La polarización que se vive en la sociedad y en la política mexicana se expresó con intensidad hace unos cuantos días.
El periódico norteamericano The New York Times (NYT) preparaba una nota sobre una presunta investigación que desarrollaron agencias del gobierno norteamericano respecto a probables vínculos con el crimen organizado por parte de personas cercanas al presidente Andrés Manuel López Obrador.
Antes de publicarse, Natalie Kitroeff, jefa de la corresponsalía del NYT en México, envió un cuestionario a la presidencia para incorporar los comentarios oficiales en el reportaje. No hubo respuesta del presidente, pero al siguiente día se denunció en la mañanera al NYT y se le cuestionó por la investigación realizada, además de lanzarle epítetos como “pasquín inmundo”.
Pero, además, al presentarse públicamente la carta, se exhibió el número telefónico de la periodista que la envió, violando con ello la Ley de Transparencia y Protección de Datos Personales. Lo peor del caso es que el presidente López Obrador explicó que esa ley no puede estar por encima de la autoridad moral del presidente. Al siguiente día, AMLO incluso señaló que no fue un error la difusión del teléfono privado, sino que lo volvería a hacer. El caso tuvo que ser tomado como investigación de oficio por parte del INAI, el organismo encargado de vigilar el cumplimiento de la ley de protección de datos personales.
Como aparente represalia a la exhibición del número telefónico de la periodista, en redes sociales se difundieron los teléfonos de personas cercanas al presidente, como su hijo José Ramón y la candidata de Morena a la presidencia, Claudia Sheinbaum. Luego también se reveló el teléfono de la candidata opositora, Xóchitl Gálvez. Pero, además, el tono de enojo y molestia que se pudo captar en las redes sociales, con insultos entre los partidarios y los detractores de AMLO se agudizó al punto de presentarse incluso amenazas de por medio.
Un agregado fue el choque entre el propio presidente de México contra YouTube. De acuerdo con sus reglas, la red social eliminó temporalmente la conferencia matutina del presidente y más tarde la volvió a subir, pero quitando la parte en la que aparecía el número telefónico de Kitroeff. AMLO reclamó a YouTube este hecho y los acusó de censura, además de inconformarse por el hecho de que no le hubieran consultado sus reglas.
Un hecho más en esta secuencia de choques fue la demostración realizada en Nueva York, enfrente de las instalaciones de The New York Times, por parte de un grupo de simpatizantes de Morena protestando por la publicación realizada por ese medio.
Los procesos electorales, de manera natural, son periodos en los que se busca el contraste entre posiciones. Sin embargo, aún antes del comienzo formal de las campañas se aprecia ya el tono que puede tener la confrontación.
El estilo del presidente Andrés Manuel López Obrador es fuertemente confrontativo y él ha dicho que lo seguirá siendo. El riesgo que existe es que, entre los partidarios más radicales del espectro político, vaya a percibirse que pueden hacer un favor al presidente o a Xóchitl Gálvez, agrediendo físicamente a alguno de los políticos que participen en las campañas electorales.
Diversos diagnósticos anticipan que quizás este proceso electoral sea el que más delitos traiga consigo, simplemente por las disputas entre grupos del crimen organizado, que buscan ampliar su influencia en diferentes lugares de la República y que han llevado a cifras sin precedentes de ejecuciones. Ya se ha reportado el asesinato de 14 políticos que participaban en las campañas de uno u otro modo.
México ya ha vivido momentos muy complicados asociados a las campañas políticas. El caso más grave fue el asesinato del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio, en marzo de 1994.
Aunque todas las investigaciones serias apuntaron a un asesino solitario, Mario Aburto, en el imaginario colectivo siempre ha flotado la idea de que podría haberse tratado de una conspiración.
Pero se han presentado otros casos. En junio de 2010 fue asesinado el candidato del PRI a la gubernatura de Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú. En mayo de 2021, fue asesinado Abel Murrieta, candidato a alcalde de Ciudad Obregón, Sonora, por parte de Movimiento Ciudadano, sólo por citar algunos casos notorios.
Aunque es visible la presencia del crimen organizado en diversos asesinatos políticos que hemos visto en el país, el clima de encono y odio que se ha estado generando crea riesgos que no pueden menospreciarse.
Pese a que existen diversas fuerzas políticas en la contienda, la presencia de Movimiento Ciudadano ha quedado muy reducida luego de que el favorito de esta organización para contender, el gobernador Samuel García, optó por no participar ante la imposibilidad de colocar como gobernador interino en Nuevo León a alguna persona cercana a él.
Así que se ha configurado una contienda sólo entre dos fuerzas.
Una parte de los políticos que tratan de ganarle a Morena, visualizan a López Obrador y a la continuidad de su gestión como una amenaza para la democracia, señalando que, en otras latitudes, como Venezuela, las democracias cayeron a partir de que personajes autoritarios lograron tomar el poder usando precisamente los instrumentos que tienen los sistemas políticos democráticos.
Por otra parte, López Obrador y muchos de sus partidarios ven a la oposición como representante de los grupos conservadores y corruptos, que pretenden acabar con su movimiento y su transformación de la vida pública del país.
En ambos casos, hay muchos que no se ven estrictamente como adversarios políticos sino más bien como enemigos, lo que tensa enormemente el ambiente social.
No es la primera vez que México vive una elección tan polarizada. En el año 2006, cuando López Obrador perdió la elección por un 0.56 por ciento de diferencia frente a Felipe Calderón, nunca se reconoció el resultado y se lanzó una movilización en la Ciudad de México que implicó un plantón de varias semanas que paralizó la vida en el centro de la capital.
No se sabe lo que podría ocurrir ahora si se vuelve a vivir una etapa tan tensa como la que se atravesó en ese entonces.
Lo que sí se sabe es que la polarización política y social que se está viviendo en México implica riesgos que eventualmente podrían empezar a inquietar a la inversión si se percibe que la violencia pueda escalar en el curso de los próximos meses en los que viviremos unas intensas campañas políticas en el país.
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