interés, cómo se moverán probablemente los mercados, la regulación gubernamental, las políticas), más difícil será desde una perspectiva empresarial”.
Las amenazas ayudan a explicar por qué el fundador de Elliott Investment Management, Paul Singer, conocido desde hace mucho tiempo por sus opiniones constantemente bajistas, dice que las condiciones globales son mucho más peligrosas que las que los mercados están descontando.
Jennifer Welch, analista jefe de geoeconomía de Bloomberg Economics, dice que el mundo enfrenta quizás su año más activo desde un punto de vista geopolítico. Además de esas tensiones, los gobiernos y las empresas participan en una competencia global para bloquear el suministro de materias primas necesarias para la transición a energías más limpias y proteger las industrias locales.
Los países que acudirán a las urnas en 2024 abarcan toda una gama de tamaños e influencia: incluyen naciones ricas en recursos como Indonesia y Venezuela; México que está relocalizándose; Sudán del Sur políticamente inestable, y puntos geopolíticos conflictivos como Taiwán y Pakistán. Túnez, donde nació la Primavera Árabe en 2011, podría celebrar elecciones presidenciales alrededor de octubre del próximo año. Y algunos de los aliados europeos tradicionales de Estados Unidos, incluidos Austria, Bélgica y el Reino Unido, enfrentan carreras por el liderazgo.
Hay que considerar algunos resultados potenciales: las elecciones presidenciales de Taiwán podrían marcar el tono de las relaciones entre EU y China en los próximos años, y es probable que las tensiones aumenten aún más si el actual vicepresidente Lai Ching-te gana como se prevé.
Indonesia vota en febrero, con Prabowo Subianto, un ex teniente general de la era Suharto a quien EU le negó una visa por presuntos abusos contra los derechos humanos, a la cabeza. En junio propuso un plan de paz para Ucrania que dejaría en el lugar a las fuerzas de ocupación rusas.
Por primera vez desde el fin del apartheid a principios de la década de 1990, el gobernante Congreso Nacional Africano de Sudáfrica enfrenta la perspectiva de perder su mayoría general, lo que lo obligará a gobernar el país en coalición con otros partidos.
Una derrota sorpresiva del Primer Ministro indio, Narendra Modi, que ocupa el cargo desde 2014, podría asustar a los inversores en una nación con la que EU y sus aliados cuentan para convertirse en un contrapeso al poder económico y militar de China.
En EU, el expresidente Donald Trump lidera en estados indecisos clave, según muestra una encuesta reciente de Bloomberg News, lo que genera nueva incertidumbre sobre el futuro de la política estadounidense hacia China, Rusia, la OTAN, el comercio y más.
En cualquier elección, mucho dependerá de cuánta divergencia haya entre las distintas plataformas partidarias en áreas sensibles como la seguridad nacional, el comercio y la inmigración. Un amplio consenso sobre estos temas puede reducir cualquier riesgo político, dice Sarah Bauerle Danzman, experta en economía política de la inversión y las finanzas internacionales de la Universidad de Indiana.
Además del riesgo de discontinuidad de la política, los inversores necesitan estar atentos a cambios en el liderazgo que resulten en nuevas fricciones entre países o reaviven viejas enemistades.
Esta agitación ya está teniendo un impacto en el mundo empresarial, donde las empresas se sienten presionadas a hablar sobre la guerra entre Israel y Hamas y tienen que navegar por las tensiones actuales entre EU y China. Algunos inversores se muestran cautelosos respecto del fabricante estrella de chips de Taiwán, Taiwan Semiconductor Manufacturing Co., porque el gobierno chino no ha ocultado sus ambiciones de algún día reunir la isla con China continental.
El resultado de todas estas votaciones determinará las tendencias en el comercio, la seguridad y los mercados financieros en los años venideros.
“Las elecciones importan como antes no lo hacían”, dice Christopher Smart, ex alto funcionario de política económica del Departamento del Tesoro de Estados Unidos y de la Casa Blanca, y ahora socio director del Grupo Arbroath. Los cambios de gobierno no necesariamente desencadenan shocks políticos inmediatos, pero pueden hacer que los países tomen caminos diferentes, afirma.
Una encuesta entre inversores a cargo de activos por valor de casi 10 billones de dólares encontró que más del 90 por ciento cree que las amenazas a la democracia estadounidense están aumentando, y menos del 30 por ciento confía en que las empresas públicas estén preparadas para gestionar ese riesgo, según la encuesta realizada por el Centro de Democracia Unida de los Estados Unidos en asociación con la Brookings Institution.
“Estas elecciones tienen el potencial de exacerbar la incertidumbre y la volatilidad que han estado golpeando a la economía mundial”, dice Eswar Prasad, profesor de la Universidad de Cornell y experto en comercio. “Esto tiene el potencial de frenar la inversión privada en todo el mundo”.
—Enda Curran y Alan Crawford con información de Souhail Karam
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